Moreno Bonilla cumple tres años: absorción de Ciudadanos, necesidad de Vox y desgaste de la sanidad

El líder del PP encara el último año de la legislatura en busca de una mayoría lo suficientemente amplia que le permita gobernar en solitario

Moreno Bonilla entre un rebaño de ovejas

Desde hace tres años, Andalucía es gobernada por el Partido Popular. Un hecho inédito, casi histórico, dado que, en 40 años de democracia, la comunidad autónoma sólo había conocido presidentes socialistas. En la sesión de investidura de enero de 2019 eso cambió. Una carambola pilotada por Vox suponía que, por primera vez, el PP se hiciera con la Junta de Andalucía.

Carambola porque el Partido Popular sacó entonces los peores resultados de su historia. Juan Ignacio Zoido calentaba en banda para tomar el relevo, pero la irrupción no detectada de la ultraderecha provocó que, sumando sus votos a los de PP y Ciudadanos – tan solo cinco escaños de diferencia –, el tablero político andaluz diese un vuelco.

A partir de ese momento comenzó el funambulismo. El equilibrio entre una imagen moderada que fuera lo suficientemente atractiva como para convencer a votantes socialistas y la dependencia continua de los votos de la ultraderecha. “De la moderación no me sacará nadie porque es mi forma de ser”, ha dicho en una entrevista concedida a ABC por el aniversario de su investidura. Durante estos tres años, Moreno ha visto como líderes y portavoces del resto de partidos iban y venían y cómo la izquierda se fragmentaba un poco más mientras su popularidad no paraba de crecer entre los andaluces.

De Moreno Bonilla a Juanma Moreno

La campaña electoral del actual presidente de la Junta de Andalucía no dejó indiferente a nadie. Desde prometer 600.000 empleos, a preguntarle a una vaca si iba a votar al PP, pasando por una cena junto a Pablo Casado en un restaurante de comida rápida. La mayoría de estas imágenes provocaron memes. Posteriormente, todo ello se volvió a favor del líder del Partido Popular.

Cuando comenzó la carrera electoral, Moreno Bonilla era desconocido y muy mal valorado. Los datos del CIS en el barómetro previo a las elecciones dibujaban un escenario en el que apenas el 56% de los andaluces lo conocía. Muy lejos del 91% de Susana Díaz y por detrás del 59% de Teresa Rodríguez. No era el peor dato ya que su valoración era la peor de todos los candidatos con un 3,1.

La presidencia supuso un cambio radical. Su equipo tenía que conseguir que un desconocido para la mitad de la población se convirtiera en pocos meses en presidenciable para todos los andaluces. Y para ello Moreno Bonilla se convirtió en Juanma Moreno. Hay que señalar que esto ya estaba presente en la campaña, pero a partir de la investidura se intensificó la presencia.

La relación con Ciudadanos

Cuando Moreno Bonilla o Elías Bendodo hablan sobre un futuro gobierno, ambos repiten que están cómodos con la fórmula actual y que les gustaría reeditarla en caso de no poder lograr la mayoría absoluta que permitiese al Partido Popular gobernar en solitario. La fórmula actual es con Ciudadanos, que sacó 21 escaños en las elecciones y logró 5 de los 12 sillones que conforman el Consejo de Gobierno.

A priori, se puede establecer que la proporción es bastante justa con respecto a los resultados electorales. Algo que, quizás, podría no decirse del resto de negociaciones de Ciudadanos durante el anterior ciclo electoral. Juan Marín se hizo con la vicepresidencia, un puesto con suficiente visibilidad como para no caer en el olvido en tan solo cuatro años.

Sin embargo, todos los focos han señalado al Partido Popular, prácticamente como si se tratase de un Gobierno monocolor. Ni siquiera en los datos de empleo, consejería que controla Ciudadanos, la formación naranja ha logrado imponerse en el relato. “El Partido Popular ha sabido aprovechar mejor la presencia de Ciudadanos en el Gobierno que el propio Ciudadanos”, comentaba Fran Carrillo, parlamentario de Ciudadanos recientemente en una entrevista para lavozdelsur.es.

Durante la legislatura se han producido halagos mutuos mientras las relaciones entre ambos partidos a nivel nacional saltaban por los aires. “Oasis de estabilidad”, repetía Bendodo cada vez que había un conflicto entre Partido Popular y Ciudadanos. “En sede de Gobierno no hablamos de los temas de partidos”, contestaba en San Telmo cada vez que se producía la ruptura de una coalición. Pasó en Murcia, pasó en Madrid, pasó en Granada y pasó en Castilla y León. En Andalucía todo era paz y tranquilidad.

Nada evitaba que Ciudadanos se desplomase en las encuestas. Y el Partido Popular, más allá de los alegatos sobre la estabilidad del Gobierno, no hacía – ni hace – nada por evitar el derrumbe de Ciudadanos. Entre permitir a Ciudadanos un buen resultado o buscar la mayoría absoluta para gobernar en solitario, parece que Moreno Bonilla ha optado por lo segundo.

Dependencia de Vox

El problema del segundo escenario es que el Partido Popular puede quedarse en tierra de nadie y rehén de Vox. Si bien es cierto que a Moreno Bonilla no se le ha visto incómodo con los votos ultraderecha, la presencia de estos en el Consejo de Gobierno cambiaría las relaciones. Vox lleva seis meses avisando de que, si dan los números, forzarán estar en San Telmo.

Con la llegada de Juan Espadas, el PSOE buscó limitar la dependencia que tenía el Gobierno con Vox, “queremos evitar que Vox siga marcando el rumbo de Andalucía”, manifestaba Ángeles Férriz, portavoz socialista, en una entrevista ofrecida a este medio. “Lo único que le queda al PSOE es mostrarse como fuerza útil”, confesaba Juan Marín en una charla ante su grupo parlamentario que, posteriormente, reventaría la negociación de los presupuestos.

Pero el rumbo de la legislatura ya estaba marcado. El PSOE consiguió participar en la confección de la Ley del Suelo, aunque esta salió adelante con el voto afirmativo de Vox. También ha llegado a acuerdos con PP y Ciudadanos sobre determinadas cuestiones de la administración. Aun así, la legislatura será recordada por las bajadas de impuestos y ahí, la foto es de PP, Ciudadanos y Vox.

Pese a ello, la ultraderecha no está satisfecha con la legislatura – de ahí la insistencia de estar en el próximo Gobierno –. Su actual portavoz, Manuel Gavira, en una entrevista concedida a 7tv, expresaba que, aunque se habían dado pasos en fiscalidad, en temas de Memoria, Administración Pública o Igualdad “se siguen haciendo las mismas políticas socialistas”.

El desgaste de la sanidad

A Moreno Bonilla le ha tocado lidiar en dos de estos tres años con una pandemia mundial, que, entre otras cosas, le ha permitido confrontar sus políticas con las del Gobierno central. En este tiempo hemos visto como pedía cogobernanza cuando la gestión estaba en manos del Gobierno de España mediante el “mando único” y que el Gobierno de España tomara responsabilidades cuando había cogobernanza.

Lo primero que hizo Moreno Bonilla fue presentar su comité de expertos. Mientras Pedro Sánchez mantenía el suyo en secreto y era la diana de todas las críticas, los dirigentes de la Junta de Andalucía comenzaron a repetir que aquí las decisiones las tomaban los expertos. Se eliminaba la percepción de que cualquier decisión tuviera sesgo político. Aunque se necesitara todo el equipamiento de esquiador para poder cambiar de provincia, nada de lo que se aprobaba era decidido por los políticos.

Sin embargo, en dos años de gestión de pandemia es imposible evitar los altos y bajos. Y el bajo ha llegado en el peor momento posible, cuando encara la precampaña electoral. La saturación de la Atención Primaria es evidente y reconocida por el propio Gobierno. En las últimas semanas, Moreno Bonilla ha empezado a repetir que ni siquiera el sistema mejor preparado – País Vasco – está aguantando.

La no renovación de 8.000 sanitarios supuso la chispa que comenzó a movilizar a los sindicatos. El PSOE sigue martilleando esa grieta para intentar que Moreno Bonilla llegue a las elecciones sin aliento. De momento, aguanta en las encuestas. La última conocida, de Sigma Dos para El Mundo, señala que el PP, se queda con 16 de los 21 escaños de Ciudadanos, suma más que las izquierdas y sólo necesitaría la abstención de Vox. Un escenario similar al de la Comunidad de Madrid.

Pero la sanidad, y la experiencia que tiene la gente con ella, es capaz de quitar y poner gobiernos. El PSOE lo sabe después de que las Mareas Blancas fueran la puntilla al desgaste de 37 años acentuados en los últimos por el Caso ERE. Moreno, de momento, se quita responsabilidades, “la convocatoria electoral dependerá de PSOE y Vox”, dice en ABC. Dos partidos a los que culpa de no haber presupuesto, pese a presumir de diálogo durante la legislatura. Queda mucho aún, pero puede que no quede tanto.