La mujer que trabajó, durmió y crió a sus hijos en un pesquero a orillas del Guadalquivir

La trebujenera Ana Vega, junto al pesquero donde crió a cinco de sus hijos, ahora expuesto en el jardón de la Toya. FOTO: MANU GARCÍA.
La trebujenera Ana Vega, junto al pesquero donde crió a cinco de sus hijos, ahora expuesto en el jardón de la Toya. FOTO: MANU GARCÍA.

—Es una luchadora desde que vino al mundo. Y siempre le ha intentado dar lo mejor a sus hijos—, expresa entrecortada Manuela Pazos Vega (Trebujena, 1952).

—Ella es la mejor madre del mundo—, dice Encarni Pazos Vega (Trebujena, 1961) con voz queda.

—Delante mía qué va a decí—, le interrumpe su madre, entre risas y con los ojos vidriosos escondidos detrás de sus esqueléticas gafas.

En Trebujena algunos la conocen como 'La hija de Conchita Téllez', otros, como 'La mujé de El Panzo'. Pero se llama Ana Vega Téllez, y ha hecho tanto en la vida, que su nombre no tiene por qué estar en las sombras. Nació el 29 de diciembre de 1929, en Trebujena. Es la segunda de cuatro hermanos. Aprendió a leer y escribir en el Colegio de Doña Carmen. No obstante, pronto, a los 8 años de edad, se marchó al cortijo Felipona, en la campiña de Jerez, para ayudar a su tía en los quehaceres de la casa.

Pero no puede hablar de ella sin mentar antes a su madre, la famosa Conchita Téllez. Fue una artista sevillana que llegó a Trebujena junto con una compañía de teatro. En su estancia, se enamoró de su padre, y, desde entonces, jamás se marchó del pueblo gaditano. Según cuenta su hija Ana, enseñó a bailar a todas las niñas de dinero de Trebujena. Despejaba su salón, y daba clases de baile en su casa de la calle San Sebastián.

Ana Vega en su casa, durante la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA.

Si bien su madre tan solo tuvo cuatro criaturas, a Ana le faltó poco para dar a luz a los 12 apóstoles. Tuvo 11 hijos, pero dos de ellos nacieron muertos, y también sufrió un aborto, por lo que al final crió a ocho hembras y un varón. "Si no, hubiése tenío la Santa Cena", añade con arte. Los tuvo junto con Francisco Pazos, quien la esperó en Trebujena durante tres años. "El amor romántico de entonces", incide su nieta, Ana Gómez Pazos (Trebujena, 1977). Se conocieron cuando ella tenía 14 años y se veían cada verano. Pero a los 17, ella dejó de trabajar en el cortijo, regresó al pueblo, y se casaron.

Primero estuvieron viviendo en casas separadas. Luego, en la residencia de Conchita Téllez. Pero más tarde se fueron a vivir al barco pesquero que su esposo, conocido como 'El Panzo', tenía atracado a orillas del Guadalquivir. "Mi marido era riachero", destaca Ana con orgullo. Allí ambos pescaban asturiones, angulas, albures y camarones que luego ella vendía en un cesto cada mañana por las calles de la localidad gaditana.

Cuando salía, su suegra o su madre se quedaban a cargo de sus hijos. Se sentía arropada por las mujeres de su casa. Ana tenía la mente ocupada en trabajar y acabar con el hambre de sus hijos. "No he pensado en nada más", murmura. En el barco estuvieron viviendo cerca de cinco años, durmiendo en una quilla que ocupaba menos de una tercera parte del pesquero que puede llegar a medir menos de 10 metros. "Sí, en un espacio diminuto. Recuerdo que cuando nos íbamos a dormir entrábamos por orden, desde la más chica hasta la más mayó", rememora su hija Manuela.

Manuela, Ana y Encarni rememorando antiguos espacios del pesquero en el que vivieron. FOTO: MANU GARCÍA.

Manuela también cuenta cómo su padre se embarcaba durante meses, trabajando las 24 horas del día, y, "hartito de trabajar, no le daba el dinero para que nosotros pudieramos comé". Cuando regresaba al pesquero, tan solo veía a su familia dos o tres días, "dependiendo de las mareas del río". "Por eso tuvieron tantos hijos", ríe.

De las personas de su vida, tampoco puede dejar de hablar de su marido, Francisco Pazos, a quien llamaban 'El Panzo' por su madre, que era 'La Panza'. "Él era muy querido en Trebujena. Era un cachondo para todo el mundo y un pedazo de pan", resalta su nieta. "Él era un analfabeto, pero tenía mucha sabiduría", enlaza su esposa. El Panzo no sabía contar, "pero nadie le engañaba". Él solo se las arregló con un puñao de garbanzos para que no le dieran menos dinero del que le debían. Hasta que finalmente falleció el 10 de septiembre de 2014. Desde entonces, Ana viste de negro.

"Mi madre no ha tenido tiempo para dedicarse a ella", incide Manuela. No tuvo tiempo ni para soñar, y si pudiese pedir algo sería, "que mis hijos estén bien y no les falte de nada". No piensa en ella, piensa en ellos, en su gente. Y es que Ana es, además de una mujer trabajadora, una activista contra las injusticias sociales. "Yo he ido a muchas manifestaciones en Cádiz con mi marío", indica con fuerza. "Hay que dar la cara y luchá", agrega. Es por ello que estuvo al frente de la manifestación feminista del pasado 15 de enero, a sus 89 años. "Ella siempre que puede, va", dice una de sus hijas.

De izquierda a derecha: Manuela, Ana Vega, Ana Gómez, Encarni y Francisco, junto al pesquero de la familia. FOTO: MANU GARCÍA.

Ana tiene 9 hijos, 20 nietos y 11 bisnietos. Y a dia de hoy le gusta "echar el paseíto" con ellos, hacer "las cosas de mi casa", ir a por los mandaos salí al cafelito. Además de coser, le hacía la ropa a sus hijos, y ahora a sus nietos. Arreglaba los bajos de los pantalones, botones... "Todo eso cuando veía bien", apunta Manuela. La vista, junto con el oído, son los únicos problemas de Ana, quien a sus 89 años de edad "no le duele nada". "No vea tu abuela en las manifestaciones. Nos tiene a todas asfixiás, es una jabata, no puedo con ella", le dicen las vecinas a la nieta de la trebujenera.

Ana no se pierde una. En la mesa de su casa, repleta de fotos bajo el cristal, hay una instantánea de ella, vestida de flamenca, junto a su marido, con delantal. "Ella pa la Feria y yo aquí cocinando", bromeaba El Panzo, quien fue un adelantado para su época: cocinaba, lavaba.... "Y ella siempre ha salido libremente a donde ha querido", dice su hija Manuela. Desde que falleció El Panzo, la familia se ha distanciado. Pero ahora quieren retomar "lo que tenía mi padre en vida, para que no se pierda".

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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