Marina, la vuelta al cole con discapacidad visual: "Ya no puedo ir tocando la pared"

La pequeña, con discapacidad visual, estudia 5º de Primaria en el CEIP La Barrosa de Chiclana gracias a su profesora María Jesús Gómez, una profesional de la ONCE que la apoya en clase

Marina Camacho, con su profesora Susa Gómez, leyendo en braille. FOTO: MANU GARCÍA
Marina Camacho, con su profesora Susa Gómez, leyendo en braille. FOTO: MANU GARCÍA MANU GARCÍA

Cuando Marina Camacho, de diez años, entra la sede de la ONCE de Chiclana, su profesora María Jesús Gómez, a la que todos conocen como Susa, le dice que apunta el abrazo y el beso que no se pueden dar ahora, para saldar la deuda cuando el virus solo sea un mal sueño. “Tengo una lista para darnos todos estos achuchones cuando esto acabe”, explica. Marina es una de las 238 estudiantes con discapacidad visual de la provincia de Cádiz, 1.757 en toda Andalucía, que ha comenzado el curso más difícil de sus vidas. “Tenía muchas ganas de volver al cole”, confiesa Marina, porque ha echado de menos a sus compañeras y compañeros, y también las materias que recibe.

“Me gusta mucho estudiar”, dice la pequeña, que a sus limitaciones visuales tiene que sumar la imposibilidad de tocar las paredes de los pasillos para orientarse, como hacía normalmente. “Ya no puedo ir tocando la pared, ahora lo hago con el codo y con el bastón”, repite de memoria, ya que es una de las instrucciones que le ha dado Susa para este curso, que es una de las profesoras de los equipos específicos de atención educativa de la ONCE en Chiclana. Ella acompaña a Marina tres veces por semana en clase. “Me siento a su lado y organizamos el día, pero este año va a ser muy complicado, no me puedo sentar porque las clases son tan pequeñas que rompo la distancia de metro y medio”, explica la docente.

Marina está en 5º de Primaria del CEIP La Barrosa de Chiclana, donde se ha reconvertido la biblioteca en “un gran y suntuoso comedor”, en palabras de la pequeña, y se rota en los recreos para que cada grupo de alumnos ocupe una zona cada semana. “Ahora no jugamos a balón”, cuenta, como otra de las cosas que han cambiado este curso. “Pero Marina se adapta a todo”, agrega su profesora. “La primera instrucción que dimos a los pequeños con problemas visuales es que se laven las manos entre las piernas, para evitar caídas del gel hidroalcohólico en clase”, reseña, y así lo hacen Marina y el resto de alumnos con discapacidad visual que atiende Susa, un total de ocho este curso.

Durante el confinamiento, Marina estuvo realizando tareas en casa, con la ayuda de sus padres y de una profesora de apoyo. “Hemos sido periodistas”, dice emocionada la joven, ya que entre los alumnos de la ONCE elaboraron un telediario en el que ella se encargó de la información tiflotécnica —sobre aparatos que suplen la discapacidad visual y ayudan a comunicarse—, explicando qué es una línea braille. Pero su verdadera vocación es ser profesora de inglés. Para ello estudia en una academia. “Hay que estudiar un montón”, expresa, “cuando sea mayor aprenderé más”.

María Muñoz, la madre de Marina, recuerda que “el confinamiento fue agobiante al principio”, ya que “al ser todo online, y muy visual, se complica el triple para ella”. Eso sí, destaca que su hija es “muy autónoma” y que aprende a manejar aparatos tecnológicos con facilidad. “Ella escribe de tres maneras, con su Perkins —una máquina mecánica que permite la escritura en braille—, en la línea braille conectada al ordenador y durante el confinamiento ha aprendido a escribir con el teclado, en apenas tres días”. María la ayuda con sus clases de inglés —“es muy visual y tengo que explicarle qué aparece en las fichas”— y con los materiales adaptados que utiliza en clase, que prepara Susa, “pero ella me ayuda porque es una madre muy apañada”.

En clase, a Marina le mandan leer dos libros por trimestre, que Susa le adapta al braille. Aún te quedan ratones por cazar, le trae, y la pequeña empieza a leer. O La pulga Leocadia, que asegura que le encanta, mientras toca diversos objetos que tiene entre sus páginas, como un botón, unos vaqueros o un tenedor, cuya textura aprende a diferenciar gracias a estos libros. “Ella necesita mucha ayuda”, dice María, madre de la pequeña. “Sus manos son sus ojos y tiene que tocarlo todo, pero ahora no se puede tocar nada”. “Marina está en un mundo de videntes y tiene que defenderse entre videntes, pero en el cole de la ONCE se juntan niños en las mismas condiciones y todos comprueban que los demás pueden hacer vida normal, aprende unos de otros”, explica Susa, quien lleva 34 años trabajando para la ONCE y es la responsable del plan covid de un equipo de docentes. “Para ella todo es en relieve, lo tiene que tocar todo, por eso no tener contacto físico es muy complicado”, agrega.

María Muñoz, Marina Camacho y Susa Gómez, en la sede de la ONCE de Chiclana.
María Muñoz, Marina Camacho y Susa Gómez, en la sede de la ONCE de Chiclana. 

Susa añade: “Nuestra labor es ayudar al niño y al profesor, si está explicando algo buscamos recursos para que los pequeños lo entiendan, pasándolo a braille, haciendo que escriba con tiza blanca para que se vea mejor o instándole a que diga en alto lo que va escribiendo”. Las profesoras valoran al alumnado con discapacidad y elaboran una propuesta de intervención que aplican de forma individual, dependiendo de su situación. El 99% de estos estudiantes están matriculados en centros ordinarios, por lo que hay 15 maestros itinerantes de la Junta de Andalucía —cinco de los cuales son de la ONCE— en la provincia de Cádiz realizando esta labor. A nivel andaluz son 118 profesores, 430 en toda España.

Los profesores de la ONCE han recibido para este curso una formación dirigida a reforzar sus competencias digitales para el apoyo de la escuela a distancia, ya que más del 40% de los 1.757 estudiantes andaluces con discapacidad visual recibirá una formación semipresencial. “Haremos apoyos virtuales por la tarde”, cuenta Susa Gómez, quien visita varias centros durante la semana. “Los niños son los que mejor cumplen las normas”, cuenta, y pone de ejemplo a Marina. “A ella le das una instrucción y de ahí no sale”.

Marina, mientras dura la charla, va tocando los relieves de los libros que le ha dado Susa. Un árbol, una montaña, un pico nevado, las capas de la tierra… “Qué suave”, dice la pequeña, que no para de hablar. “Es su forma de mantener el hilo de la conversación, para no perder la referencia con las personas que tiene cerca”, cuenta su madre. María dice que, para ellas, “la ONCE lo es todo, porque te sientes apoyada, te orientan… No tenía con quién comparar a mi hija, ni sabía cómo ayudarla. No sabía la labor que hacía hasta que lo viví, es una labor muy bonita”. Susa se sonroja y afirma: “Es un trabajo precioso, ves avances y también retrocesos, pero es muy gratificante”.

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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