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"Siria era un estado moderno, democrático, culto, abierto. Se ha convertido en un infierno”, cuenta uno de los refugiados en la provincia.

Ha visto cómo degollaban a uno de sus compañeros de clase acusado de ser espía del Estado. En la guerra de Siria, su país natal, ha perdido en los bombardeos a dos tíos y tres primos. Bashir Lahmid Mustafa, tiene 30 años, está casado y es padre de tres niños. Trabajaba como gerente de un restaurante. Ahora él y su familia son refugiados, acogidos por la organización social Accem. Vivía en el mejor país de la zona, sus vecinos les envidiaban. “Siria era un Estado moderno, democrático, culto, abierto. Ha habido un cambio total, se ha convertido en un infierno”, lamenta el joven.

Según Rodrigo Gómez, ‎responsable de la entidad en la provincia de Cádiz, los refugiados que acogen reaccionan de diferente forma. Unos, cabreados con la vida. “Imagínate que mañana aquí empiezan a caer bombas y tu vida se va al garete y tienes que coger tus cosas, ver morir a gente". También vienen tristes, y otros son más fuertes, se muestran esperanzados, con ganas de empezar una nueva vida”, explica. Además, para zanjar la polémica surgida a raíz de la acogida de refugiados teniendo en cuenta la crisis económica, subraya que estas personas, a diferencia de los españoles y jerezanos en situación precaria “ni siquiera tienen la opción de quedarse en su país a pasar hambre”.

El conflicto armado comenzó en Siria en junio de 2011 y a finales de ese mismo año llegaba a Raqqa, ciudad de Bashir, donde residían unas 200.000 personas. De la noche a la mañana no podían salir a la calle, sólo para lo imprescindible. Estaban controlados por el Estado Islámico y decidieron marcharse en 2012 a Turquía, muy cerca, porque ellos vivían próximos a la zona fronteriza. A día de hoy más de la mitad de la ciudad donde creció sencillamente no existe, “está destruida”, dice. Pero el detonante, lo que le hizo tomar la decisión de huir con su familia de ese “infierno”, fue una escena escalofriante. Cuando ya estaba en Turquía instalado se desplazó a su casa de Raqqa a tomar algunos enseres, pero no llegó a recogerlos. “De camino vi cómo fusilaban a una fila de adolescentes que no superaban los 16 años en la plaza Dovar Naim”, cuenta con la mirada perdida. “Ojalá algún día Siria vuelva a la realidad que vivimos nosotros antes de la guerra y mis hijos puedan verla”, anhela el joven sirio.

“Siria era un estado moderno, democrático, culto, abierto. Ha habido un cambio total, se ha convertido en un infierno”

Poco después toda la familia se marchó también de Turquía, donde al parecer tampoco son muy bien tratados, a pesar de que trabajaba como camarero. “Allí se aprovechan de la gente de fuera, abusan de los precios”. Antes, tuvo que reunir el dinero suficiente para realizar el viaje que les llevó de Turquía a Argelia donde nació su hija pequeña. Cinco meses más tarde se marcharon a Marruecos para, finalmente, llegar a Melilla. Allí pasaron tres meses en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CEI). “La experiencia en el CIE fue muy dura, hay gente de todo tipo y hay mucha gente”, cuenta el sirio, y Gómez precisa: Hay más de 2.000 personas en este CEI cuando la capacidad es de 500. Pudieron demostrar que eran refugiados sirios y les enviaron a Málaga. A partir de ese momento hubo un punto de inflexión: habían dejado atrás su país de origen, un largo y complicado viaje, una dura estancia en Melilla hasta encontrar acogida en Accem, organización que se hizo cargo de ellos.

Esta organización les ha reunido con parte de la familia que ya estaba bajo su amparo, en sus instalaciones ubicadas en una pedanía de Arcos. Pero no es fácil pasar página; no están todos. “Mi mujer sufre porque su madre permanece allí y no tiene medios para escapar”. Desde hace un año Bashir y su hermano se niegan a ver las noticias en televisión y apenas pueden conciliar el sueño, “aunque ahora en España hemos encontrado la paz”.La de Lahmid Mustafa es una de las familias refugiadas sirias acogidas más recientemente, sin embargo el responsable Accem en Cádiz aclara que no es algo nuevo, “llevamos dos años haciéndolo, toda la polémica ha surgido a través de la llegada de los mismos a Hungría”. Asimismo, se queja de que en las redes hay un aluvión de comentarios negativos ante la falta de información. Según Gómez, los países de Occidente, los ricos, sólo reciben a uno de cada 10 refugiados, el resto son acogidos por los países vecinos que suelen ser pobres. “Los que llegan aquí suelen contar con algunos recursos para poder desplazarse. Aquellos que no tienen recursos se ven obligados a permanecer en el país en guerra”. En el caso de Cádiz, deja claro que sólo quedan siete plazas de acogida.

Durante 24 meses la entidad social trabaja para que estas personas sean totalmente autónomas, y después de los dos años, posean exactamente los mismos derechos y deberes que los españoles, salvo el voto. En ningún caso, las arcas del Ayuntamiento de Jerez destinarán un solo céntimo para acoger a estas personas, “porque los fondos son derivados del Estado y la condición legal posterior a este periodo y a la finalización del conflicto depende del acuerdo que el estado español tenga con cada país de origen”, enfatiza Gómez.

Como el resto de los refugiados, Bashir se muestra agradecido con todo el pueblo español, “aunque tiene la cabeza en su Siria”. Después de las atrocidades de las que ha sido testigo, confiesa que aún cree en Alá. “Él no tiene la culpa, los hombres han creado los problemas, un virus ha entrado en el país. No hay que dejarse caer. Alá hará justicia”, asegura optimista.

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María Luisa Parra

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