Pedro Sánchez ha protagonizado la comparecencia de la mañana en la comisión de investigación del Senado por el Caso Koldo, una trama en el entorno político del presidente y que lleva el nombre de un asesor, pero que afecta a sus dos últimos secretarios de organización, José Luis Ábalos y Santos Cerdán. Durante cinco horas, ha ido respondiendo a los diferentes grupos políticos.
El presidente jugó a resistencia y contraataque, empleando bromas, sarcasmos y alguna carcajada. Tanto a un lado como al otro de las intervenciones se tenía en cuenta que había un objetivo, buscar la frase de resumen de una tediosa jornada para llevarse la victoria mediática. Ahí es donde Pedro Sánchez soltó un "esto es un circo" que trataba de enviar una enmienda a la totalidad.
En esas, Sánchez usó como arma la investigación que hay abierta contra la Junta por prorrogar los contratos de la pandemia con las clínicas privadas. "Hubo administraciones que continuaron con ese procedimiento de emergencia años después. El Servicio Andaluz de Salud adjudicó, mediante este procedimiento de emergencia, más de 242 millones de euros a clínicas privadas sin control, utilizando el procedimiento de emergencia para la pandemia, y lo hicieron hasta el año 2024". Una lección que Sánchez llevaba aprendida: "Como consecuencia de ello, hoy los tres últimos gerentes están imputados por prevaricación, malversación, y la Fiscalía Anticorrupción investiga estos contratos".
El PP, con mayoría en la Cámara Alta, buscaba situar a Sánchez en el centro del escándalo, obligándole a pronunciarse sobre la financiación del partido, los pagos en efectivo y las supuestas conexiones con el empresario Víctor de Aldama o con su esposa, Begoña Gómez, a raíz del rescate de Air Europa. Desde el Gobierno, la respuesta fue opuesta: deslegitimar la comisión y presentar el interrogatorio como una maniobra partidista del PP. El presidente adoptó un tono combativo desde el inicio, convirtiendo la sesión en un duelo político más que judicial.
"No me consta"
Sánchez respondió a buena parte de las preguntas con una fórmula: “No me consta”. La empleó, por ejemplo, para cuando se le preguntaba por las chistorras como billetes de 500, o cuando se le preguntaba por cobros en dinero en mano por parte del PSOE. También rechazó conocer personalmente a Víctor de Aldama, explicando que la fotografía que circula de ambos procede de un acto con simpatizantes. En cuanto a su suegro, Sabiniano Gómez, y las presuntas aportaciones de la empresa familiar Servinabar, fue en la misma línea.
Para el PP, la razón era la siguiente: reducir riesgos judiciales y políticos, mantener el control del relato y desvincular cualquier irregularidad del ámbito institucional. Es decir, que nada de lo ocurrido en la mañana de este 30 de octubre engordase el lío judicial que sacude al PSOE y al entorno de Sánchez.
El senador del PP Eloy Suárez Lamata fue quien presidió la comisión, sobre el que Sánchez lanzó ataques: “Agradezco la imparcialidad del presidente de esta comisión. Es un sarcasmo”. Cada vez que el jefe del Ejecutivo calificaba el foro como “circo” o “comisión de difamación”, Suárez le pedía respeto y advertía que sus palabras serían retiradas del Diario de Sesiones.
El interrogatorio más duro -y del que más se había especulado- lo protagonizó el senador popular Alejo Miranda de la Larra, que intentó arrinconar al presidente con preguntas y acusaciones directas sobre sus vínculos con Ábalos, Koldo García y Aldama. “Se presenta de ofendidito, pero miente hasta cuando cambia de opinión”. Sánchez respondió con ironía: “Ya entiendo que tenga que hacer méritos, pero todo esto a quien retrata es a usted”.
Otros grupos mantuvieron un tono igualmente duro. Desde UPN, la senadora María del Mar Caballero le pidió la dimisión y lo responsabilizó de “toda esta corrupción”. Vox, por su parte, llevó el debate al terreno personal: el senador Ángel Pelayo Gordillo preguntó si había financiado su campaña con “los negocios de prostitución” de su suegro. “Por supuesto que no”, replicó Sánchez con visible malestar.
En las cinco horas hubo tiempo para oír a Sánchez hablar de los comportamientos reprobables de José Luis Ábalos, reconociendo que fue una persona de su “máxima confianza”. “Sus hábitos personales me repugnan".
Sánchez defendió con firmeza a su esposa, Begoña Gómez, de las acusaciones sobre el rescate de Air Europa: “Mi mujer nada tuvo que ver, lo dicen los informes de la UCO”. Denunció además una campaña de “acoso y difamación”, incluso aquella que versa sobre una falsa afirmación de la transexualidad de Gómez que ha sido denunciada en los tribunales
A la defensiva en lo personal, el presidente pasó al ataque político. Recordó los casos de corrupción del PP, mencionando Gürtel, los sobresueldos y las comisiones que salpican al entorno de Isabel Díaz Ayuso. También aludió a Feijóo, acusándole de haber “ocultado 72.000 euros de sobresueldo” en el Senado cuando era portavoz.
El Gobierno y el PSOE reaccionaron de inmediato. Ministros y portavoces calificaron la sesión de “tremendo bluf del PP”. El ministro Félix Bolaños habló de “daño al nombre del Senado”, mientras Pilar Alegría tildó la actuación del PP de “bochorno”. La respuesta coordinada buscó reforzar la imagen de unidad y minimizar el desgaste. Los socios parlamentarios mantuvieron un perfil bajo: Más Madrid y Compromís mostraron apoyo, ERC y Bildu se centraron en cuestiones territoriales y Junts marcó distancia sin confrontar.
Sin aportar novedades sobre el caso Koldo, la sesión sirvió para reforzar la polarización y evidenciar el desgaste institucional. El Senado actuó más como campo de batalla política que como órgano de fiscalización. Sánchez salió del hemiciclo con una sonrisa y un mensaje claro: “Estoy contento. Otros seguro que no”. Una frase que resume el balance de una jornada en la que el presidente, una vez más, convirtió la defensiva en ataque y el control parlamentario en un acto de afirmación política.
