"Hay más bajas de desactivadores de explosivos en España que por culpa del ISIS o de la guerra de Irak"

El teniente José Manuel Candón tiene un ojo de cristal, solo conserva un 20% de visión en el otro, perdió audición y presenta un 79% de discapacidad tras sobrevivir a una explosión durante unas prácticas de la Marina con material defectuoso. Nueve años después sigue esperando que se haga Justicia

José Manuel Candón, tras la entrevista con lavozdelsur.es. FOTO: MANU GARCÍA
José Manuel Candón, tras la entrevista con lavozdelsur.es. FOTO: MANU GARCÍA

“Ya no confío en la Justicia Militar”, dice José Manuel Candón (Medina Sidonia, 1976), mientras cuenta su historia en el salón de su vivienda de Chiclana, donde se trasladó hace dos décadas para estar más cerca del Tercio de Armada de San Fernando, donde empezó su carrera militar en 1995. Una explosión fortuita la interrumpió en 2011. Ese día murieron cinco compañeros, tres de ellos pertenecientes al Ejercito de Tierra y dos al cuerpo de Infantería de Marina. Otros dos —uno de ellos, José Manuel— fueron heridos de gravedad y sobrevivieron, pero con graves secuelas. Él perdió el ojo derecho —tiene una prótesis de cristal—, en el ojo izquierdo conserva un 20% de visión, ha perdido audición, tiene metralla en brazos y pecho y presenta un 79% de discapacidad.

El 24 de febrero de ese año, José Manuel —más conocido como Pepe Candón— se encontraba en Hoyo de Manzanares, una localidad madrileña donde se encuentra la Academia de Ingenieros del Ejército, y donde tenía previsto realizar unas prácticas de desactivación de explosivos con militares del Ejército de Tierra y de Infantería de Marina. Estaban manejando unos 58 kilos de explosivos que, años después, supieron que se encontraban en mal estado.

Unos meses antes del accidente que terminó con la vida de cinco militares especialistas en desactivación de explosivos, que tenían entre manos ocho minas contra-carro y diverso material explosivo de distinta índole, un informe técnico del Ejercito de Tierra determinó que los artefactos eran “inútiles” —lo que en el argot militar se conoce como estado 40—. El manual técnico MT7-023, considerado la referencia para los Tedax (Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos), explica que “no son aptos, en su estado, para ningún tipo de empleo debido a su peligrosidad”.

“En el mundo de la desactivación de explosivos no puedes improvisar”, explica Pepe Candón durante la entrevista con lavozdelsur.es. “Todo va al milímetro”. Por eso, las tardes anteriores a la práctica había puesto en conocimiento de sus superiores toda la información sobre la actividad que iban a realizar. “El terreno donde trabajamos tenía cráteres. Había tres: dos para Infantería de Marina y otro para el Ejército de Tierra. Yo estaba en medio controlando”, cuenta Candón. Dos militares estaban apilando unas minas sobre otras cuando detonaron.

“Solo recuerdo unos minutos después de la explosión, hasta que vino el helicóptero del Summa (Servicio de Urgencias Médicas de Madrid). Para mí esos minutos fueron agónicos, es como si te atropella un camión, sientes un golpe fuerte, te zumba todo, no ves, te duelen los ojos, las manos, estaba quemado…”, relata Candón. “En aquel momento estando en el suelo se me pasa por la cabeza que no quería quedarme inválido. No sé qué tiempo pasó. Notaba que las manos eran como de gelatina. No veía y no oía. Tenía al médico zamarreándome y no lo escuchaba. No paraba de llamar a mis compañeros y ninguno me contestaba. Me decían que todo iba bien. ¿Tú te crees que yo soy gilipollas?, le dije a los médicos. Me había dado cuenta de lo que había pasado”.

Candón, con la documentación que acredita el mal estado de los explosivos que manejaron. FOTO: MANU GARCÍA

Candón, que ha pasado por quirófano en 35 ocasiones —ojos, oído, estética, maxilofacial, extracción de metralla—, acumula más de 600 días de baja, aunque no ha sido suficiente para percibir una indemnización por las secuelas sufridas durante la práctica militar con material defectuoso. “Se nos denegó —cuando era ministro de Defensa el popular Pedro Morenés— alegando que la pensión de invalidez era nuestra indemnización por accidente”, cuenta el teniente, que pasa los días pensando en la injusticia que lleva nueve años soportando. Un “atentado laboral”, como él mismo lo define.

“Más de 2.000 folios de instrucción y casi 365 días después de nuestra última petición por escrito al Juzgado Togado, en la cual solicitábamos una serie de actuaciones y pruebas documentales a la Justicia Militar, aun así siguen sin pronunciarse al respecto”, señala en un escrito dirigido recientemente a los medios de comunicación. “Mención aparte merece la Fiscalía Militar ausente en todo momento y de manera pasiva excepto para situarse en nuestra contra como segundo Abogado del Estado oponiéndose a nuestros escritos y sin intención alguna de esclarecer lo sucedido”, agrega.

Pepe Candón, desde que estaba en el instituto, tenía claro que quería ser militar. “Estudiaba porque en los 90 tus padres querían que estudiaras, pero les dije que en cuanto cumpliera 18 años me alistaba”. Entonces, confiesa, no conocía ningún cuerpo, por lo que se decidió por la Marina, que le pillaba cerca de casa. “Empecé de soldado, tuve dos misiones en Bosnia, cuando vine me presenté a cabo, luego a suboficial, me pegué cuatro años para sargento y luego me dijo mi mujer que me presentara para ser oficial”, relata. “Siempre había querido ser desactivador de explosivos”, apunta. Y lo consiguió.

Su vocación militar hace que se sienta muy “decepcionado” con la Justicia militar. “Defraudado, traicionado… es como si tus padres te echaran de tu casa”, describe. “No conozco otra cosa que el Ejército”, señala. Por eso no entiende que lo hayan abandonado. “470 semanas después los hechos aun no son constitutivos de delito, nueve años después las diligencias previas no han sido elevadas a sumario, siendo éste el procedimiento más adecuado para el esclarecimiento de lo sucedido, a pesar de la petición de los afectados personados en la causa”, explica Candón.

Candón perdió un ojo y conserva un 20% de visión en el otro. FOTO: MANU GARCÍA

Un archivo, varios recursos, una reapertura y las decenas de pruebas documentales y periciales aportadas, “al parecer no son suficientes para que se empiecen a tomar medidas judiciales contra los responsables de la muerte de cinco militares”, además de las graves secuelas sufridas por Candón y por el brigada González. El dolor se incrementa por el “maltrato” recibido por el Ministerio de Defensa —liderado desde entonces por Pedro Morenés, María Dolores de Cospedal (PP) y Margarita Robles (PSOE)—, “que siempre consideramos nuestra casa, nuestra familia, nuestra vida, la institución que ahora nos somete a una orfandad tutelar con su indiferencia, abandono, y con una falta de empatía más que reseñable”.

“Jamás hemos podido entender y no queremos creer que ese material no haya pasado las pruebas”, dice Pepe Candón, quien no entiende por qué los explosivos que manipularon, declarados inútiles, “no se destruyeron, como manda la normativa. Se saltaron la norma y nueve años después aun no hay culpables”, insiste. “Las prácticas son seguras siempre que el material que te den esté en condiciones. Cuando trabajo con un material tengo que confiar en la cadena logística que me lo entrega”, añade.

“Hay más bajas en territorio nacional de desactivadores de explosivos que en el extranjero por culpa del ISIS, de la guerra de Irak o de cualquier actividad”, dice Candón. En la última década han fallecido más de una decena de profesionales en accidentes con artefactos explosivos. Un suboficial de los Tedax en Valdemoro (2010), otro suboficial del Ejército de Tierra en Zaragoza (2011), tres suboficiales en Almería (2013) y un guardia civil en Almería (2015) se suman a los cinco víctimas del Ejército de Tierra y Marina en Hoyo de Manzanares (2011). “Han muerto más especialistas en desactivación de explosivos en territorio nacional en prácticas que fuera de nuestras fronteras con artificios reales”, insiste.

Un detalle de las manos de Pepe Candón. FOTO: MANU GARCÍA

El deporte como vía de escape

Pepe Candón, ahora, se dedica a tres cosas fundamentalmente: a su familia, a practicar deporte y a pensar en que llegue el día en que se haga Justicia. “Es inevitable darle vueltas a la cabeza, te sientes vapuleado”, expresa, pero en el deporte encontró, más que una distracción, una motivación. Amante del ciclismo, el exmilitar cuenta que nunca había practicado triatlón.

Y empezó por todo lo alto, apuntándose a una prueba de las denominadas XTerra: 1.500 metros nadando, 35 kilómetros en bicicleta y diez kilómetros de trail de montaña corriendo. Triatlón cross extremo. El paratriatlón, dirigido a personas con discapacidad, son 500 metros de natación, doce kilómetros en bici y tres corriendo.

“Empezamos con un triatlón cross extremo de montaña y se nos fue de las manos”, dice Candón, en plural, porque tiene que ir acompañado de un guía por su falta de visión, Jonathan, su entrenador personal. Desde que empezó a competir, hace cinco años, ha ganado cuatro campeonatos de Europa, un campeonato del mundo, tres de España y otros tantos de Andalucía, en distintas modalidades.

“Te mantienes activo porque no solo tienes que entrenar, tienes que conseguir dinero para competir. El año del mundial nos gastamos 14.000 euros”, señala. Aunque empieza a estar “un poco cansado”, porque “parece que vas mendigando, me sabe mal ir pidiendo y me quita mucho tiempo”. De momento seguirá compitiendo y conservando trofeos y recuerdos. En una estantería de su casa conserva con mimo un ejemplar del Marca de abril de 2019, cuando compartió portada con Messi. La próxima vez que aparezca en una portada de prensa espera que sea para celebrar que se ha hecho Justicia.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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