Siempre recordaré su llama. Brindo por los que sueñan por más tontos que parezcan. Brindo por los corazones que sufren. Brindo por el lío que hacemos. Brindo por los que sueñan. Ella me dijo que un poco de locura es vital para darnos nuevos colores para ver. ¿Quién sabe a dónde nos llevará? Así que trae a los rebeldes, a las ondas de los guijarros, a los pintores, los poetas y las obras de teatro. Brindo por los tontos que sueñan por más locos que parezcamos. Brindo por los corazones rotos y el lío que hacemos”. Fragmento de la canción The fools who dream (La La Land).

Un piano, un hombre que porta un traje de chaqueta azul añil, contrastado con rojizos de una sala en penumbra. Dos manos que emiten melodías profundas y sinceras creando un espontáneo pentagrama conmovedor. Ése que nos mueve, repleto de sueños. ¿No es, acaso, una armonía, una pincelada, una palabra, un giro acompañado de un relevé, un fotograma, el amarillo de nuestros azules y grises? Expresión ceñida por pasión.

Nací y desde pequeña mi forma de comunicar se basaba en rayas y relleno. Antes de saber leer y escribir, ya regalaba dibujos por mis cumpleaños a mis compañeros, y mi tiempo libre se desenvolvía en talleres de pintura y veranos de historias abocetadas. Horas y horas disfrutaba de mi yo más interior y creaba, inventaba mundos indescriptibles haciendo florecer un enorme girasol que siempre necesitaba la luz para guiarse. Crecí rodeada de pigmentos y colores, paletas y olor a aguarrás, ese que su hedor abrasador me emociona profundamente.

Y es que el arte, cualquier rama fragmentada de un núcleo, es una droga que poco a poco te hace adicta y llega el día que la necesitas para poder alcanzar la felicidad absoluta. No es un trabajo cualquiera, no consiste en echar unas horas y apagar tu ordenador y seguir viviendo, no, éste, se apodera de ti, y nunca muere, te crea una necesidad exagerada de transmitirlo. Normalmente, el que desarrolla una capacidad artística, el nivel de exigencia, la inestabilidad de la autoestima y la avaricia por superarse forma parte del diario. Las personas que utilizan este lado del cerebro, esas que ven la vida diferente, encuentran un amor que no todos pueden alcanzar…

No sabría describir, lo que es crear algo y sentirte orgulloso de conmover al que tienes enfrente, sin palabras, o música, sin trazos, solo con el alma como brújula. A todo esto, se mezclan los sueños, son ingredientes esenciales que conforman un menú degustación agridulce repleto de logros y decepciones.

Como si de una religión se tratase, Mark Rothko citó: “La gente que llora ante mis cuadros vive la misma experiencia religiosa que yo sentí al pintarlos. Y si usted, tal como ha dicho, sólo se siente atraído por sus relaciones de color, entonces se le escapa lo decisivo”. Y es que el pintor que diseña su obra quiere emocionar, al igual que la música clásica eriza la piel con ausencia de vocablos, o el escritor que nos hace vivir aventuras sin experimentarlas físicamente haciéndonos viajar en una nave de puntos y comas.

Para lograr todo esto se necesita tiempo, ése, invertido en horas de trabajo y esfuerzo. Recuerdo el día que vi la película de la ciudad de las estrellas. Esa noche, lloré como una niña al sentirme tan representada en su argumento. Personas que abandonan su vida y toman decisiones decisivas para alcanzar sus sueños, algunos rotos, quebrados y desorientados, que solo buscan alcanzar el éxtasis emocional. Muchos vagan durante años en trabajos ocultando bajo el nombre de hobby su verdadera vocación.

Porque los sueños, sueños son. Y es que ya lo decía Calderón de La Barca, allá por el siglo dorado: “Una ficción, una sombra, una ilusión, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. El soñar es sentirse vivo. Sentirse… libre.

Nubes sobrepuestas al sol, pero un día, comienza a brillar, iluminando el cielo enmarcado, reservando los blancos para el futuro incierto, y entonces todo el trabajo atraviesa la bruma.

La sobreoferta desbordante de destreza encapsula la felicidad de una vida. Es largo y duro el camino, pero merece la pena. Encontrar esa complicidad en tu trabajo, esa unión casi mística hace que se olviden las piedras con las que tropezaste, porque luchar por conseguir nuestros sueños no debe caer en la cuerda floja. Somos lo que vivimos, y en nuestro disco duro tenemos una información valiosa que nos hace únicos e irrepetibles.

No caigamos en la normalidad y destaquemos por nuestras notas de color, esas mezclas que no se pueden copiar. Abandonemos el “qué dirán” y seamos nosotros. Las aspiraciones y la grandiosidad de sentirnos realmente vivos. Crea, pinta, baila, escribe, entrena el subconsciente para ser libre, que la cultura y el amor por lo que hacemos, es la única llave para poder crecer.

Seamos campos de girasoles entre verdes y azules de mareas de felicidad. Miremos como ellos, hacia arriba para recolectar luz que nos haga brillar entre el follaje. No te rindas, elimina las barreras estereotipadas y colorea tu vida con amarillo, ese color cálido y radiante que es el albor de un amanecer sincero y reconfortante… Busca tus sueños y jamás los abandones… No caigamos en la debilidad de conformarnos con un kit básico de supervivencia disponiendo de todo un arsenal infinito de herramientas para alcanzar nuestra quimera, allí donde los sueños se hacen realidad. ¡Leones anhelantes de saber!

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claudia vega

Claudia Vega

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