Lucía y Ginny, las inusuales compañeras de trabajo que cambian la vida de niños con cáncer o presidiarios

Lucía Becerra y su perra son miembros de Perruneando y ayudan, desde su sede en Puerto Real, a las personas creando un vínculo entre los animales y las personas para lograr una mejoría social

Lucía Becerra y su perra Ginny, en días pasados.
Lucía Becerra y su perra Ginny, en días pasados. MANU GARCÍA

El ambiente cambia cuando Lucía Becerra (26 años, Puerto Real) y su perra Ginny entran en cualquier sala. La energía se siente diferente. Ambas se han convertido en compañeras de vida, pero también de trabajo y, conjuntamente, son miembros de Perruneando: una asociación especializada en educación canina y en asistencia con perros. La joven trabajadora social lleva la sede de Cádiz junto a su amiga peluda. En su labor, se encargan de estimular y crear vínculos y ayudar a las personas a través del contacto con animales.

Lucía y su mejor amiga, la pequeña Golden retriever que llegó a su vida hace cuatro años, trabajan codo con codo en cambiar la vida de las personas, desde niños de la Unidad de Oncología hasta presidiarios. “La intervención asistida con perros se basa en la interacción y el vínculo que tenemos los seres humanos con los animales y que nos permite llegar de forma mucho más fácil a los usuarios”, narra Becerra. La parte profesional la lleva a cabo ella, pero Ginny funciona como “el lubricante social”: “El perro no hace magia, no cura. Es muy importante tenerlo en cuenta porque nuestro trabajo se está profesionalizando”.

Lucía Becerra y su perra Ginny.  MANU GARCÍA
Lucía Becerra y su perra Ginny.  MANU GARCÍA

“Nos dedicamos a presentar proyectos en diferentes sitios: colegios, prisiones, centros para mayores, hospitales, etcétera. El perro es el mediador, nos hace conectar con las personas porque el humano tiene necesidad de cuidados. Entrar con un perro en un contexto que está prohibido ya hace que llame la atención. A lo mejor, si entro un día en un centro de menores y ese día están revueltas, no gritan porque saben que Ginny se pone fatal. Lo hacen por ella, no por mí”, cuenta Lucía.

Lucía Becerra trabajando con Ginny.
Lucía Becerra trabajando con Ginny.   MANU GARCÍA

Ahora mismo trabaja en el centro de Afanas de El Puerto con adolescentes de entre 12 y 17 años: “Ellos me dicen qué necesitan y hacemos diferentes terapias en base a ello”.  “No es lo mismo que yo llegue y diga ‘hola, soy Lucía y soy trabajadora social’ a que yo llegue con Ginny”. Además, es importante su formación porque “no todos los perros valen”: tienen que disfrutar de lo que hacen y siempre se tiene que salvaguardar su bienestar. Uno de los factores principales es la educación del perro, fuera de castigos físicos ni psicológicos. "Los buenos tratos priman y a partir de eso trabajamos con los usuarios”. Es una de las bases de la educación de bienestar animal, enseñar las buenas conductas a través del trato con los animales.  

LUCIA PERRUNEANDO 3
Lucía Becerra y su perra Ginny.  MANU GARCÍA

Ofrecer alegría, la base de la terapia con niños con cáncer

No hay sitio en el que Ginny no levante el ánimo, aunque algunos usuarios sean más duros que otros porque no todos los contextos son los mismos. Algunos erizan la piel más que otros y hacen que sientas que tu profesión vale la pena. Uno de los proyectos que Lucía llevaba a cabo era con la Unidad de Oncología del Hospital Virgen del Rocío en Sevilla: “Un día que me marcó mucho fue el primero que trabajamos allí. Todo era muy riguroso y yo tenía miedo de la reacción de los niños y de Ginny. Creía que iban a estar muy revueltos y que tendría que estar constantemente leyendo las normas y controlando a la perra”.

“Cuando entré allí me encontré otro panorama. Los niños estaban muy apagados por los tratamientos, no era lo que pensaba que me iba a encontrar. Ginny en ese momento tenía dos años y creía que se iba a poner muy efusiva porque ella siempre entra dando rabazos y se tira encima de la gente. Pero entró de forma delicada, olió a todos, olió sus vías, se tumbó a sus pies y allí se quedó”, narra la trabajadora social. “Ella los olió y lo entendió. Comprendió la situación”, añade. Ginny se hizo una con el ambiente y trató con la delicadeza de un profesional a los niños.

Lucía Becerra: "El objetivo es que desconecten después de estar en el hospital tantos días"

La suavidad de sus gestos y la reacción de los niños no solo emocionaron a Lucía, que miraba embobada la sensibilidad de su mejor amiga peluda, sino a la de los padres que miraban a través de las ventanas. Los niños estaban sin medicación una hora, los padres no podían entrar: “Algunos estaban llorando y decían ‘mira a mi hijo, se ha levantado y está jugando, normalmente no quiere hablar con las enfermeras ni salir de la cama y está haciendo las actividades porque está Ginny”. Entre las anécdotas en la terapia cuenta que un niño de tres años intentó pasar por el aro porque tenía que introducir al perro y se le olvidó que llevaba puesto el gotero. “Con esos niños ese es el objetivo, que desconecten después de estar en el hospital tantos días. A él se le olvidó completamente donde estaba”.

LUCIA PERRUNEANDO 1
Lucía Becerra y su perra Ginny.   MANU GARCÍA

Diferentes contextos: terapia con presidarios

Uno de los grandes retos a los que la portorrealeña tuvo que enfrentarse fue en el centro de penitenciario Las Palmas 1, en las Palmas de Gran Canaria, donde trabajó en el bloque de salud mental. “Cuando trabajamos con ellos no se dan cuenta de lo que están haciendo. Le decimos que vamos a enseñarle cómo educar un perro en el método cognitivo emocional, que es en el que trabajamos nosotros. No hay violencia, no hay gritos por las buenas”.

"Con el método cognitivo-emocional no hay violencia, no hay gritos por las buenas”

Ginny a veces hace de las suyas y, aunque en general cuenta que es “una perra muy sensible”, a veces deja en evidencia hasta a su compañera. “Estuve enseñándole el recorrido de Agility, a hacer saltos y zic-zac, pero ella es una perra muy divina como para hacer eso. Cuando llegué avisé de que no iba a saltar, para que no se sintieran mal con ellos mismos. Sin embargo, cuando llegó al punto de la mano de uno de ellos, lo hizo. Se puso muy contento porque lo había conseguido hacer con él, había conseguido lo que yo había intentado durante un mes”, cuenta entre risas.

Aún le quedan sesiones, historias y anécdotas por recorrer a este dúo tan particular. Si dicen que el perro es el mejor amigo del hombre, para Lucía su perra traspasa esa barrera: se entienden con la mirada, no les hace falta palabras para compenetrarse. Ambas, desde su delegación en Cádiz de Perruneando, no solo comparten cada momento de su vida, sino que ayudan, alegran y mejoran a la sociedad de la mano —o de la pata—. 

Sobre el autor:

WhatsApp Image 2021 10 18 at 21.02.22

Lucía Velázquez

Natural de Sanlúcar de Barrameda, estudió periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Aprendió el oficio entre las paredes de la redacción de Europa Press y luego pasó a seguir creciendo en el diario Público. Especializada en temas de feminismo, migración y fake news, cree en un periodismo comprometido con el derecho a una información veraz a través del respeto de testimonios, las fuentes y la empatía.

...saber más sobre el autor

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído