A media camino entre un Hard Rock y un pub inglés, es un espacio multifuncional con una amplia oferta gastronómica.
Montecarmelo es un nuevo barrio madrileño construido a principios del siglo XXI. Forma parte del distrito de Fuencarral-El Pardo, está situado al sur de la M-40 y linda con la Colonia de Mirasierra. Al entrar en él tiene uno la agradable sensación de haber escapado del caos circulatorio, del estrés y la prisa que reinan a menudo en la capital del Reino. Si algún día me decidiera a hacer las maletas y compartir vecindario con el oso y el madroño, creo que no lo dudaría.
Sus avenidas longitudinales y calles transversales, que hacen referencia a diferentes monasterios españoles, están cuajadas de nuevos y modernos edificios. El Monteolmo, diseñado por el arquitecto Javier Pinilla, es de los más llamativos. Una solución constructiva de vanguardia compatible con los criterios energéticos de la arquitectura sostenible. Se trata de un edificio exento que consta de un programa en vertical, constituido por cuatro plantas sobre rasante. La singularidad de su diseño en voladizo cerámico de Keraben como elemento clave de la fachada, lo convierten en uno de los proyectos más emblemáticos de la ciudad en los últimos años.
En uno de sus locales bajos, el que se sitúa en la esquina con la calle del Monasterio de las Huelgas, se encuentra Rita Sibarita. A media camino entre un Hard Rock y un pub inglés, es un espacio multifuncional con una amplia oferta gastronómica basada en la tradicional cocina mediterránea y enriquecida con diferentes tendencias y actuales técnicas culinarias. En realidad, la última frase la he tomado de la página web del local, pero es fiel reflejo de lo que pude comprobar personalmente hace una semana. Alta cocina de barrio en un moderno local con mesas altas, un largo banco corrido y una espaciosa terraza, ideal para las noches de verano pero que en esta ocasión no pude disfrutar porque esa misma mañana había nevado incluso.
Fiel a mi costumbre, ni me presento ni hago alusión alguna al blog, pero su trato es exquisito en todo momento. Nos explica con paciencia la carta, formada por entrantes, algo fresquito, un toque oriental, de la mar, de la tierra y dulce final. Hay también recomendaciones para los más peques, pero esta vez mi mujer y yo venimos libres de equipaje para asistir a un congreso y nos hemos tomado la noche libre.
Para empezar, entre saquitos de queso, croquetas de jamón, dados de patata, nuggets y tablas de jamón y tumaca y de quesos, me llaman la atención la tosta de pan de cristal con burrata (un queso aterciopelado primo hermano de la mozzarella), aceite de trufa y tomate liofilizado y los cigarros de pollo y verduras. Todos son raciones, pero en la mayoría de los platos se ofrece también la posibilidad de servir media, aunque el tamaño es el de una tapa generosa, no más.
La noche está metida en frío y decido saltarme lo de “algo fresquito”. He decidido hacer un alto en mis expediciones asiáticas y tampoco pediré nada oriental. Por tanto, de la mar me salto también el tataki de atún rojo y de salmón y el tartar de atún. Dudo entre el pulpo a la parrilla, que sirven con puerro crujiente, patata confitada y emulsión de ajada, y los ravioli de changurro con jugo de gambas y azafrán. Opto por esto último. No me arrepiento. Todo lo contrario. El changurro no forma parte del relleno de una pasta italiana, sino de una pasta brie o filo delicada, crujiente, suave y fina. El relleno es delicioso, puro mar, potenciado por el jugo de la gamba con el toque justo de azafrán.
El rollito vietnamita de perdiz escabechada es un visto y no visto. Envueltos en una hoja de cogollo y aliñados con una mezcla que no acierto a descifrar (tampoco lo pregunto), vuelan también. La revista Metrópoli sacaba esa semana a toda plana un informe especial sobre el Madrid “más generoso”. Con un artículo titulado Templos del Jerez, firmado entre otros por mi querida y admirada Paz Ivison, se hacía eco de la resurrección de los vinos de Jerez generosos en los mejores restaurantes de la capital.
Le pregunto a José Luis, el atento camarero, si tienen algo de Jerez. Desde luego, si lo hay no aparece en la carta de vinos. Se marcha a preguntar, pero al poco regresa con la temida negativa. Como no suene algo en los altavoces de Tomasito, que ese fin de semana actúa en Joy, lo más jerezano tendrá que ser una botella de Viñas del Vero, la apuesta de González Byass en Somontano. Pero tampoco. No sirven copas de este vino y acabo pidiendo un blanco de las Rías Baixas. Una lástima, pero estoy seguro que los dos jóvenes empresarios dueños del local sabrán rectificar e incorporarán a su carta vinos generosos de Hidalgo, Lustau, Fernando de Castilla, Sánchez-Romate…
Vinos únicos y singulares que recomiendan los mejores sumilleres del mundo y que irían perfectos por ejemplo con el nido de patata en tempura con yema de huevo de corral y jamón ibérico. Un delicioso compendio de sabores y texturas con el que gustosamente nos llenamos la boca. Exquisita la patata y deliciosa la yema impregnándolo todo. El jamón y el pimiento ligeramente pasado por la sartén incluidos.
De postre, y estando en Cuaresma, ni flan de naranja, ni espuma de yogut, ni brownie fluido, ni merengue suizo. Torrijas. Caramelizadas con puré de frutos deshidratados y helado de Haba Tonka. Diferentes y deliciosas.
Rita Sibarita. Calle del Monasterio de Las Huelgas, 9-13, 28034 Madrid. Teléfono: 917 50 91 41. www.ritasibarita.com @ritasibarita