La reflexión de una madre que perdió a su hijo de diez años por "terrorismo escolar"

Hace cuatro años y un mes, la vida de Idoia Gil quedó marcada por una tragedia como consecuencia del "maltrato institucional"

Alejandro perdió la vida con diez años en septiembre de 2021.
30 de octubre de 2025 a las 23:45h

Idoia Gil perdió a su hijo Alejandro, de diez años, en 2021. Desde entonces, su vida quedó marcada por una tragedia que define como consecuencia del “maltrato institucional y el terrorismo escolar” que el pequeño sufrió. Cuatro años después, Idoia ha vuelto a alzar la voz con una profunda reflexión sobre la violencia escolar, los suicidios infantiles y la falta de respuesta de las instituciones ante una realidad que sigue cobrándose vidas.

En un mensaje publicado en sus redes sociales, esta madre denuncia la inoperancia del sistema educativo y la ausencia de un plan nacional contra el acoso. “Se infringe a los diferentes, superdotados, TDA, TDAH, Autismo, TGD... Los niños machacan, los docentes machacan y permiten con sus obras que otros les sigan”, escribió. Según sus palabras, en 2021 cuatro menores de diez años se suicidaron por acoso o maltrato escolar, y en 2025 el suicidio “es la primera causa de muerte en menores de 15 años”.

Una llamada urgente a la conciencia social

En su reflexión, Idoia cuestiona con crudeza la indiferencia colectiva ante esta situación. “¿Para cuándo el pueblo va a exigir a sus dirigentes que pare este maltrato hacia los niños?”, se pregunta, reprochando que la sociedad parece “demasiado preocupada por quién gana el Mundial o quién muere a 6.300 kilómetros de España”. Con tono desgarrado, denuncia que en los centros educativos “se practica el terrorismo escolar” y se permite que algunos docentes “griten, vejen y maltraten” a los alumnos.

Su mensaje también apunta a los profesionales sanitarios y sociales que, en su opinión, han contribuido al sufrimiento de muchos menores. “A cuántos pediatras, psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales vamos a permitir que les digan a nuestros hijos que la culpa es suya o que no es para tanto cuando nuestros hijos se mutilan”, escribió. Y añadió con indignación: “¿Qué tiene que pasar para que los jueces crean?”.

La madre lamenta que a menudo los menores reciban mensajes que los responsabilizan de su propio acoso, recordando frases habituales como “tienen que aprender a defenderse”, “que no sean chivatos” o “que aprendan a solucionar sus problemas”, expresiones que considera inaceptables cuando se trata de niños de apenas siete o diez años.

“Por favor, ¿puedo no ir al colegio mañana?”

Idoia detalló los últimos días de su hijo, recordando con precisión el sufrimiento que precedió a su muerte. “Mi hijo Alejandro, de 10 años, se quitó la vida en septiembre de 2021. Lo último que me dijo fue: ‘por favor, ¿puedo no ir al colegio mañana?’”, relata. Explica que el niño “tenía problemas con una profesora que le acosaba e intimidaba delante del resto de la clase”, y que aquel hostigamiento “fue el detonante”.

La madre subrayó por entonces la necesidad de un plan estatal contra la violencia en los centros educativos, que incluya atención psicológica “por parte de un profesional ajeno al centro” para tratar a las víctimas. Alejandro, recuerda, estaba en tratamiento por depresión y la familia había pedido ayuda al colegio para que no coincidiera con la docente, pero “a pesar de que nos prometieron que así sería, este año le volvió a tocar con ella”.

Según su testimonio, Alejandro era un niño con altas capacidades y “una sensibilidad extraordinaria”, pero la profesora lo trataba “como si fuera inferior al resto”, provocando que se aislara y se retrajera. “Hizo que la estancia de Alejandro en sus clases fuera un infierno”, afirma. Pese a las peticiones reiteradas, el centro no intervino. “Pedimos plaza en otro colegio, pero nos la denegaron. El director nos pidió que no le cambiáramos de centro y nos aseguró que este año no la tendría, pero nos mintió”.

El relato de Idoia refleja también el contexto familiar en el que se desarrollaron los hechos. Ella misma enfrentaba un diagnóstico de cáncer, lo que dificultó su capacidad para trasladar al niño a otro centro. “No tenía fuerzas para cambiarle a un colegio que estuviera muy lejos de casa”, explica. El día de su muerte, su hijo le pidió tres veces no ir al colegio. “Yo le decía: ‘cariño, tienes que ir’. Le veía contento, hablaba de la ilusión que le hacía empezar el nuevo curso, le gustaba estudiar. Solo quería no ir a clase de esa profesora que le había hecho la vida imposible". 

Sobre el autor

Rubén Guerrero

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