La ‘profe’ jerezana que pasa sus vacaciones entre refugiados

Maribel Peña, docente de Filosofía en un instituto de Ubrique, ha sido voluntaria en la India, el Amazonas o Atenas, donde el gobierno heleno “limpia” centros ocupados y suspende por primera vez en la historia el derecho de asilo con el apoyo de la UE

Maribel Peña, junto a un grupo de chicos refugiados en una concentración en Atenas.
Maribel Peña, junto a un grupo de chicos refugiados en una concentración en Atenas.
Hace ya más de nueve años que comenzó la guerra en Siria, y nadie sabe a ciencia cierta cuando va a finalizar. En el camino más de 100.000 civiles muertos de un total de casi 400.000 víctimas, un millón de heridos y más de cinco millones de desplazados. Líbano, Jordania, Irak y Turquía, los países que han acogido a la mayor parte de estas personas, con centenares de millares de niños y mujeres que huyen de la muerte y de la destrucción de todo lo que han conocido. Su país, dividido entre las fuerzas del gobierno sirio de Al Asad y las fuerzas de oposición, se encontró además con un invitado especial a la guerra civil: el Estado Islámico. Un cóctel molotov con la participación de potencias internacionales y cuyas consecuencias, pese a los años de recorrido, la Unión Europea no ha querido abordar. Los múltiples compromisos institucionales y verbales puestos en marcha por Bruselas no han llegado a ningún sitio, y el cumplimiento de las ya reducidas cuotas por países para acoger los refugiados, ha sido mínimo.  En Atenas, el barrio anarquista de Exarchia, símbolo de la autogestión, se convirtió hace unos años en uno de los lugares más importantes para los refugiados. En este lugar, se ocuparon edificios abandonados, squats, con objeto de hacerlos habitables para aquellas familias sintecho que deambulaban como podían por la ciudad. Un pequeño reducto donde luchar por las dignidad de las personas que el Ejecutivo griego ha borrado casi de un plumazo.  Grecia, usada como muro de contención por la UE, es aún más hoy un espacio para el blanqueamiento de miles de personas, que ven cómo un derecho humano internacional como el derecho de asilo es abolido por el nuevo gobierno conservador de Nueva Democracia. Allí se fue Maribel Peña, una docente jerezana que desde hace unos años decidió cambiar cualquier escapada urbana o apartamento en la playa, por el bolígrafo y el papel para dar clases de inglés a niños refugiados, lo lamenta desde la distancia: “Ahora no puedo ir”. Imposibilitada a hacerlo por la crisis sanitaria global, recuerda las sensaciones encontradas de su labor como voluntaria, que ya ha realizado en Ecuador, el Amazonas, la India y el propio país heleno, donde en los últimos años ha estado en tres ocasiones. “Llena, sientes un cariño muy especial cuando la gente sabe que quieres que le ayudes”, confiesa a lavozdelsur.es.  La docente jerezana, que daba clases de inglés, durante su estancia en Grecia. Allí, entre chicos y chicas con problemas psicológicos, que se autolesionaban y que inevitablemente recordaban “cómo habían visto a ejecutar a personas a plena luz del día en la calle”, Maribel se puso manos a la obra. Escuchar, acompañar, sentir y ayudar. Echar una mano a niños que con nueve años no sabían ni leer ni escribir porque no habían conocido nada que se pareciera a una escuela. “Cuando estalló la guerra eran muy pequeños, no han visto otra cosa”, explica. Familias rotas y desestructuradas, en las que los padres de familia en muchos casos no habían sido pobres, sino que disfrutaban de un oficio estable y de un hogar que poco después veían en las noticias volar por los aires. "Te quedas super afectada, son personas que han venido de un país donde han sufrido muchísimo y valoran la conexión, el hecho de que alguien quiera que puedan integrarse", recuerda la profesora.  Su amor por el voluntariado también tiene relación con su propio desempeño académico. La docente de Filosofía en el IES Nuestra Señora de los Remedios de Ubrique reconoce que al enseñar ética y valores, la praxis de los derechos humanos, el cuerpo te pide dar, conocer mundo y conectar con la gente". Así escuchó historias como la de un chico que tuvo que huir solo a Turquía, dejando atrás a su familia y viviendo durante años en el más absoluto desamparo. “El Estado Islámico mataba a gente hasta por beber agua”, dice sobre la situación en Siria, de la que es testigo a través de numerosos testimonios. Uno de ellos, el de una chica siria, que no podía sino sorprenderse en un parque de la capital griega. “Teníamos parques pero allí ahora solo se utilizan para enterrar a los muertos”, le recordó. Muertos que dejó de matar otro de los amigos que allí hizo, un hombre que llegó a ser militar de alto cargo y cuyas niñas tenían problemas de crecimiento. “Él se fue porque se negó a bombardear, tuvo que desertar y huir”, explica. 

Refugiados en Atenas, dirigido por Oriol Feliu y Marta Casadesús, explicaba hace un par de años cómo eran los squats, ahora desalojados por el gobierno griego

Los refugiados, entre los que también hay afganos, pakistaníes o iraquíes, tienen como objetivo entrar en Europa para ir a países con mayores oportunidades laborales como Alemania, pero se quedan en Grecia por extrema necesidad e imposibilidad. Ahora, la situación es incierta. El gobierno de Kyriakos Mitsotaki desalojó hace ya meses a centenares de personas para llevarlas a centros de detención, y el drama sigue in crescendo por todo el Egeo. Atenas, testigo de los que pudieron pasar al otro lado desde Turquía y Lesbos, es ahora una suerte de cruel fantasía. La tragedia se cierne sobre miles y miles de personas, cuyas vidas ya ni siquiera son un número, sino una discusión mediática entre los mandatarios europeos y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan 

Según las autoridades otomanas, días atrás las fuerzas griegas dispararon a aquellos que intentaron cruzar la frontera, mientras que las fuerzas de seguridad griegas lo niegan. Más de 100.000 personas en tan solo una semana, que según algunos migrantes cruzaron con ayuda de traficantes el río Evros, tal y como publicaba Deia, para luego ser "apresados por soldados griegos que les han despojado de todas sus pertenencias, a veces incluso de sus zapatos, y los han obligado a regresar a Turquía en otro punto fronterizo". Los griegos reducen el número. Sirios, iraquíes, afganos y paquistaníes, atrapados entre dos infiernos en busca de una salida que no llega. 

Ser voluntaria, o cómo dar ejemplo a tus alumnos

Maribel no es profesora de colegio, sino de instituto, pero incide en el hecho de “trabajar el valor de la solidaridad” también en la enseñanza secundaria. A sus alumnos les cuenta lo que ha vivido durante sus estancias de voluntariado en diferentes partes del mundo, con objeto de hacerles conscientes de lo que es esta experiencia y de lo que les rodea.   [embed]https://www.youtube.com/watch?v=5OP6EnwNIkI[/embed]

Compañeros de SOS Refugiados pidiendo ayuda desde Atenas hace unos meses

La docente jerezana, que ya había hablado con la dirección del centro para volver a Grecia el próximo 16 de abril, se tendrá que quedar en tierra por la crisis del coronavirus. La pandemia de Covid-19, que preocupa aún más en lugares donde todavía no ha llegado con fuerza, como los campos de refugiados y las zonas donde estos sobreviven como pueden, puede tener efectos devastadores. Desde el país heleno, alguno de los chicos que conoció le esperaban ilusionados. Con otros, en cambio, en lugares dispersos de Europa, sigue hablando por redes sociales.  En Grecia, Maribel conoció la humanidad también de los griegos, no siempre alabada por las noticias que llegan desde el Egeo.  “No vi tantos brotes de rechazo, pero los hay”, reconoce. En el occidente, al otro lado del Mediterráneo, contribuye también con la causa. “Tenemos chicos y chicas muy buenos, solidarios, se movilizan y valoran todo esto del voluntariado”. Así, con pedagogía y “trabajando en la educación”, se quedará esta primavera en casa, a la espera de otra salida y tal vez alguna nueva enseñanza. “Del coronavirus a nivel filosófico podemos aprender algo; si el coronavirus llega a personas que no tienen asistencia sanitaria, va a ser un desastre. El origen de esta situación puede ser de una falta de control sanitario y eso llega hasta nosotros. Tiene que haber una vida digna en todas partes".  

Sobre el autor:

Sebastián Chilla.

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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