Docentes que pierden su destino de varios años por unas oposiciones que califican de "falsa estabilización"

Abel y su pareja son docentes y van a perder "un plan de vida", con un bebé en camino, que ahora está "en el aire". Ella, con dislexia, no pudo alegar su adaptación y ha acabado fuera por faltas de ortografía. "Es bastante probable que no la llamen en todo el año"

Una estudiante en un centro educativo de Andalucía.
Una estudiante en un centro educativo de Andalucía. MANU GARCÍA
08 de agosto de 2025 a las 20:57h

Después de nueve años dedicado a la enseñanza pública, Abel, interino andaluz de Filosofía, ha visto cómo su carrera, su estabilidad y su vida personal se tambalean por completo. Con 38 años, una casa recién comprada y un hijo en camino, ha sido destinado en la adjudicación provisional a Prado del Rey, lejos de la Bahía de Cádiz donde llevaba cinco años. “Yo soy y me siento profesor, y ahora mismo siento que por haberse roto el equilibrio, todo un plan de vida... está en el aire”. 

El sistema de oposiciones, opina, se ha vuelto “caprichoso” e injusto para quienes llevan años trabajando. Ha cumplido con ese teórico suplicio inevitable de dar vueltas por Andalucía —sustituciones en Cádiz y Córdoba, años en Jerez, La Línea, Puerto Real y San Fernando—, pero el actual modelo de oposición apenas tiene en cuenta el tiempo previo. Este año se han endurecido los requisitos: programación entregada antes de conocer la nota del primer examen, imposibilidad de reutilizar materiales anteriores por cambios legislativos y reducción del número de temas extraídos (solo 4 bolas, en lugar de 5). Además, el examen sigue siendo eliminatorio, denuncia el docente de FIlosofía.

71 temas no puede aprendérselos nadie de memoria, así que el factor suerte juega mucho”. De hecho, denuncia que el pasado año ni siquiera sacaron plazas de su especialidad y que este año todo estaba en contra. Pero la situación se agrava cuando se traslada al plano familiar. Su pareja, doctora en Biología y docente desde hace cinco años, también se ha visto apartada del sistema. Diagnosticada con dislexia, el tribunal anuló sus exámenes por faltas ortográficas —confusión entre letras, trasposición y tildes— a pesar de haber obtenido notas destacadas en otras partes del proceso. El año pasado logró un 9,14 en la exposición; este año un 8 en la parte teórica. Aun así, su prueba fue invalidada de nuevo. Está embarazada de cuatro meses y, por cómo han quedado las listas, probablemente no trabaje este curso.

“El año pasado, si no le hubieran invalidado el examen, habría cogido plaza”, asegura Abel, que denuncia la falta de sensibilidad y la ausencia de adaptaciones para docentes con dislexia, pese a los intentos de asociaciones y sindicatos por hacerse oír.

La sensación de injusticia se extiende a muchos otros compañeros: docentes con 10 o 15 años de experiencia, aprobados sin plaza en procesos anteriores, que ahora quedan fuera mientras personas sin tiempo de servicio acceden a vacantes. “Este año ha cogido plaza gente con un 4, y otros con un 9 están fuera”, denuncia. El proceso, dice, se ha convertido en una lotería donde la experiencia no pesa y la “bola” lo determina todo.

En el fondo, la denuncia es que la administración ha ignorado por completo el impacto humano de sus decisiones. "Cada novedad", explica, ha ido en contra de los que llevan años cumpliendo, concluye Abel. Porque cuando alguien lleva casi una década de servicio, cree que su vocación tiene un lugar en el sistema. Pero este año, todo se ha roto. Y lo más doloroso, según él, es que a nadie parece importarle. Un "mal llamado proceso de estabilización". Unos han ganado y otros han perdido.

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Pablo Fdez. Quintanilla

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