Una 'playa escuela' en plena naturaleza en Chiclana: “Respetamos los procesos de los niños, sin forzar nada”

El proyecto Tierra y Sal es pionero en la provincia gaditana en ofrecer una educación alternativa en el pinar de Sancti Petri, donde trece niños a partir de 3 años aprenden y exploran sus capacidades

Una playa escuela en plena naturaleza en el pinar de Sancti Petri de Chiclana.
Una playa escuela en plena naturaleza en el pinar de Sancti Petri de Chiclana. MANU GARCÍA

Los muros de las aulas se cambian por los árboles. Los pequeños exploran la tierra, los enebros y la arena que los rodean, algunos portan palos mientras que otros trepan por los árboles. En el pinar de Sancti Petri de Chiclana, Santi, de cinco años, es uno de los niños que participa en la playa escuela Tierra y Sal, un proyecto de educación al aire libre que rompe con el modelo de enseñanza oficial.

A la altura del punto mágico de Hércules, con unas vistas panorámicas al emblemático castillo, un grupo de 13 niños a partir de 3 años aprenden, juegan y crecen en lo que ellos conocen como "la cueva de los pájaros". El cantar de las aves y el sonido de las olas del mar crean un ambiente de calma que difiere de las aulas tradicionales.

“Mi hijo tiene devoción por escalar, él no andaba y ya escalaba, yo no sé si él va a ser escalador el día de mañana, pero sé que él está desarrollando algo, una capacidad que él tiene, prima mucho el interés y las capacidades que tenga el peque”, comenta Josefina, la madre de Santi que se decantó por este tipo de educación porque “a mí me gusta que el peque crezca en un entorno natural, que él se enfrente a la vida real, aquí la naturaleza es parte de su entorno y él tiene que aprender a cuidarlo y a amarlo, entender por qué no está bien arrancar las flores”.

Bajar a la playa, reunir cangrejos, aprender las letras escribiendo en la arena y sobre todo trepar por los árboles son las actividades favoritas de su hijo, que desde se sumó al proyecto hace un año “está pleno, feliz, activo y seguro”. Josefina “se siente completamente satisfecha como mamá” cuando lo ve llegar a casa repleto de energía.

Uno de los niños agarrado a una rama de un árbol en la playa escuela.
Uno de los niños agarrado a una rama de un árbol en la 'playa escuela'. Manu García
Josefina, madre de Santi, durante la entrevista.
Josefina, madre de Santi, durante la entrevista. Autor: Manu García

“Sin desmerecer el trabajo que hace la educación pública, siento que es muy difícil coger herramientas propias cuando uno está sentado en una silla frente a un escritorio coloreando fichas, aquí él está resolviendo situaciones constantemente, por más pequeñas que sean”, destaca a la que le gustaría poder seguir brindándole esta educación a su hijo.  

El proyecto Tierra y Sal es el primero de la provincia de Cádiz que propone un modelo educativo en la naturaleza como alternativa a la escuela convencional. “Estaba ante la tesitura de tener una niña de 3 años y tenía que buscar un espacio para ella, yo venía a esta playa y siempre lo veía como un sueño, qué hermoso sería poder criándote y creciendo aquí”, explica Cristina, guía Montessori de Primaria que se adentró en esta aventura hace un año.

La chiclanera veía que en los colegios no tenían en cuenta “esa necesidad de estar en contacto con la naturaleza a estas edades”. Así, tomó la decisión de empezar Magisterio cuando nació su hija Maren. “Siendo honesta, no me creía nada de lo que me contaban en la carrera, donde yo quería llegar era a una educación alternativa, la formal no encajaba conmigo ni con mi filosofía”, explica Cristina, que tras 15 años fuera de su tierra ahora coordina la actividad junto a otras voluntarias.

Para ella, los padres “tienen la potestad para elegir la educación de sus hijos en base a sus creencias, su religión y a lo que piensen, si elijo un colegio religioso, ¿por qué no puedo elegir una educación en la naturaleza? Lo ideal es que convivan los dos”.

"Los padres tienen la potestad para elegir la educación de sus hijos en base a sus creencias, su religión y a lo que piensen"

Los pilares en los que se basa esta playa escuela son el aprendizaje vivo, desde la propia experiencia, el juego libre “donde experimentan por sí mismos al no ser directivo” o el estar en contacto con la naturaleza, al aire libre “una gran ventaja y más en los tiempos que corren”. Cristina también resalta el acompañamiento respetuoso, “respetamos los procesos de los niños, sin forzar nada, y no introducimos concepto y concepto, presionándoles para que sigan un currículum, aquí el currículum que seguimos es el que ellos mismos van marcando”.

Al ser un grupo reducido, las educadoras pueden ofrecer un trato personalizado a los pequeños. “A mi me deja muy tranquila saber que mi niño aquí no es un alumno más, él está siendo respetado como ser, tiene un acompañamiento en la forma de gestionar sus emociones”, expresa Josefina que se entrega cada día en cuerpo y alma con el grupo.

El grupo de niños del proyecto Tierra y Sal jugando con telas.
El grupo de niños del proyecto Tierra y Sal jugando con telas. Autor: Manu García

Después de una clase de música en la que el grupo debía seguir los ritmos con los palos, algunos se esmeraron en la construcción de cabañas. Respirando aire fresco y con las caricias de los rayos del sol los niños continuaron su jornada aprendiendo a trepar y balancearse con telas. “Para nosotros es muy importante el desarrollo psicomotor, el movimiento, para llevar luego al nivel cognitivo, esto muchas veces no se tiene en cuenta en la escuela tradicional, los sientan para que no se muevan”, comenta Cristina que explica cómo los niños en la playa escuela aprenden las tablas de multiplicar moviéndose en círculos.

Mientras que Cristina describe la metodología del proyecto, se detiene y reflexiona. “En este tipo de educación lo cognitivo no lo es todo” y se pregunta “qué tipo de ser humano necesita esta sociedad el día de mañana, uno que sepa muchas raíces cuadradas, ecuaciones e idiomas o uno que sepa solucionar problemas y enfrentarse a la vida de una forma coherente”.

Cada mañana, de 9:00 a 14:00, los niños participan en diversas actividades basadas en “sus compromisos, lo que ellos han decidido aprender, y qué vemos nosotros que necesitan mejorar, la concentración, la atención, la programación es totalmente flexible, es un aprendizaje muy vivo que va variando conforme a lo que va sucediendo”.

El viento de levante salta. Los niños interactúan entre ellos mientras que Cristina advierte que, aunque “suena a libertinaje, no lo es, la libertad va de la mano de los límites y las normas, hay límites que vamos poniendo en base a la situación, si decidimos que nos vamos a sentar, hay que respetar eso y dos no se pueden ir a la playa”. A su vez, el diálogo y la escucha prevalecen frente al sistema de premios y castigos, que “es algo que viene interpuesto de fuera no es algo que ellos han experimentado”.

Cristina, guía Montessori de primaria, en el encuentro.
Cristina, guía Montessori de primaria, en el encuentro. Autor: Manu García

El proyecto también ha llamado la atención a algunas familias al considerarse una escuela segura en estos tiempos de pandemia. Es el caso de Claudia, la italiana que se trasladó desde Milán a Chiclana para que su hija Tina, con cuatro años recién cumplidos, se sumara a este modelo.

“No se sabía muy bien lo que iba a pasar con las escuelas entonces pensamos que tal vez era el momento de experimentar por una vez en la vida algo nuevo”, explica Claudia que espera que su hija “lo recuerde como algo bonito que no habría pasado sin esta triste pandemia”. La familia milanesa no tenía ningún problema con la escuela pública a la que asistía Tina, “era estupenda”, pero le pareció una buena opción para hacer frente a la crisis sanitaria, “esta no la iban a cerrar”.

Al principio, Tina tuvo algunos problemas con el idioma, sin embargo, “ahora la vemos mucho más curiosa, activa y super independiente”, dice su madre entusiasmada. Al igual que ella, Josefina piensa que estar en la naturaleza “es la primera medicina que podemos tomar, el sistema inmunológico tiene que estar fuerte”.

En este enclave natural, los pequeños se desenvuelven y explotan su curiosidad, la que les guía en esta singular forma de aprendizaje. Cristina, Josefina, Inma o Cloe son algunas de las mujeres que se esfuerzan para brindarle al grupo una experiencia distinta. “Pretendemos que el niño le coja gusto a aprender, a querer crecer y empaparse de las cosas de la vida. Le hemos quitado la oportunidad a los niños de ser niños, de repente le ponemos en un aula sentados atendiendo a alguien que te cuenta cosas que luego no vas a recordar”, dice Cristina, ilusionada por poder incluir la playa escuela como una opción más de educación en la provincia gaditana.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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