Lo que durante décadas ha sido una escena habitual en plazas y aceras de muchos pueblos y ciudades tanto de España, la de jubilados observando obras públicas con las manos a la espalda y algún comentario técnico al vuelo, ha pasado a tener valor institucional en la localidad italiana de Villasanta, al norte de Milán. En este municipio, las autoridades han decidido aprovechar la experiencia y el tiempo libre de las personas mayores para incorporarlas a la vida pública con un nuevo rol, el de observadores voluntarios de obras.
La figura del umarell, término originario de Bolonia para referirse con humor a estos jubilados atentos y opinadores, ha adquirido una dimensión oficial gracias a la propuesta del alcalde de Villasanta, Lorenzo Galli, que ha optado por canalizar ese interés en una iniciativa formal. Ahora, los jubilados colaboran con el Ayuntamiento, detectando baches, problemas de iluminación o zonas verdes en mal estado, al tiempo que vigilan el desarrollo de los trabajos urbanos.
Turnos organizados y seguros incluidos
Entre los participantes se encuentra Roberto Cremona, exconcejal de 69 años, que forma parte de un equipo de siete jubilados encargados de patrullar distintos barrios en turnos rotativos de dos horas diarias. Aunque no perciben remuneración económica, cuentan con un seguro de accidentes y el respaldo institucional, además del respeto de vecinos y trabajadores. “No cobran por ello, son voluntarios”, afirman desde el Consistorio, que destaca el carácter cívico del proyecto.
La medida no solo busca implicar a los mayores, sino también mantener a raya a los umarells no oficiales, cuya presencia constante y opiniones no solicitadas a veces generan molestias entre los operarios. “Su labor ahora es útil, organizada y respetada”, explican fuentes municipales, que defienden el valor añadido de contar con ciudadanos atentos y comprometidos en la vigilancia del espacio público.
Este modelo de colaboración ha despertado el interés de otros municipios italianos, como Cremona, que ya estudian cómo replicar el proyecto en sus propias localidades. La propuesta, aseguran, no requiere grandes recursos, pero sí voluntad política y organización básica. Más allá de la anécdota y el componente entrañable, Villasanta ha conseguido lo que muchos ayuntamientos persiguen sin éxito: integrar a sus mayores en el presente de la ciudad. Lo ha hecho reconociéndoles un papel activo, estableciendo una rutina y ofreciendo una forma simbólica pero eficaz de sentirse útiles. La imagen de los jubilados que miran obras ya no es solo una postal urbana: en Villasanta, es un servicio público con nombre propio.


