Cuando trabajar a 20 grados bajo cero es más liviano que el campo. "Eso sí que es duro"

La labor en cámaras frigoríficas puede parecer poco llevadero, pero "el cuerpo se acaba acostumbrando". En Caromar, Chipiona, es invierno todo el año.

Antonio Caro muestra una de las cámaras frigoríficas de Caromar. FOTO: MANU GARCÍA
Antonio Caro muestra una de las cámaras frigoríficas de Caromar. FOTO: MANU GARCÍA

Trabajar 20 grados bajo cero no es gran cosa si uno vive en Alaska. Eso dicen los registros de temperatura. Sin embargo, en Chipiona, por ejemplo, en una esquina del Sur, eso es una rutina. Si te dedicas a los ultracongelados, concretamente.

Caromar es una firma con una vasta producción de pescado congelado que trabaja, sobre todo, para hostelería. Fundada hace décadas por el chipionero José Caro, uno de sus hijos, que se ha criado entre hielos, cuenta que "depende de cada uno eso de cómo vives el frío". Antonio Caro va a la oficina y entra en las cámaras frigoríficas, a 20 grados bajo cero, con la misma ropa. "Yo he salido sudando de ahí, limpiando la cámara, por ejemplo. Si te mueves, esto no es frío", indica.

Uno de los trabajadores explica que, para él, es más duro incluso en estos días de frío la calle al salir hacia el trabajo por la mañana. "Yo podría estar", dice Caro, "una hora dentro de las cámaras de congelación y no me pasaría nada. Vamos, el tiempo que hiciera falta". ¿Por qué? Porque la clave está en saber reaccionar. "Moverte. De un lado para otro estaría si me quedara encerrado". "El tiempo que sea no, que si te quedas ahí hasta 2022", le responde chuflón un operario.

Un camarista, en plena faena. FOTO: MANU GARCÍA

El mundo del pescado congelado es, en realidad, de las profesiones más livianas dentro del sector. En las plazas de abastos, los pescaderos y pescaderas trabajan desde primera hora de la mañana en contacto directo con el hielo. Cuentan con protección de botas de plástico, guantes... Pero también tienen de eso los camaristas. El equipo cuenta con pantalones especiales, abrigos homologados, braga para el cuello y hasta gorro, "para el que quiera". Casi nadie lo hace. "Ningún trabajador pasa más de 20 o 30 minutos dentro de la cámara seguidos". Sobre todo, de hecho, se trabaja fuera de ella.

Los primeros meses, eso sí, en esta profesión, no son fáciles. A fin de cuentas, es entrar y salir de un congelador. "Más frío es el campo, eso sí lo tengo claro", dice Caro. "Mira, hay gente por los campos de Chipiona y demás que están cogiendo zanahorias con agua hasta aquí", dice señalándose las rodillas. "Eso sí que es duro. O el barco. Ahí te hartas de agua".

La humedad de la zona hace de los trabajos al aire todo un problema, al que se suma a menudo la lluvia. Ésta es una de las semanas más intempestivas de la temporada. Cuenta un trabajador de Caromar que prefiere el frío al calor. "Aquí te abrigas, y se trabaja bien, te acostumbras". El pasado verano, el siete de agosto, por ejemplo, murieron dos personas en plena ola de calor. Los riesgos laborales del frío son otros, y, curiosamente, lejos de las máquinas que hacen que siempre sea invierno. Al duro amanecer son más complicados los cero grados que los -20 del camarista.

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