Son las 13.15 horas de un miércoles de verano en el centro de El Puerto. Los bares no están a rebosar, pero se ve cierto movimiento. Es la hora del tapeo y la cervecita para los locales y turistas que ya se van sentando en los veladores.
Quién iba a decirles a los hosteleros que después de la ansiada vuelta a la normalidad iba a llegar una inflación disparada que amenaza a los bolsillos de toda España. El Índice de Precios de Consumo (IPC) por las nubes obliga a bares y restaurantes a hacer filigranas para que la situación económica les salpique lo menos posible.
Según los datos avanzados publicados este lunes por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el IPC ha subido un 1,8% en junio con relación al mes anterior y ha disparado su tasa interanual 1,5 puntos, hasta el 10,2%, su nivel más alto desde abril de 1985.
Un incremento desmesurado que no se veía desde hace 37 años. Al que se suma otro récord en la inflación subyacente (sin alimentos no elaborados ni productos energéticos), que ha aumentado en junio seis décimas, hasta el 5,5%, su valor más alto desde agosto de 1993.
La inflación encadena dos meses consecutivos de ascensos en su tasa interanual, por ello, al sector de la hostelería no le queda otra que luchar por hacer frente a los costes. El gastro pub Malvaloca, en la calle Misericordia, abrió hace tres años con tapas, raciones, poke bowls y hasta meriendas. Sin esperarlo, vino una pandemia y ahora nota la subida.
"Está todo el doble de caro"
“Está todo más caro, el doble, y los precios se tienen que subir porque entonces no compensa”, comenta Patricia desde la barra. La camarera observa el comportamiento de los clientes cuando ojean la carta. “La gente mira más qué va a pedir, más tapas que platos”, dice.
Los cambios han sido inevitables “si no, es imposible sobrevivir, se ha notado hasta en la bebida, un refresco de 1,50 puede costar ahora 1,80”. Patricia suspira mientras piensa que el incremento también afecta a la cesta de la compra de las familias. “Pobres, pues más pobres somos”, expresa.
En general, algunos locales han reforzado la marca blanca a la hora de comprar en el supermercado y otros han tenido que hacer pequeños cambios en su oferta. “Hace poco tuvimos que actualizar los precios de la carta, más en comida que en bebidas”, explica Abraham Ameneiro, dueño de la taberna La Mezquita.
Lleva siete años ofreciendo conservas, ibéricos, salazones o ajo caliente en el local, con más de 100 años de historia, de esta esquina de la calle Luna. “Siempre se había conocido como la mezquita y le dejamos el nombre”, dice el portuense que acaba de servir un vermut.
“La bebida más o menos se ha mantenido, pero en la comida, sin que fuera una cosa muy exagerada, hemos tenido que subir algo los precios, no hay más remedio”, sostiene Abraham, que ha tomado esta medida para que el coste de las pérdidas sea el menor posible.
"Hemos tenido que subir algo los precios"
Los proveedores le avisaron del incremento –“entre un 8 y un 10% con respecto a hace unos meses”– que, sobre todo, ha repercutido en el pescado, las verduras y el pan. “Es lo que ha pegado el subidón. La carne sinceramente no mucho”, añade.
Pese a la subida, los clientes no se contienen a la hora de pedir, al menos en su caso. Según cuenta a lavozdelsur.es, “la gente está desbocada, está loca. 2019 fue nuestro mejor año desde que abrimos, pero este está siendo todavía mejor. Normalmente el jaleo empieza en julio y en mayo y junio ha sido una locura”.
Las ganas de disfrutar de turistas y locales han ayudado a que el golpe no sea tan duro. “Si tenemos que subir un plato 20 céntimos, la gente lo entiende, nadie ha protestado”, comenta frente a unas botas de vino.
A unos metros del local, se encuentra un negocio que se ha atrevido a abrir sus puertas en plena inflación, hace apenas un mes. La pandemia y la subida descontrolada no han impedido que una familia cumpla con sus objetivos. “Mi madre quería montarlo y cogió el traspaso”, dice Lucas desde El Tabanco del Sur, proyecto que le da el relevo a La Gambrina tras el fallecimiento de su dueño, Miguel Sánchez Ivars.
En su terraza, ofrecen papelones con ibéricos y quesos, cucuruchos de croquetas caseras de varios tipos, desde puchero hasta carrillada, y vinos de Cádiz. Comida típica andaluza y “que se hace rápido”.
Lucas comparte cómo viven esta situación. “Hemos cambiado algún que otro ingrediente a algunos platos y hemos subido un poco, pero realmente no se ha notado mucho. Lo único en donde sí se ha visto ha sido en los bidones grandes de aceite. Pero en la carne, por ejemplo, no”, dice detrás de la barra y rodeado de cuadros.
Los productos de alimentación no son los únicos que se han encarecido. La luz sigue estando muy cara y la gasolina y el gasóleo en España acaba de registrar un nuevo récord histórico, por encima de los dos euros el litro. Agárrense que vienen curvas.
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