Los bares tienen miedo; o al covid, o a la caja vacía: "El cliente siempre tiene el derecho, no la obligación"

Los empleados y propietarios explican bajo la confianza de cierto anonimato que muchos clientes le ponen en riesgo, pero a la vez no pueden enfrentarse a ellos por el temor a las pérdidas. "De nota les pongo un dos, por ponerle una nota"

Clientes, en un bar de Sevilla, en una imagen de archivo.
Clientes, en un bar de Sevilla, en una imagen de archivo. JOSÉ LUIS TIRADO (www.joseluistirado.es)

Cuenta Francisco, el único que habla con su nombre, con uno de los bares que ha sobrevivido al coronavirus en la alameda del Banco, en Jerez, que dos de la competencia no han aguantado. De hecho, uno de ellos mantiene el cierre como algo transitorio en una pizarra. Nada más. "Aquí al lado hay dos que se traspasan". Que él, por ejemplo, no ha podido dar de alta al completo después del coronavirus. Que, primero, hay que esperar, a que lleguen los turistas. "Ni uno", viene a decir, a horas de que finalice el estado de alarma. Quizás alguien que llegue de Sevilla, dirán en otros establecimientos. Él no tiene miedo. Más miedo le da la caja.

Los bares son un negocio vital para Jerez, para su centro. Es el peaje más común de gasto entre visitantes, y centro de la vida social de los jerezanos. Después de perder la Semana Santa, hay muchas dudas. Y estas dudas tienen que ver no solo con lo económico, con la salud. Él esta, por lo general, contento con la actitud de los clientes. Pero es de los pocos. "Los mayores, eso sí, cumplen menos. Los jóvenes sí están más con la mascarilla, aunque por lo general, bien".

El dueño de un tabanco no muy lejos del bar anterior tiene a gente en sus mesas, sentados todos. El propietario es el que las sirve. "Si le tengo que poner nota a los clientes, le pongo un dos, por ponerle alguna. No los vas a obligar a que no te hablen desde aquí, de tú a tú", dice acercando la mano a la cara. "De primeras todo el mundo bien, pero con tres cervezas y dos cubatas nada... Aquí parece que no ha pasado nada", señala. "Yo pongo medidas, y sobre todo por mí. El cliente siempre tiene el derecho, no la obligación", lamenta. Le viene bien que mandemos el mensaje que él no puede mandar, porque no puede convertirse en el malo frente a sus propios clientes.

Por un lado, eso de que acabe el estado de alarma le parece mal. Es "pronto". Por otro lado, "si no, no se activa la economía". Un problema es que el cumplimiento de las medidas de seguridad no depende solo del bar. Eso de la distancia entre mesas es el ámbito teórico de las cosas. En la práctica, son muchos clientes los que se reúnen en grupos grandes, uniéndolas, ocupando espacios de paso que no deben, y con la sombra de las pérdidas acechando, por lo que, ¿qué se le puede decir? ¿Quién puede imponerlo con el miedo al cierre? "Yo ya he perdido mucho dinero. No dejado de ganar, sino perdido. Los impuestos, por ejemplo, que no nos ayudan".

El propietario de otro tabanco va en la misma línea. "Tienes que estar encima. Vienen, ven a sus amigos, les dan dos besos, se acercan... Alguno se enfada, pero tenemos que pedirle respeto". El fin de la alarma y la llegada de turistas de otras regiones, y del extranjero, "eso sí que da miedo, no sabemos lo que puede venir". Preguntado sobre si sus camareros tienen miedo, dice que estaban "deseando" trabajar. Hace un gesto con la mano. "Necesitan trabajar, no hay otra". Su propia situación va en la misma línea, "sin Feria, sin Semana Santa...".

Algunas de las medidas que mejor se cumplen son las de entrar en los baños, con mascarilla, haciendo cola con distancia... Pero fuera, en las terrazas, o dentro, en los salones o en las barras, no se puede estar con ellas. Consiste en consumir. Un restaurante sin mesas fuera cuenta que su arranque, no mucho antes del inicio del confinamiento, ha sido duro. Primero, por los problemas de confianza que ha generado durante semanas consumir en el interior, posible desde fase 2. Depende también de la ventilación, del ambiente recogido o diáfano de los salones. El encargado de uno de los que parte con peores condiciones es el que habla de las dificultades. "Es incómodo decirle a unos clientes que esperen fuera a su mesa, parece despectivo". El equilibrio del cumplimiento y del respeto a quien viene a gastar su dinero. En general, explica, sí se cumple.

La encargada de otro bar, en el centro, explica que trabajó de panadera durante el confinamiento, y quizás por eso no ha tenido tanto miedo de la nueva normalidad. "Cuando se saltan algo, se quitan la mascarilla al ir al baño, se la ponen al momento. La cosa está mala. Lo que tenga que ser, será. Yo no tengo miedo de cogerlo. No vamos a tener más miedo de un extranjero que venga que de alguien de aquí en una terraza". Más medidas que las que ya hay no se van a poner. "Pondremos las que diga el Gobierno, no más", dicen desde uno de los tabancos consultados. "Da más miedo la caja que el coronavirus, me han dicho en un bar". El tabanquero mira fijamente la caña que está sirviendo bajo su mascarilla. "Pues sí". Y se le escapa un pequeño resoplido. Bien filtrado. Porque él sí se cuida. Ahora sólo necesita que le cuiden los demás.

Sobre el autor:

13041406_10209539677272942_2430658523840188634_o

Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

...saber más sobre el autor

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído