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La historia de Regreso al Futuro II tuvo lugar hace 30 años en Los Naranjos.

La saga de Regreso al Futuro marcó un antes y un después en el cine de los años ochenta. Robert Zemeckis creó una trilogía en la cual su protagonista Marty Mcfly viajaba al pasado o futuro para arreglar asuntos que pudieran interferir en su historia personal.

Aquellos que crecieron con esta popular saga cinematográfica recordarán el rastro de fuego que dejaba el famoso DeLorean cada vez que viaja en el tiempo o las innumerables veces que Marty se cabreaba cuando le apodaban como un gallina.

En esta ocasión Marty Mcfly hará su aparición treinta años después de que se marchara aquella mañana del 21 de octubre de 1985. Lo que muchos no sabíamos es que la historia de Marty Mcfly era un caso real que ocurrió en Jerez.

Steven Spielberg, productor de la saga, dirigió en 1987 El Imperio del Sol en la localidad de Trebujena. El paisaje que le brindó la provincia de Cádiz durante el tiempo de rodaje de aquella película le permitió descubrir algunos lugares que jamás podría encontrar en Hollywood. Jerez fue uno de esos lugares que el cineasta desconocía hasta entonces. Quizás fuera la burocracia norteamericana o la ignorancia de los jefazos de la productora, pero la verdadera historia de Marty Mcfly tuvo que ser modificada por la falta de comprensión que pudiera generar su historia.

En 1985, la barriada de Los Naranjos de Jerez era testigo de la vida de un adolescente llamado Martín. El olor a puchero y el vapor de las ollas a presión eran algunos de los elementos esenciales de esta singular barriada jerezana. Martín era un chico normal de 17 años que disfrutaba jugando al fútbol con sus colegas en la plazoleta mientras soñaba con convertirse algún día en Gordillo. Durante su adolescencia comenzó a descubrir su pasión musical por El Tijeritas, Camela o un jovencísimo Bon Jovi.

En el colegio era un verdadero hacha. Alumno modélico del colegio público Sagrada Familia, llamaba la atención de todos sus profesores por la manera tan peculiar que tenía de memorizar las lecciones del día a día. Sus libros Anaya y las estampitas Panini eran los fieles acompañantes de su mochila.

Su madre Manuela trabajaba a destajo como cajera en el Simago además de echar varias horas de limpieza en el colegio San Juan de Dios. Tomás, padre de la criatura, era un hombre bonachón que se marchaba a las 7 de la mañana de su casa para trabajar como peón en la fábrica de botellas.

Martín, como joven curioso que era, destacó desde muy pequeño montando construcciones con el Mecano e incluso torretas mecánicas con el Tente. Los fines de semana trasnochaba con su colega Juan en El Cometa, lugar en el que jugaba partidas al futbolín mientras soñaban algún día con un autógrafo de Poyatos, un ídolo por aquella época que jugaba cada fin de semana con la zamarra del Xerez CD.

Todos los miércoles Martín acudía al cine Lealas para disfrutar de algunas de las películas en cartel. Cobra, Karate Kid, Conan el Bárbaro y Cocoon eran algunas de las joyas cinematográficas con las que disfrutaba este jerezano. Allí despachaba en el puesto de las chucherías Candelario, un jerezano entrado en años que después de estudiar un FP de electrónica en Los Salesianos, lo echaron de la pollería de La Serrana por exceso de vinagre en las papas aliñás que preparaba cada fin de semana.

Candelario era hijo de una familia que se había dedicado a la industria textil en Ubrique y tras cobrar la herencia de su padre Migué, decidió invertir el dinero en la compra de un Seat Málaga, por aquel entonces el coche de moda en España.

Tras dos semanas en las que a Candelario no se le vio el pelo por el cine Lealas, Martín se disponía a salir de casa para ir a clase cuando el derrape de un coche y el olor a rueda quemada se interpusieron en el camino del jerezano. Del Seat Panda salió Candelario ataviado con una bata blanca a ritmo de un cantante rapero llamado Tote King y pidiéndole ayuda a Martín.

-Martín, rápido, tienes que ayudarme. He conseguido crear una máquina del tiempo con este coche. Por medio de un condensador de reflujos y un antiguo Spectrum 128 K he unido las piezas necesarias para crear un portal en el tiempo y justamente alcanzando la velocidad de 180 podremos atravesar la barrera temporal.

-Menudo cochazo cabeza. Es impresionante lo que acabas de hacer. Es imposible eso que me estás contando.

-De verdad Martín, vamos móntate conmigo. Tenemos que viajar al futuro para intentar solucionar unos temas importantes en la ciudad. El Pendón desapareció hace años, la fábrica de botellas cerró y el Simago ahora es un Carrefour.

-¡Caracoles compadre!, no tengo ni idea de lo que me estás contando pero todo sea por ayudarte amigo.

Candelario pisó fuertemente el acelerador por la avenida de la Serrana dejando a su paso Valenzuela y el puesto de Diego el cuponero. Un destello de luz apareció para hacer desaparecer a nuestros dos protagonistas en el tiempo.

Los periódicos de la ciudad nunca quisieron hablar de aquel suceso por miedo a las represalias que pudieran tomar las productoras cinematográficas de Hollywood con respecto a los derechos. Spielberg era el rey Midas de las ganancias y no estaba por la labor de que se destruyera su imperio.

Juan El Escalichao fue testigo de aquel momento. Este elocuente jerezano afirma que "yo recuerdo estar sentado en un escalón con mi vasito cuando un rayo de luz me puso muy nervioso. Por un instante pensé que estaba soñando, pero por mi mare que aquello que vi era verdad. Nadie me suele creer cuando cuento estas historias".

El 2015 de Martín y Candelario es muy diferente al que la película reflejó en su día. Los coches no vuelan, se sigue usando la gasolina o el gasoil en vez de productos como la basura. Aunque la circulación no sea del todo correcta, en Jerez con el paso de los años se pusieron de moda unos elementos de circulación como las rotondas.

Cuando Martín ha llegado a la Plaza del Arenal y se ha bajado del coche, ve que el Ayuntamiento de su ciudad ha cambiado mucho. La tecnología estará omnipresente en las manos de todo el mundo a través de los teléfonos móviles; los walkman han dado paso a los MP4 o Ipods. Los Levis ya no están de moda, ahora se llevan los pantalones por debajo del calzoncillos mientras que las patillas jerezanas se han convertido en barbas hipster

Los monopatines voladores no existen, pero sí un carril bici que ha durado más que el camino de baldosas amarillas de Oz. La tienda 24 horas de Pepe ha dado paso a la de los chinos, donde te venden la leche Covap con unos fideos orientales. Quizás lo que menos le sorprenda a Martín sea que la famosa tienda de máquinas de escribir del centro sigue perenne como el primer día.

Tiempos pasados quizás fueron mejores, pero Martín ha regresado a Jerez para contemplar la imagen de un mundo que no tiene nada que ver con el diseñado por Robert Zemeckis.

Sobre el autor:

Borja García Tejero

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