Isabel Melgar, que lleva más de dos décadas como camarera de piso en hoteles, define de forma muy gráfica las secuelas que deja este trabajo en su cuerpo: "Soy un trapo". Y empieza a describir dolencias: tiene tendinitis del manguito de los rotadores del hombro, con el tendón supraespinoso parcialmente roto; también hernias discales; lesiones en los túneles carpianos de las manos; y fuertes dolores en las rodillas.
Es un trabajo, el de Isabel, y el de tantas mujeres que se dedican a limpiar hoteles y apartamentos turísticos, que incluye altas dosis de estrés, muchos movimientos repetitivos y largas jornadas, normalmente, mal pagadas. Unas 100.000 mujeres —son ellas quienes se dedican a este trabajo mayoritariamente— son camareras de piso, también llamadas kellys, en todo el país.
De esas 100.000 —aunque en temporada alta, la cifra se duplica: en verano de 2024, último del que hay datos completos, hubo 222.788 camareras de piso cotizando a la Seguridad Social—, el 30% tiene más de 52 años. La mayoría, con largas trayectorias en un trabajo que provoca importantes secuelas físicas, como las que describe Isabel.
Su compañera María del Carmen Toro, que está a punto de cumplir 33 años como camarera de piso, también tiene una larga lista de problemas de salud. "Dos hernias discales en el cuello, lordosis cervical, epicondilitis —conocido coloquialmente como codo del tenista—, el codo en tratamiento, estoy esperando para operarme del hombro...", empieza a relatar. Pero también trocanteritis —inflamación de las caderas—, esguinces en las rodillas, está operada del túnel carpiano... "Pierdes el sueño, y la calidad de vida".

Dice María del Carmen, como también lo comenta Isabel, que no pueden hacer "vida normal". Su trabajo les deja tan exhaustas que cuando llegan a casa solo pueden descansar para recuperarse de cara a la siguiente jornada. Sin contar con que, en su caso, tienen que hacer casi 70 kilómetros para acudir a su puesto de trabajo.
Por eso, agrupadas en torno a la Plataforma por las camareras de piso Las grandes olvidadas, que creó hace unos años la federación de mujeres Sol Rural de La Barca de la Florida, Entidad Local Autónoma (ELA) de Jerez, se concentrarán este martes 2 de septiembre en el Novo Sancti Petri, concretamente frente al hotel Barrosa Garden, a partir de las 16.00 horas.
Qué piden las 'kellys'
Las camareras de piso tienen varias reivindicaciones, ya históricas, por las que se concentran en Chiclana. La posibilidad de acogerse a la jubilación anticipada a los 52 años sin perder pensión; la rebaja de las cargas de trabajo —"tenemos el tiempo cronometrado para cada habitación, vamos como robots"— y el reconocimiento de sus dolencias como enfermedades profesionales.
La intención del colectivo es que el Gobierno las incluya en el Real Decreto 402/2025 que regula el procedimiento previo para determinar los supuestos en los que procede permitir anticipar la edad de jubilación en el sistema de la Seguridad Social mediante la aplicación de coeficientes reductores.
Las camareras de piso quieren estar en ese grupo, porque creen que su trabajo cumple las características de penosidad. Para ello, hay como fecha máxima el 17 de septiembre. Son los sindicatos quienes deben presentar los estudios sobre las profesiones a tener en cuenta. En el caso de las camareras de piso, CCOO y UGT apoyan sus reivindicaciones.

Una vez pase esta fecha, el Ejecutivo central tiene seis meses para estudiar las propuestas y calificar las profesiones que puedan acogerse a esta jubilación anticipada. Las kellys quieren estar entre los colectivos beneficiados, porque consideran que hay motivos de sobra para ello.
En temporada alta, y con las cifras de turistas aumentando considerablemente este verano, el trabajo aumenta. Y los problemas también. "Cada 15 minutos tenemos que hacer una habitación, no paramos", abunda Melgar. Eso hace que sean comunes las bajas de incapacidad temporal y que, cuando se jubilan, se queden con las numerosas secuelas que acumulan durante su vida laboral.
"Hay veces que vas enferma a trabajar"
Las camareras de piso, un colectivo que se rige por convenios de hostelería, que se revisan cada cuatro años, perciben de forma habitual un sueldo que supera por poco el salario mínimo interprofesional.
Unos 1.250 euros percibe Isabel Melgar, que se desplaza desde La Barca hasta Chiclana para trabajar. A eso le descuenta gasolina. "Te ves obligada a trabajar", dice. En su casa, es el único sueldo que entra. A sus 64 años, cuenta los días para poder jubilarse, pero tiene un temor: "No voy a tener calidad de vida". Por sus numerosos achaques de salud.
"Al final, hay veces que vas enferma a trabajar, porque las mutuas y la Seguridad Social miran para otro lado, no reconocen las enfermedades", critican las kellys.
"Las secuelas son irreversibles"
En los 23 años que Isabel Melgar lleva como camarera de piso, ha habido "mejoras" en el sector. "Cuando empecé siempre se echaban horas extra, una o dos todos los días, sin cobrar". Ya se cumplen los horarios, pero la carga sigue siendo la misma, y sus cuerpos llevan tiempo resintiéndose.
"Hemos luchado mucho para bajar el ritmo de trabajo, pero parece imposible", comenta Melgar. Su compañera María del Carmen Toro, coincide en que "las cargas de trabajo son brutales".
"Cuando eres joven puedes con todo, pero ahora llego de trabajar y no hago otra cosa, solo descansar hasta el día siguiente", abunda Toro, que, a sus 53, ve muy lejos los 67 años de edad de jubilación. "Lo ves negro, porque vamos a llegar con muchas secuelas", dice.
Ella toma hasta morfina para calmar los dolores, relajantes musculares y todo tipo de pastillas. "Nos quedamos sin calidad de vida, las secuelas son irreversibles", apunta. De ahí que vuelvan a protestar, una vez más, para poder jubilarse de forma anticipada.




