Dama Blanca VI - Jerez de la Frontera

La dama blanca, parece combinarse con las terroríficas historias de jóvenes que se enamoran en una noche de un fantasma, quedando para verse al día siguiente por el préstamo de una prenda por parte del chico

Detalles del 'cielo' de la Catedral, en parte barroca, de Jerez.
Detalles del 'cielo' de la Catedral, en parte barroca, de Jerez. ESTEBAN

La provincia gaditana goza de mucho folklore y cultura del vulgo. ¿Será porque somos la tierra del carnaval, del flamenco y por tener la ciudad más antigua de Europa? ¿Puede ser que nuestra variedad geográfica nos ofrezca más puertas al imaginario colectivo? ¿Por ser el límite con el nuevo mundo y parte de la ruta comercial con África y Asia? El caso es dar un paso y toparse con otra historia.

En nuestro recorrido; buscando las damas blancas gaditanas; debemos pararnos en Jerez de la Frontera. Nuevamente, estamos ante otra mezcla de leyendas urbanas. La dama blanca, parece combinarse con las terroríficas historias de jóvenes que se enamoran en una noche de un fantasma, quedando para verse al día siguiente por el préstamo de una prenda por parte del chico.

No sabemos la fecha exacta, sin embargo, hay versiones que la sitúan en épocas de carros de caballos, de ciudades recién industrializadas y cuando la sociedad castrense tenía más peso en la jerarquía social.

Es en ese sector, el militar, el que se ve involucrado por culpa de nuestro muchacho. Él no era jerezano, pero venía a la ciudad por un acto de nombramientos y ascensos dentro del cuerpo, para después terminar en una gala con la alta alcurnia. Para la cena los hombres podían llevar a una acompañante, pero nuestro actor principal estaba soltero.

Así que, tras la ceremonia de su ascenso, marchó con su uniforme de gala en soledad a la cena. La comida fue exquisita, pero se estaba aburriendo de tantos temas mundanos por parte de una sociedad desconectada de la realidad. Es en ese instante, cuando nuestro caballero ve por primera vez a esa misteriosa joven.

La mujer, de largos cabellos recogido con un hermoso peinado, vestía un traje blanco de alta costura. Su pedrería, sus detalles, la forma que le daba su cuerpo, esa elegancia con la que lo llevaba, llamaron la atención del militar. Caminaba lenta pero con un paso que parecía levitar del suelo. A primera vista, y tras ese cruce de miradas donde ella lo llamaba con sus ojos castaños, daba la impresión que estaba sola. Sin embargo, no podía ser, allí solo se permitían a las mujeres que fueran acompañantes.

Esa dama abandonaba el comedor interior y se dirigía hacia un enorme balcón. Como si acabara de ser atrapado por una cadena, el joven se levantó y fue tras sus pasos. Allí se la encontró, sola, con sus hombros desnudos por su precioso traje, pese al frío que hacía esa noche otoñal.

Charlaron largo rato. Su voz angelical, su misterioso aislamiento y su fragancia tan dulce, embaucaron al hombre. Intentó sonsacarle a quién estaba acompañando, pero simplemente se reía ante esa pregunta y la esquivaba cambiando de tema. Tras varias horas, a punto de terminar la velada, ella tenía frío y él le ofreció; como caballero; su gabardina militar con todas sus condecoraciones.

Ella aceptó, pero al irse le dijo que se la devolvería al día siguiente, cuando fuera a su casa a buscarla. Él estuvo de acuerdo, ya que esa noche dormía en un hotel, pero al atardecer debía partir a su tierra. Así que, aprovecharía la mañana para intentar cortejar más a esa dama que lo volvía loco. Al menos, tener sus datos para poder mandarle epístolas. ¿Sabía al menos como se llamaba? No, recordó mientras veía partir su carruaje por la calle desierta.

Nada más despuntar los primeros rayos de sol, el joven se preparó para buscar a su posible amada. Solo conocía la dirección de su vivienda, dato suficiente que le permitió encontrar la casa palacio donde supuestamente habitaba.

Al llamar a la puerta, algo nervioso, le abrió una mujer del servicio, que al ver a ese joven militar llamando a esas horas a la puerta se asustó. No obstante, al preguntar por la hija del dueño de aquél hogar, se quedó extrañada y tras unas breves palabras, cerró la puerta. ¿Y esa cara?

Poco tiempo tuvo para pensar, porque en breve, abrió la puerta el señor de la casa con cara iracunda y preguntando qué quería. Algo intimidado, volvió a requerir a su hija. A lo que el hombre le dijo que se esperara un momento y lo dejó solo, a la intemperie, enfriándose por las bajas temperaturas de la mañana.

Tras un rato, que al joven se le hicieron eternos, apareció el señor con un traje de paseo. Le invitó a montar en uno de sus carruajes, y muy intrigado, se dejó llevar hasta la entrada del cementerio. ¿Querría acabar con su vida? Los temores del muchacho se dispararon.

Se internaron en el cementerio de Jerez, caminaron por la arteria principal, dejando a cada lado a los que allí descansaban, y a los que por allí visitaban a los suyos. El joven, sin poder aguantar más la duda, preguntó qué hacían allí. El padre de la misteriosa joven respondió que le dejara de decir más tonterías, y que si era un enviado de alguna empresa de la competencia para hacerle daño, porque era de vox pópuli que su única hija había fallecido.

El militar, con tono enfadado, le dijo que él jamás mentiría con tal cosa, y que por el honor que él le profesaba a su profesión, jamás haría tal cosa a un ciudadano de su país. Pero que, en la noche anterior, él había estado en la velada de la gala castrense que se celebró en su ciudad, y allí conoció a su hija. O al menos, eso le dijo la joven.

Caminaron un rato más en silencio, y ambos quedaron perplejos. En una enorme tumba, descansaba la gabardina del joven. En la lápida, la imagen de esa muchacha vestida de blanco, que la noche anterior había conocido, decía descansar allí.

¿Creéis que esta historia tan antigua y que aún hoy en día perdura en nuestras memorias fue real?

Sobre el autor:

Antonio S. Jiménez

Antonio S. Jiménez

Investigador paranormal. Miembro del TCI. Autor de 'San Fernando paranormal' y 'Enigmas en la provincia de Cádiz'

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