Un expolicía de Cádiz investigado por agresión sexual, condenado por abusar de otro menor en Tenerife

El hombre fue suspendido como agente de Policía Nacional por permanecer como investigado en otro procedimiento por agresión sexual a un menor de 16 años y corrupción de menores

Un coche de la Policía Nacional, en una imagen de archivo.
Un coche de la Policía Nacional, en una imagen de archivo.

Un expolicía nacional suspendido en Cádiz ha sido condenado por la Audiencia Provincial de Tenerife a seis años de cárcel y el pago de una indemnización de 20.000 euros a la familia de un menor de 13 años del que abuso de forma continua. El episodio más grave tuvo lugar a finales de 2021 cuando el procesado llevó al menor a una calle para practicar los abusos, siendo consciente de las consecuencias que traía consigo esta actitud y el daño psíquico que podía causar.

El agente era Policía en Cádiz y llegó a la isla tras ser suspendido provisionalmente de sus funciones por permanecer como investigado en otro procedimiento por agresión sexual a un menor de 16 años y corrupción de menores, según indica la agencia EFE.

En Tenerife, según la sentencia, “desplegó una estrategia para lograr contactos sexuales con jóvenes y para ello ejerce como monitor de un campamento de fútbol y desde 2021 se convirtió en entrenador de a un equipo de La Laguna”.

Era habitual que a casi todos los niños con los que congeniaba los llevara de paseo en su coche, invitara a comer y les diera dinero para que compraran golosinas o bebidas.

Pero con el tiempo se fue centrando en uno en especial, con el que comenzó a tener una relación más exclusiva y casi obsesiva y empezara a recogerlo en su domicilio, lo llevara al cine, a cenar y solía darle abrazos, besos, lo sentaba en su regazo, lo subía a sus hombros o lo sujetaba por los glúteos.

En el fallo se indica que el expolicía siempre buscó, “la mayor intimidad posible” y con este fin lo llevaba a lugares apartados, como en una ocasión en la que lo trasladó a una calle y aparcó en un punto donde no había ni tráfico ni presencia de personas y entonces comenzó a mantener contactos físicos con el joven.

La sentencia de conformidad da por probado que el procesado empleaba fórmulas para manipular al niño creando una sensación de dependencia y lealtad, provocándole celos si se acercaba a otros menores y prometiéndole progresos dentro del equipo de fútbol o con regalos.

También era habitual que le diera dinero, compartiera cuestiones íntimas de su vida como que había estado con otro menor al que no había querido declarar en su contra por un delito o diciéndole que si los separaran se deprimiría, “a fin de obtener los favores sexuales y además quedar impune”.

Poco a poco la relación física comenzó a ser más intensa y se plasmaba en besos en los labios, tocamientos y a tratarlo como si fuera su compañero sentimental, llamándolo “mi pareja perfecta, mi bebé favorito” llegando a confesarle que estaba enamorado de él o recriminándole si no le gustaba que lo besara.

En la actualidad, la víctima sufre ansiedad y depresión que requiere tratamiento por parte de expertos en estas cuestiones con el fin de que no afecte a sus relaciones interpersonales y a su estabilidad psíquica, tanto ahora como en el futuro.

Además de las penas de prisión, también se le impone la de inhabilitación absoluta para el sufragio, cualquier empleo o cargo público durante el tiempo de la condena y diez años de libertad vigilada.

Sobre el autor:

Dora Martínez

Periodista.

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