El arquitecto Teodoro de Anasagasti y Algán lo diseña en 1926.

El singular arquitecto vizcaíno Teodoro de Anasagasti y Algán, a petición del Marqués de Villamarta, Álvaro Dávila y Agreda, que era en aquel momento alcalde de la ciudad, diseña el Teatro Villamarta en 1926 para ser construido en la plaza Romero Martínez, sobre los terrenos de lo que décadas atrás fuera el Convento de la Veracruz, cuyos orígenes se remontaban al siglo XVI. En enero del año siguiente (1927) se coloca la primera piedra y hace casi 90 años, el 11 de febrero de 1928, se inaugura oficialmente con las zarzuelas de La Viejecita y El Huésped del Sevillano —de la compañía de Eugenia Zuffoli—, y la presencia de distinguidas autoridades como el propio dictador, Miguel Primo de Rivera.

Con un diseño que se sitúa en torno al modernismo y el racionalismo, catalogado en este caso por algunos historiadores como regionalista andaluz, y con la presencia del hormigón armado, característico de Anasagasti, quien lo introdujo en España, el Teatro Villamarta es uno de los edificios más singulares de la ciudad. Enfrente de él, años más tarde, se construyó el edificio de Correos, hoy con un futuro incierto y con un sector de detractores. En la foto que ilustra este artículo se aprecia precisamente la plaza Romero Martínez sin su ocupación.

Varias generaciones de jerezanos recuerdan al Teatro Villamarta de distintas y variopintas formas, como cuando casi era una sala de cine más de la ciudad. Lo cierto es que con 1.938 localidades, fue proyectado para la celebración de grandes obras líricas y escénicas, y era gestionado tras su construcción y hasta 1986 por la familia Riba. Luego, tras la adquisición y remodelación —en 1988 lo compró el Ayuntamiento para restaurarlo entre 1994 y 1996—, su aforo se redujo  a 1.226 localidades, cambiando también su aspecto interior significativamente.

Una gran parte de la vida cultural de la ciudad giró desde su inauguración y hasta la actualidad en torno a este espacio artístico que durante una década (1986-1996) estuvo cerrado, y sobre el que nunca desapareció la sombra de la catástrofe a causa de despropósitos varios, como los de los últimos años. Lo que fuera el conjunto de la Fundación Teatro Villamarta, constituida a raíz de la adquisición municipal de este espacio, se salvó in extremis del desastre al ser absorbida por otra empresa municipal tras su inevitable disolución. Pero aunque su supervivencia —por el momento— parece estar garantizada, desconocemos qué nuevas sorpresas le acontecerán en el futuro. ¿Cómo llegará nuestro teatro a su centésimo cumpleaños? ¿Qué planes de futuro hay sobre el Teatro Villamarta y qué nuevos retos debe enfrentar en pro del desarrollo cultural de la ciudad?

Sobre el autor:

Sebastián Chilla.

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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