“Ay mamá, no me lleves al colegio que yo no quiero estudiar, la verdad, yo quiero ser marinero como es mi papá”. La letra de este pasodoble de la comparsa Mañana es Carnaval parece haber sido escrita para Juan José Guerrero Rodríguez, un onubense que sueña con dedicarse a un oficio que cualquier joven de su edad rechazaría.
Ni influencer ni youtuber. A sus 16 años, quiere ser mariscador, coquinero, en definitiva, sumergirse en ese mar del que nunca se ha despegado. Recoger tesoros marinos a la luz del sol o la luna es la meta de este chico nacido en Isla Cristina que tiene muy claro cómo quiere ganarse la vida.
“Yo me quiero dedicar a la mar igual que mi padre y mi abuelo”, dice a lavozdelsur.es con decisión al otro lado del auricular. Su pasión le viene desde la cuna ya que nació en el seno de una familia marinera, como tantas que viven en esta localidad de Huelva con vocación pesquera.

Desde muy pequeño, el mayor de cuatro hermanos ha visto a su abuelo, a su padre, a sus tíos y a sus primos limpiar las redes, armarlas o remendar sus agujeros. Son ellos los que les han enseñado los entresijos de la mar. “Siempre estaban en casa cosiendo redes y me llevaban al muelle. He cogido esa herencia, mi padre ha estado en la almadraba y mi abuelo en el trasmallo. Estamos todos metidos”, comenta Juan José que empezó a mariscar con apenas 7 años.
"Mucha gente me veía en la playa y se quedaba flipada"
“Mucha gente me veía en la playa con un taladro y que quedaba flipada”, ríe el adolescente al que se le suele encontrar merodeando por las playas, esas en las que empezó con su primer rastro, de hierro -después un amigo mio me regaló uno de acero.
Poco a poco aprendió la pesca artesanal, le cogió el gusto y, cada vez que podía, se ponía el traje. “La verdad es que es mi hobby, no lo hago por necesidad, hay veces que me levanto por la mañana temprano miro cuándo es la bajamar y me voy a echar el ratito”, cuenta.
En sus redes caen coquinas, almejas o bocas que recoge en distintas playas. No siempre se desplaza a la misma, su destino depende de las mareas. Según explica, “cuando las mareas son de 100, con mucha agua y sin oleaje, nos vamos a Casita azul o frente al hotel Sol y Mar, y cuando son de 30 o 40, vamos a la playa del puente -playa de la gaviota”.
Con frecuencia, suele ir acompañado de un amigo, un vecino o su cuñado, pero también se atreve a ir solo. Y tras la faena, “lo mismo las vendo que me las como yo”. El higueretero asegura que en invierno acumula entre 10 y 12 kilos diarios mientras que, en verano, no pasa de los cuatro kilos.
"Es mi hobby, no lo hago por necesidad"
“A partir del mes de octubre hay más coquinas, no se por qué, por lo que se ve el calor entierra al marisco”, sostiene. Inevitablemente, su afán por mariscar ya ha llamado la atención de sus vecinos, que en más de una ocasión le han visto llegar a casa y se les ha antojado comer este molusco ovalado. “Por Facebook me han pedido muchas veces que vaya a coger coquinas y almejas”, dice Juan José que también ha llegado a pescar en lanchas por Ayamonte.
Nadie puede evitar quedarse observando a este joven que sorprende a todo el que se topa con él. “La sabiduría que tiene de las mareas y los bajos donde hay coquinas. A mi me dejó helado de lo que sabe de la mar”, comenta uno de los vecinos en redes sociales.
A Juan José no le importa alejarse de las tendencias actuales para seguir su propio camino. Tanto ama este oficio que quiere convertir su afición en su profesión y, pronto, se preparará para obtener el título de marinero.
Una decisión poco común en la actualidad. “Mucha gente me ha dicho que ha visto pocos niños con las ganas que tengo yo de trabajar. Dicen que ahora los niños de 16 años están muertos en vida, a otras cosas”, expresa.
"Mis amigos no quieren ir a la mar"
Él mismo no conoce a nadie que desee trabajar al compás de las mareas. “He hablado con ocho amigos y les he dicho que se apunten conmigo para sacarnos el titulo de marinero juntos, pero dicen que no, que ellos a la mar no van, que prefieren el campo”.
En cambio, en su mente solo están los tres buques que tiene su familia en Islantilla, esos momentos entre redes y las horas en la orilla ataviado con el rastro. Está a punto de entrar en 3º de la ESO, pero en su cabeza pulula ese sueño marinero. Una ilusión que lleva por bandera y por la que luchará este año.
“Voy a estudiar para el folio, no creo que siga en el instituto, pero a ver que dicen mis padres”, dice. Su objetivo está definido, ahora queda, alcanzarlo. Ganas no le faltan. Lo lleva en la sangre.


