“Sean libres, radicales y rebeldes. Pierdan el miedo a la palabra revolución. No se puede ser cristiano y no ser revolucionario en un mundo que está al contrario del plan de Dios”, fueron las palabras del obispo de Brasil, Pedro Casaldáliga, en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas —conocida como UCA— en el Salvador, días antes de que los militares salvadoreños asesinaran al rector de la Universidad, Ignacio Ellacuría, en 1989. Esteban Velázquez Guerra (Las Palmas, 1947) recuerda a la perfección las palabras de Casaldáliga, y confiesa que quizá sea la persona que más le ha influido en la vida. Se podría decir que Velázquez es un trotamundos espiritual. Salta de frontera en frontera. No se recorre el mapa geográfico para disfrutar de monumentos o paisajes de ensueño, sino que, como buen jesuita, se instala en zonas de urgencia humanitaria para contribuir a la transformación social del mundo.

Esteban Velázquez, que llamó la atención de los medios tras denunciar que el gobierno marroquí le impidiera volver a la región de Nador en 2016 para seguir cumpliendo su misión, visita Jerez para compartir sus experiencias con los presentes en las jornadas Migrantes: mirar para otro lado.... Y qué experiencias. Cercano, humilde y muy "canarión", cuenta ante el auditorio las condiciones infrahumanas en las que vivían subsaharianos, sirios, nigerianos, cameruneses y demás nacionalidades africanas, en el monte Gurugú.

"Entre la crisis de Europa y las miserias de su país, es como pasar cuanto menos, del infierno al purgatorio"

"Su única casa eran las ramas de los árboles, plástico y una manta, que era lo que nosotros le proporcionábamos". Y de vez en cuando llegaba la Policía marroquí a la zona alta de Nador para desalojarlos. "Tenían que salir huyendo, les quemaban la tienda y todo lo que tenían allí…". Dice que todos residían en el monte para, en algún momento, saltar la valla de Melilla o salir por mar hasta llegar a la Costa del Sol. "Venían de la miseria o de la guerra y con la firme decisión de llegar a Europa. Esto de que no saben que se van a encontrar con crisis en Europa no es cierto. Claro que lo saben, no son tontos. Entre la crisis de Europa y las miserias de su país, es como pasar cuanto menos, del infierno al purgatorio. Y prefieren el purgatorio".

Llegó a Marruecos el 31 de octubre de 2012 para prestar ayuda sanitaria. Tres eran sus misiones: crear un equipo de la Iglesia para trabajar con los emigrantes de la frontera de Nador-Melilla, lo que hoy se conoce como la delegación diocesana de migraciones; transportar a los heridos que habían intentado sobrepasar la valla a los centros de salud marroquíes, y comprarles medicinas. "Valían un pastón. No teníamos ni presupuesto para la alimentación". "La sala de urgencia del hospital era, como yo digo, un lugar sagrado, por la cantidad de gente joven que veías destrozada: con heridas en brazos y pies, a veces cabezas abiertas, ojos perdidos… Algunos morían. Era gente joven de entre 15 y 25 años. Y lo intentaban una y otra vez".

Tanto él como otras ONG que trabajan las crisis migratorias reivindican cuatro puntos: erradicar la violencia en ambas partes de la valla; no realizar devoluciones en caliente; acabar, dentro de Marruecos, con los desplazamientos forzosos en autobús y tramitar el derecho de asilo; y por último, que haya observadores internacionales de derechos humanos imparciales, en la frontera, en las vallas... "Que hicieran informes de terreno, porque si no, estamos siempre condenados a que haya una versión de la policía, otra gubernamental, de las ONG, de los migrantes...".

Velázquez es un férreo defensor de la esperanza, no de la ingenuidad. Él prefiere hacer gala de personajes bíblicos, pero también se mueve entre los filósofos europeos. Cree que el hombre es bueno por naturaleza, pero no se considera roussoniano. Y menos aún acepta la visión de "el hombre es un lobo para el hombre" de Hobbes. "Yo creo que los dos simplifican. El hombre es un conjunto de circunstancias, de muchas, no solo una. Estas impiden que el hombre florezca, pero el ser humano es capaz de bondad, al menos, tanto como es capaz de maldad. No todo es influencia de la sociedad. como decía Rousseau, creo que también hay un espacio de libre decisión". Él mismo tomó la decisión de unirse a la Compañía de Jesús con tan solo 17 años. Admite que no tuvo una llamada especial de Dios, sino que se enamoró del estilo de vida de los jesuitas con los que convivía en el colegio desde los seis años. "Veía sobre todo una dedicación total hacia nosotros y una mentalidad profunda. Me siento en mi sitio, servir a la sociedad desde una perspectiva absoluta a la transmisión de los valores del Evangelio y al cambio de la sociedad".

Su actitud ante la vida le convirtió en un cura que además de luchar por un cambio social, rompía la imagen del sacerdote alejado de los sectores más pobres. Velázquez siguió casi al dedillo la letra de La del pirata cojo, de Joaquín Sabina, ya que a sus 69 años, solo le falta surcar los mares. Trabajó en la Mercedes-Benz en Alemania, estuvo en Francia haciendo la vendimia, en Canarias fue redero y peón de la construcción, formó parte de la plantilla de un hospital en Lyon, fue camarero en la Costa del Sol, recogió fruta en Lérida y estuvo de profesor en el CEIP Sagrada Familia en Jerez durante un año. Viajó por Europa vestido siempre con su alzacuellos, hasta que finalmente se marchó a las Américas en 1984.

Nunca tuvo problemas a la hora de cruzar fronteras, hasta que en enero de 2016 le detuvieron en el puesto de control y le requisaron la residencia marroquí, cuando iba a pasar de Melilla a Nador. ¿Por qué? "No han dado una razón oficial y no están obligados a darla". Algunos medios marroquíes hablaron de proselitismo religioso, que el jesuita quería ir en contra de la unidad territorial de Marruecos o incluso llegaron a sopesar que se trataba de un agente del Centro Nacional de Inteligencia. "Menos mal que el obispo dijo que eso eran fantasías". ¿Qué cree usted? "Creo que de alguna manera consideraron que mi trabajo perjudicaba su visión o estrategia con los inmigrantes. ¿Cómo? No lo sé. ¿Por algunas declaraciones mías? No lo sé. También puede ser que no vean con agrado la presencia de organizaciones extranjeras en terrenos de trabajo tan vitales para ellos", argumenta. "Pero la jugada no le ha salido bien al gobierno, porque echó a un jesuita y han llegado dos", añade.

¿Piensa que lo que le hace falta al mundo no es una revolución tecnológica sino una revolución solidaria?

Y una revolución espiritual. No hay nada más revolucionario políticamente que una espiritualidad revolucionaria. No hay nada más espiritual que un cambio político en profundidad. Y en base a los derechos humanos.

¿Voluntad política?

Voluntad política desde claves humanistas. Personalmente desde hace años quiero que mi línea de trabajo sea cada vez más la mutua relación que debe tener el cultivo de las diferentes espiritualidades, religiosas o no, con el cambio social. Pienso que puede haber una fuerza. Por poner un ejemplo histórico: Gandhi para mí es un personaje que me influyó muchísimo, es un hombre que, movido por una espiritualidad profunda, creó un cambio político radical con unas claves muy diferentes a los cambios políticos normales.

Velázquez, como otra figura histórica que luchó por el cambio social, tiene un sueño. Un sueño que podría materializarse en julio de 2017, en Guadix, Granada. "Quiero crear una casa de retiro y de espiritualidad, llevada por un equipo interreligioso que en proporción similar estén cristianos, islámicos, judíos, budistas y ateos, dedicados exclusivamente a desarrollar un cambio social, destinado a la paz, a la justicia, a la ecología…". No conoce otras casas de espiritualidades que albergue diferentes creencias y que esté especializada en el cambio sociopolítico.

"Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre, no solo el matrimonio, también la política y la espiritualidad". Expone que se morirá sin ver sus grandes sueños realizados, pero que esto no le detiene y no le frustra para seguir creando y contribuyendo al bienestar social. "En la medida en que creo en el Evangelio, no me puedo frenar. Para mí es incompatible ser seguidor de Jesús de Nazaret y no estar por un cambio profundo de la sociedad. Él en tres años no paró. Y no le bastó. El creyente es un activista o no es creyente. Un activista desde coordenadas muy radicales, pero muy profundas", sentencia.

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Claudia González Romero

Periodista.

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