La familia de feriantes de la noria de El Puerto no paró ni en la Guerra Civil: "No hemos conocido un año en blanco"

Francisco, uno de los trabajadores de la noria instalada en El Puerto. FOTO: JUAN CARLOS TORO
Francisco, uno de los trabajadores de la noria instalada en El Puerto. FOTO: JUAN CARLOS TORO

Cada noche un juego de luces de colores ilumina la margen izquierda del río Guadalete. Una noria de 54 metros de altura con 48 cabinas móviles semicerradas y un aforo de cuatro personas cada una se alza a la entrada de El Puerto para ofrecer vistas panorámicas de la Bahía de Cádiz. La atracción que revive la esencia de la calle del infierno junto a las instalaciones del espacio de ocio Soko Puerto es la única fuente de ingresos de Francisco.

Este feriante procedente de Úbeda y es propietario de un barco vikingo y de un Gigant. “Aunque principalmente mi zona es la del norte, yo ahora mismo tendría que estar en la feria de Ceuta y luego estaría camino de Torrelavega”, lamenta, mientras muestra fotos de ambas atracciones guardadas en la nave.  “No puedo sacarlas y no puedo trabajar, por ley, pero los impuestos me siguen llegando y tengo a tres trabajadores en ERTE”, resopla un hombre que este año no ha tenido más remedio que sumarse al negocio de su primo para salir adelante.

La crisis sanitaria ha paralizado la actividad del 95% del sector ante la cancelación de las ferias y las fiestas. Sin embargo, los siete trabajadores de la noria Giant Wheel Mirador, que “ha sido la noria Sánchez de toda la vida”, forman parte del 5% restante que se mantiene activo. “Somos unos privilegiados porque podemos trabajar tal y como está la situación actual, ningún ayuntamiento de España está consistiendo instalar atracciones”, reconoce Francisco.

La noria, que fue construida en 1991, es todo un clásico del ocio familiar. Su imponente estructura, renovada en varias ocasiones, ha estado instalada en Sevilla, Jerez, Málaga, Albacete, Gijón, Vigo y hasta en las islas Canarias. También ha viajado a Marsella, al sur de Francia, pero “no es la noria de París”, como se vendió al inicio del verano. Francisco enseña imágenes de la rue parisina alegando que “tiene la misma altura, pero esta es más bonita en cuanto a iluminación”.

Vistas desde una de las cabinas de la noria. FOTO: MANU GARCÍA

A su vez, ha alzado la voz frente a la polémica desatada con respeto a su licencia. La oposición estaba convencida de que la atracción abrió sin ella, mientras que el Ayuntamiento defendía a capa y espada que sí poseía la documentación necesaria para su montaje. Francisco asegura que la noria cuenta con la licencia tramitada, “podemos funcionar perfectamente, la noria es segura y tiene todos sus permisos en regla como en cualquier otra feria, nosotros estamos tranquilos porque hemos seguido todos los pasos y nunca hemos tenido problemas de licencia ni de nada”.

Él tiene muy claro que una atracción de este tipo no se puede instalar por las buenas. “Cada uno es muy libre de organizar el revuelo que quiera, a nosotros nos contratan, cumplimos con nuestro contrato y ya está”, añade el que en un año normal vive con el dinero que recauda en los ocho meses en los que trabaja de feria en feria, desde abril hasta noviembre.

Por otra parte, el feriante jienense no entiende que haya recibido un anuncio de la Comunidad de Madrid “diciendo que no se puede celebrar ninguna feria y al día siguiente el consejero inaugure el parque de la Warner, si las atracciones son las mismas y cumplen las mismas normas de seguridad”.

Desde el primer momento, los trabajadores han establecido estrictas medidas de seguridad para velar por la salud pública y evitar la propagación del coronavirus. La noria, que funciona todos los días desde las 9 de la noche hasta la madrugada, cuenta con dispensadores de gel hidroalcohólico. Además, presenta un circuito organizado para que se pueda cumplir la distancia de seguridad de dos metros durante la cola.

Según explica Francisco, al llegar “hay un controlador que te toma la temperatura antes de entrar y está prohibido terminantemente subir sin mascarilla y sin desinfectarse las manos”.  Después de cada viaje, las cabinas son desinfectadas. Los feriantes tratan de probar que cualquier atracción de feria puede cumplir con la normativa. “Está demostrado que el problema no son las atracciones, el problema somos los usuarios, como en cualquier sector de la sociedad”, manifiesta.

Cabinas de la noria. FOTO: MANU GARCÍA

A parte de incorporar medidas para la ocasión, los feriantes realizan todas las mañanas trabajos de limpieza y mantenimiento y cierran la noria cuando el viento sopla a más de 60 kilómetros por hora. “Son máquinas y pueden fallar, pero que no sea por falta de revisión, expresa.

Esta noria lleva casi 30 años dando vueltas a los visitantes, por lo que no es de extrañar que sus cabinas guarden anécdotas de todo tipo, desde pedidas de matrimonio hasta escenas subidas de tono. “El otro día vino un señor que quería las entradas con un texto personalizado para regalo, nosotros tratamos de contentar al cliente”, relata el feriante que lleva toda su vida pisando los recintos de toda España.

Francisco pertenece a la tercera generación de una familia de feriantes. “Nuestros padres eran feriantes y nuestros abuelos también, mi abuelo montaba la noria de sangre, que por entonces había que empujarla porque no llevaba motores, incluso durante la guerra civil, un año en blanco no lo ha conocido nadie de mi familia”, sostiene mientras observa en su móvil fotografías de aquella época en la que su padre se subía al carrusel.

Este mirador permanecerá en la parcela junto al río hasta que finalice Soko Puerto en septiembre. Después “la situación va a ser terrible, estamos barajando posibilidades”, comenta Francisco que considera que la noria es muy versátil porque se presta a poder ser instalada en conciertos y exposiciones más allá de las ferias.

Sobre el autor:

profile_picture

Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

...saber más sobre el autor

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído