La "esencia" de Fragua 4, el histórico mesón rociero "con solera" que se despide entre recuerdos

El emblemático mesón ubicado frente a la Catedral de Jerez cierra después de 40 años consolidado como punto de encuentro para cofrades, rocieros y seguidores del grupo que le dio nombre

La familia Caro en la puerta del mesón Fragua 4.
La familia Caro en la puerta del mesón Fragua 4. ESTEBAN

El lamento de una guitarra resuena frente a la imponente Catedral. En uno de los locales más antiguos de Jerez unas sevillanas cantan a la Virgen del Rocío. Ha llegado el fin para el mesón Fragua 4 en la calzada del Arroyo, pero no para su legado. El emblemático bar rociero regentado por la familia Caro dice adiós este Domingo de Resurrección después de 40 años siendo un punto de encuentro cultural donde se respiraba el flamenco y la devoción. Desde 1980, el cante del grupo al que el establecimiento debe su nombre se encargó de dar alegría a este rincón desde donde sus componentes, amigos y familia echan la vista atrás para recordar “los días gloriosos que hemos pasado aquí”.

Un sinfín de vivencias que se guardan en los recovecos de este sitio histórico. “Nosotros ensayábamos en esta casa”, dice Paco Moreno, el guitarrista del grupo, señalando el inmueble. “Pero todos los días cantábamos aquí mientras los clientes estaban tomándose una copa”, añade sentado en una de las mesas de la terraza donde hace un viento de justicia.

Algunos componentes de Fragua 4 con familiares y amigos frente al azulejo de la virgen del Rocío.   ESTEBAN
Algunos componentes de Fragua 4 con familiares y amigos frente al azulejo de la Virgen del Rocío.   ESTEBAN

El nacimiento de Fragua 4 se remonta al año 1972 cuando unos jóvenes de 14 años se presentaban al público como Los Luceritos de Jerez. “Pero empezamos a crecer y ya de luceritos pasamos a los lucerotes”, bromea Manolo Díaz, uno de los componentes. Así, adoptaron un nombre “muy flamenco” que evoca al martinete y al sonido de fragua. Sus temas enganchaban y en 1988 el grupo lanzó su primer disco A ti, Rocío, de gran éxito en la época, y un segundo, A la luz de la luna, que según explican los jerezanos “se quedó relegado, no tuvo la expansión del primero”.

Sus letras, vinculadas al amor, el desamor y a la Virgen del Rocío, ambientaban el mesón. “Cantábamos la salve rociera todos los días a partir de la media noche”, explica Paco sentado junto a Fernando, otro de los integrantes. Era, sin duda, uno de los “temas abanderados”, como se suele decir”, creado por Paco Moreno y cedido al coro de la hermandad de Jerez.

Algunos integrantes del grupo rociero con amigos en el mesón.   ESTEBAN
Algunos integrantes del grupo rociero con amigos en el mesón.   ESTEBAN

Ya sea por su banda sonora o por su peculiaridad, muchos vecinos le cogieron cariño a este pequeño local por el que “ha pasado prácticamente todo Jerez para bailar una sevillanita o para escucharnos. Todo el mundo lo conoce”. Era todo un símbolo para los rocieros en una época dorada marcada por este tipo de establecimientos. “Hace unos 30 años había bastantes, íbamos de un lado para otro, fue un boom, pero ya después fue decayendo”, recuerda Paco. La preparación de los caminos al Rocío, los encuentros, las carretas, las amistades, los seguidores que se acercaban a escuchar la salve antes de dirigirse a la iglesia de Santo Domingo. Las experiencias se amontonan al igual que lo hacían las familias a las puertas de la Catedral antes de que el dichoso covid hiciera acto de presencia.

El mesón Fragua 4, además de su vínculo rociero, siempre ha sido un punto clave para contemplar las procesiones en Semana Santa. Las vistas inigualables atraían a los fieles que no se querían perder la recogida del Cristo de la Viga. “Era espectacular, esto se ponía hasta arriba”, comenta Rocío Caro, hija de Paco Caro, uno de los componentes del grupo e impulsor del bar. Para ella, “no ver la recogida aquí es una de las cosas que más me duele”. Habla en pasado. Sin pandemia la vida era de otro color.

Rocío Caro con familiares y amigos en Fragua 4.   ESTEBAN
Rocío Caro con familiares y amigos en Fragua 4.   ESTEBAN

La joven de 31 años ha crecido en el local rodeada de sus seis hermanos y el arte de su familia que añora otros tiempos. “Hemos estado aquí toda la vida”, dice la jerezana que se metió detrás de la barra en cuanto pudo. Su tono de voz cambia cuando se dispone a contar el motivo del cierre de la que considera su casa. “En junio de hace tres años uno de los dueños avisó a mi padre de que no nos renovaban el contrato, dijo que teníamos unos meses para abandonar el local. Eso no puede ser así, después de 40 años no lo veo lógico”, explica la hija del fundador que no ha podido acudir al encuentro con lavozdelsur.es por problemas de salud.

La familia Caro no se rindió e intentó pedir ayuda a abogados para intentar parar este “desahucio”. Según cuentan, “de buenas a primeras nos dijeron que la casa estaba vendida, le ofrecimos hasta más dinero incluso”.  

Nadie podía asimilar que el mesón tendría un final amargo después de tantos años. Al incidente se unió los estragos de la pandemia. “Todo el movimiento se ha muerto”, dice Rocío, acostumbrada a ver numerosos turistas que llegaban de los cruceros de Cádiz asomándose al local.

Al entrar se distingue un auténtico museo homenaje al mundo cofrade, rociero y taurino. Sus paredes guardan los recuerdos de la familia y del grupo. Cuadros, carteles y elementos decorativos que ya se han descolgado. “Esto está vacío ahora mismo, aquí no había hueco para poner ninguno más”, explica Rocío.

Recuerdos en el interior del mesón.   ESTEBAN
Recuerdos en el interior del mesón.   ESTEBAN

 

Carteles y cuadros.   ESTEBAN
Carteles y cuadros.   ESTEBAN

Una guitarra firmada por Diego El Cigala o El Barrio o imágenes de la Virgen adornan el mesón. Entre los objetos, Rocío señala una fotografía de David Caro, integrante del grupo que falleció hace cuatro años. Su hermano, al que tiene presente en todo momento y al que quiere dedicar sus últimas palabras dentro del local. “David y mi padre son a quienes debemos todo eso, han hecho muchísimo aquí, era su vida”, comenta emocionada.

En 40 años el lugar no ha pasado desapercibido para los artistas de la escena flamenca. Selu de El Barrio se sentaba en las mesas, “con él hemos estado de fiesta hasta las 6 de la mañana”, recuerda la jerezana. Juanini de Los Marismeños o Los Doñana también paraban en el local que presentaba a la Virgen del Rocío pintada por Joaquín Medina en el techo de caña.

Azulejo de la virgen del Rocío bendecido.   ESTEBAN
Azulejo de la Virgen del Rocío bendecido.   ESTEBAN

Otro emblema de Fragua 4 es el azulejo bendecido que les acompaña desde el exterior. “Queremos ver la forma de quitarlo y trasladarlo”, dicen. Casi todas las reliquias familiares se han llevado a la avenida de la Soleá número 11 donde la familia rociera quiere abrir El Rincón de David Caro en homenaje al artista.

La inevitable clausura del mesón “es un palo grande” no solo para la familia sino también para todos los vecinos que lo frecuentaban. “Esto no se va a perder, no se va a olvidar nunca, es solera y se queda la esencia”, expresa Rocío. Aunque ya no estén en esta ubicación privilegiada, Fragua 4 seguirá compartiendo su música. Según comenta Manolo, están preparando temas nuevos para los rocieros de ahora. “Queremos estar de nuevo en la vanguardia, el resurgir”.

 

A la conversación se suma Manuel, un amigo de la familia “de toda la vida”, que, como fan del grupo, asegura que “están haciendo nuevos temas con el pellizco que siempre han llevado”. El mesón se despide con los suyos, aquellos que han disfrutado de la armonía y de la cultura. Del calor de la gente y de los sentimientos. Ahora, cada uno de ellos lanza un suspiro de nostalgia. El rincón frente a la Catedral se queda huérfano. Fragua 4 ha dejado una huella que nunca se borrará.  

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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