La voz de una universitaria sorda en clase que intenta "acceder a un mundo 100% oyente”

La comunicadora Silvia Suárez, de 31 años, comparte las dificultades que se ha encontrado a la hora de estudiar un grado y cómo se enfrenta a una clase del máster de Dirección de Empresas que cursa en la UCA

Silvia Suárez, estudiante sorda del máster de Dirección de Empresas en la Universidad de Cádiz.

Una tarde cualquiera en la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Cádiz, frente a La Caleta, un grupo de estudiantes del máster de Dirección de Empresas aprende Dirección de Marketing. En el aula resuenan palabras como experiencia de compra, consumidores o marca. Silvia Suárez Pérez, de 31 años, no percibe la voz del profesor, pero sí sabe de lo que está hablando. Frente a esta alumna, natural de Fuerteventura, una mujer imprescindible hace posible que pueda seguir la lección.

La gaditana María Sanromán, intérprete de lengua de signos lleva más de 10 años “diciendo cosas con las manos”. Gracias a ella, Silvia, sorda profunda de nacimiento, puede ser partícipe de la clase. La ILSE no lleva mascarilla y, la majorera, se la baja cuando quiere intervenir. “Si ella la tuviera puesta no podría, leo los labios, hay muchos signos similares y necesito la vocalización”, explica Silvia mientras dibuja sus sensaciones en el aire.

La intérprete María Sanromán frente a Silvia durante una clase.  MANU GARCÍA

“Yo no me separo de ella en clase, soy su voz, no me puedo despistar”, comenta María al mismo tiempo que lo expresa en lengua de signos. Ambas comparten una relación “muy bonita” que salta a la vista en un lugar donde Silvia es la única que vive en silencio.

La majorera se siente integrada y arropada, y asegura que sus compañeros le ayudan muchísimo, aunque al inicio del curso tuvo un percance. “Estuve dos semanas sin intérprete, me llevaba mi Tablet, pero funcionaba mal y yo no tenía paciencia, fueron interminables”, reconoce la estudiante, que finalmente se adaptó con aplicaciones online y subtítulos.

Desde que llegó María, está “pletórica”, sobre todo porque antes no le llegaba toda la información. Ahora, está encantada con ella y con sus compañeros, a los que reconoce mediante signos personales que les identifican. Por ejemplo, el de Fernando alude a su tono de voz. “Para mí es algo totalmente nuevo, me quedo fascinado con ella, se implica mucho y es muy participativa”, destaca este portuense, uno de los que forman un grupo “muy diverso” donde hay rusos, alemanes o cubanos.

La majorera participa en una clase del máster. MANU GARCÍA
María interpreta la explicación del profesor en la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de Cádiz. MANU GARCÍA

Su experiencia en la UCA es muy distinta a la que vivió años atrás cuando decidió estudiar Comunicación Audiovisual en la Universidad de Granada tras haber cursado Publicidad y Diseño Gráfico. “Allí me pusieron muy tarde a la intérprete y lo pasé fatal”, recuerda. Fue a finales de los 90 y, aunque había más estudiantes sordos por entonces, se tuvo que enfrentar a situaciones indeseadas. Silvia sentía que la accesibilidad todavía no había llegado al ámbito universitario.

“Un profesor me dijo que no tenía que estudiar comunicación”

“Me dolió mucho que el profesor de la asignatura de radio me preguntase por qué estudiaba comunicación si yo era sorda. Me dijo que tenía que estudiar otra cosa y me dejó fuera de juego, lloré muchísimo”, cuenta la majorera a lavozdelsur.es en un baile coordinado entre sus gestos y la voz de María.

Silvia tenía clara su vocación y no pensaba rendirse ante los obstáculos. “Yo podía hacerlo, no entendía por qué me bloqueaba”, expresa. Vivió un suplicio con el docente –“un poco cerrado de mente”-.

Silvia atendiendo en clase. MANU GARCÍA

“Yo no podía hablar, pero él me obligaba y tenía que esforzarme mucho para modular la voz, hablo raro”. Ella le proponía hacer los ejercicios a base de redacciones, pero no le daba la oportunidad de examinarse de otra forma. Así que llevó su caso al Decanato y logró que le evaluaran con pruebas. “Yo no paraba de intentarlo y él no paraba de ponerme pegas”, añade.

“Tengo toda la capacidad para hacer todo lo que me pidan”

Finalmente, Silvia terminó sus estudios, pero le costó siete años acceder al mercado laboral y “que alguien me diera el valor suficiente para poder trabajar”. Actualmente, es autónoma y lleva un año realizando varias funciones -docente y community manager- en IDendeaf, una empresa de producción audiovisual que crea contenidos de entretenimiento, divulgación cultural e información, usando como herramienta principal de comunicación la Lengua de Signos Española. Su idea es “aprender lo máximo para en un futuro poder dirigirla, si mi compañero Veru Rodríguez, el creador, no pudiera seguir, o acceder a otro trabajo”.

La estudiante durante la entrevista con lavozdelsur.es. MANU GARCÍA

Silvia es una luchadora nata y demuestra un afán de superación admirable a pesar de los baches que se interponen en su camino. En marzo comenzará unas prácticas en una empresa de marketing a la que tendrá que asistir sola. “Me gustaría que mi intérprete viniese conmigo. Yo puedo desenvolverme sola muy bien en una conversación uno a uno, pero en una reunión no me entero de lo que dice la gente”, comenta la estudiante a la que le “inquieta un poco” que esta empresa nunca haya contado con una persona sorda previamente.

Por ahora, intentará buscar una solución con la universidad y la empresa. Sin la intérprete, no puede profundizar en temas y solo podría expresarse a base de frases cortas. Silvia quiere demostrar que ella lo vale y que “tengo toda la capacidad para hacer todo lo que me pidan”.

Según explica desde la cafetería donde conversa con lavozdelsur.es durante el descanso de la clase, “la discapacidad solo lo pone en el papel, pero hay que quitar el dis- porque soy una persona viva, con mucha creatividad, que puedo ofrecer muchas cosas a la empresa”.

Lengua de signos. MANU GARCÍA

Segura de sí misma, con aplomo, la canaria lamenta los prejuicios que todavía existen en la sociedad y confiesa estar “muy cansada de las situaciones de protestas y quejas”. Su rostro refleja desesperación. “Llevo toda la vida intentando acceder a un mundo 100% oyente. Quiero evitar tener que depender de alguien”, sostiene.

“Quiero evitar tener que depender de alguien”

Su lucha se acentuó con la irrupción de la pandemia. Las bocas se taparon, dejó de descifrar labios y el único medio de comunicación pareció ser el teléfono. Silvia fue contacto estrecho de un positivo e intentó hacer una videollamada mediante SVisual -una aplicación para móviles que facilita la interpretación para personas sordas signantes. Su idea era signar con un intérprete para que se comunicara con el médico al no poder llamar a Salud Responde.

“No me lo cogían y fui al centro de salud, no me entendían con la mascarilla y tuve que enseñar mensajes escritos por el móvil”, explica. Acto seguido, le preguntaron por su familia, como si ella no pudiera desenvolverse sola. “No lo veían así y, al final, llamé a mi hermana Lara por videollamada”. Toda una odisea para que le hicieran una PCR.

Silvia y María en un momento del encuentro. MANU GARCÍA

“Realmente no hay conciencia, ¿qué hubiera pasado si me hubiera sucedido algo grave. Vale, soy sorda, pero, ¿no tengo derecho a la información?” se pregunta la joven a la que alguna vez le ha dicho directamente que utilice la vía telefónica cuando las oficinas estaban cerradas a cal y canto. “Por favor, que soy sorda, cómo voy a llamar. Todo el mundo dependía del teléfono y no había adaptación”.

Ella es una de las más de 41.000 personas reconocidas con un grado de discapacidad igual o superior al 33% diagnosticadas con déficit auditivo en Andalucía, según los últimos datos de los Centros de Valoración y Orientación de Andalucía. Unas manos que se mueven para hacerse oír y otras, en frente, para que estas se entiendan.

“El Gobierno debería pagar más a los intérpretes, es un trabajo doble de cabeza, oído, garganta y manos con un valor importantísimo”, dice Silvia lanzando una sonrisa a María.