Un 19 de junio de 2022, hace hoy justo tres años, los andaluces votaban para renovar su Parlamento y, por ende, la Presidencia de la Junta. Muchas cosas han cambiado desde entonces. Con un 56%, fueron las elecciones con menor participación desde 1990, en un fenómeno que no parece achacable a lo andaluz sino a lo occidental. Influyó particularmente estar metidos prácticamente en el verano. E influye para comprender esa tendencia el envejecimiento de la población, pero también la desazón de una parte de la sociedad. Aunque hasta podría deberse también a que los andaluces, como concepto general, el pueblo andaluz, veía claro qué iba a ocurrir, y que lo vería con buenos ojos. Votaran o no, la mayoría absoluta se entiende entre quien votó al PP y el que asumió su victoria sin votarle.
Y es que el fenómeno de Juanma Moreno, para entenderlo, hay que encuadrarlo no solo en los votos que cosecha, sino en los que ha impedido en las dos citas donde ha sido electo presidente. En 2018, como recordaba Toni Martín en una entrevista en lavozdelsur.es, el PP había detectado dos tendencias que hacían posible la victoria: por un lado, el crecimiento de Vox, especialmente en la recta final de campaña; por otro, que había cientos de miles andaluces dispuestos a votar al PSOE -el que acababa de llegar a La Moncloa, con Pedro Sánchez de moda, tiempos aquellos- pero no a Susana Díaz -derrotada en la contienda interna ante Sánchez poco antes-.
Hace hoy tres años los andaluces confiaron de nuevo en el @ppandaluz y le dieron una mayoría suficiente.#Andalucía ha cambiado, avanza y está demostrando que apostar por la gestión y la moderación funciona.
— Juanma Moreno (@JuanMa_Moreno) June 19, 2025
¡Gracias, andaluces!
Seguimos adelante. pic.twitter.com/kh4fedEhQw
Eso sería en parte la clave de lo que pasó en 2022. Cientos de miles andaluces que votaban al PSOE dejaban de hacerlo de nuevo porque asumían y aceptaban que, aunque no votaran al PP, no reaccionaban contra él, contra Juanma Moreno. Además, para lograr la absoluta, se dio el fenómeno Vox pero invertido: una campaña desastrosa con Macarena Olona desconectándose en los debates autonómicos que le quitó votos al partido de Abascal, y que aupó a Moreno a la absoluta.
Desde entonces, Juanma Moreno ha llevado adelante su legislatura con la mayoría absoluta como un fenómeno casi único en la política española. El Congreso actual, y parece los que vengan, está condicionado por la necesidad de pactos. Salvo que el descalabro del PSOE se alargue, Núñez Feijóo parece que en el futuro necesitaría a Vox. Si el PSOE se recupera, no lo haría desde luego para la absoluta. Así que pactos, acuerdos, que en democracia son necesarios, pero que a la vez condicionan, generan contradicciones y, si no hay voluntad de todas las partes, paralizan la acción de Gobierno. Véase en España la imposible reducción de jornada laboral porque los socios de investidura como Junts no lo ven.

En Andalucía, en cambio, se esté o no de acuerdo con los planes de Juanma Moreno, hay un plan. Y un partido con capacidad para sacar adelante lo que quiera. La oposición echa el grito en el cielo. Pero lo cierto es que aún no ha logrado hacer daño a la marca Juanma. Problemas en la sanidad, la dependencia, la educación, reciben a cambio explicaciones en el Parlamento y en los medios. No ha llegado el día en que la oposición le imponga verdaderamente un discurso a Juanma Moreno.
De lo económico a lo nacional
La política autonómica, y cada vez más la local, vienen marcadas por lo nacional. Y la Junta, el PP y el presidente, lo saben. Por eso se renunció hace un año a mantener como portavoz a Ramón Fernández-Pacheco, para muchos delfín político de Juanma Moreno, por su tono, juventud, etc. En cambio, se optó por un modelo más duro en el mensaje, el de Carolina España. Porque es consejera de Hacienda, experta en la materia, y quien más confronta con un mensaje frente a Pedro Sánchez: la financiación. Parece que se olía el PP que delante tendría Moreno a María Jesús Montero cuando tomó la decisión en 2024. Lo económico y la afrenta a Andalucía sustentan hoy gran parte del discurso. Y el mensaje es contundente: si las cosas no van mejor, sea donde sea, infraestructuras, sanidad, lo que sea, es porque faltan cada año 1.522 millones de euros que el Gobierno no da por culpa de una financiación desigual, porque se prioriza a Cataluña por sus pactos de investidura, por las razones que sean.
Y ese mensaje es contundente y tiene recorrido en un país donde nunca deja de aflorar esa idea del café para todos, que teóricamente suponía dar a todas las comunidades, pero si se lleva a cabo un reparto desigual, las distancias entre territorios se ahondan.
Juanma Moreno, además, aprovecha un contexto propicio, que es la salida de la crisis económica derivada de la pandemia, donde Europa salvó los muebles regando la economía con la máquina de hacer dinero. Eso generó inflación, cosa por la que nunca se podría culpar a un gobierno autonómico, pero ha acabado permitiendo un expansionismo, manteniendo la actividad privada y la pública sostenida para varios años, y además incrementando la capacidad financiera de las administraciones. Porque si los precios suben, si acaban también subiendo algunos salarios, aumenta la capacidad de recaudación, facilitando así las agendas de puesta en marcha de las administraciones.
En eso, la Junta, además de tratar de reducir impuestos para compensar ese exceso, ha conseguido imponer que se está gestionando bien todo aquello que venga mal dado. Ese es el mensaje: "somos capaces, somos gestores, baja el paro, afrontamos lo que viene". El paro baja, las exportaciones se incrementan... Ayuda hasta la presidencia del Comité de las Regiones, que sitúa a Moreno no solo en el escenario nacional, sino también en el europeo.
El resto, descolocados
La oposición recela, lógicamente, y no se puede restar gravedad a asuntos como la judicialización de los contratos del SAS bajo sospecha. Pero la pregunta que se hace más de un dirigente de los partidos de izquierdas es si esa crítica está calando, si está llegando. Y en cualquier caso, parece que en la mente de la gente queda eclipsada por la corrupción que ahora sí parece evidente en el Gobierno de España. El péndulo ideológico va cada día más rápido hacia las opciones conservadoras. Y Moreno, en una tierra que fue 40 años progresista en voto y espíritu, ha logrado en muchos votantes hacer caer un mito instalado de que si no era el PSOE, venía el coco, la derecha. Cuentan cosas como el Día de la Bandera, abrazar el 4 de diciembre como propio, convirtiendo a populares en andalucista y quién sabe si a andalucistas en populares.
Es imposible saber qué votaría la gente si mañana hubiera elecciones, no hay encuesta que afine un resultado de forma exacta. Pero a día de hoy no hay razones para pensar que Juanma Moreno perdiera sus opciones de repetir otra absoluta. Queda, como mucho, un año para las autonómicas. Apunta a la primavera, aunque es imposible de saber. Pero el PSOE no parece en su mejor momento como para hacer temblar la mayoría del PP. Estos días, desde luego que no. Tiene razones Juanma Moreno y todo el PP para celebrar estos tres años. O algo cambia, o serán más en esa posición absolutísima.


