Frente a la Iglesia de San Miguel, El Bigote ofrece una fusión de cocina tradicional andaluza e internacional sin renunciar a sus propias señas de identidad.

De servir copas a ponerse el delantal y meterse en una cocina para dirigir su propio restaurante. Antonio Rodríguez llevaba años al frente de El Duplicado, en plaza Vargas, pero hace poco más de uno vio la oportunidad de abrirse paso en el siempre difícil mundo de la hostelería. Lo animó su padre tras quedar libre un local en un emplazamiento tan envidiable como es la plaza León XIII, a los pies de la majestuosa Iglesia de San Miguel, y ahí se ha ido abriendo paso poco a poco, entre una clientela eminentemente joven que busca probar platos con un toque diferente. En El Bigote todo queda en familia. Antonio, de 28 años, que reconoce que aún no es cocinero profesional, ha ido aprendiendo los secretos de los fogones gracias a varios familiares, pero fundamentalmente de su padre, quien sí ha tenido experiencia como restaurador. “Él es el que siempre está dándole vueltas a la cabeza y bombardeándome con nuevas tapas”. De hecho, prácticamente toda la carta tiene su sello, de ahí que una de sus señas de identidad, su bigote, diera nombre también al negocio, indica su hijo.

Antonio, no obstante, sí conocía lo que mueve una cocina tras su paso por un restaurante en Inglaterra. “No cocinaba, pero me encargaba de la organización, con lo cual cuando abrimos el bar tenía claro lo que quería y lo que no”. Y lo que ha querido es ofrecer una carta no demasiado amplia pero atractiva, que le permita además trabajar de manera cómoda y diligente. “Intentamos mezclar un poco de todo, desde cocina asiática a mexicana pasando por platos típicos, los sabores que le gusta a la gente de Jerez pero ofreciendo algo diferente”. Así, se puede probar la típica carrillá pero en rollitos, pollo asado en forma de burrito o cola de toro rellenando la samosa, la empanadilla a la manera tradicional de Asia. Las croquetas de jamón y boletus, el tartar de atún, los cigarritos de queso o el pollo al curry con cuscús son otros de los platos destacados en la carta, sin olvidar una variada lista de tostas y ensaladas. Y para beber, Bigote apuesta por los vinos de la Tierra de Cádiz. “Teniendo la calidad que tenemos en la provincia queríamos que estuvieran bien representados”. 
El emplazamiento, qué duda cabe, ayuda también a la hora de que el negocio esté teniendo buena aceptación, a pesar de que no esté en plena zona de bares del centro. “A veces parece que pasar de la calle San Pablo es difícil, de hecho cuando abrimos otros bares nos decían que estábamos en el centro, pero que a la vez no era el centro, pero el barrio es un puntazo y el sitio es magnífico. Sí es verdad que quizás le falta algo de vida a según qué horas, pero las bodas en San Miguel nos están ayudando también mucho”. Por eso, Antonio considera que en el barrio tendrían que repetirse más actividades como la jornada de uso del espacio público celebrada el pasado septiembre. “Esto se llenó de gente y se puso como nunca. Era una alegría ver cómo estaba la plaza”.

Otra de las señas de identidad de El Bigote es su decoración. Sin llegar a la estética hipster, tan de moda últimamente, encontramos elementos reciclados en el que prima la madera, pero en el que sobresale una antigua y preciosa balanza e incluso un buzón de correos. “Aunque parezca mentira, los encontramos en una chatarrería”. Y de cara al verano, papá Bigote y Antonio ya tienen en mente nuevos y más refrescantes platos, como ensaladas y salmorejo. Eso sí: "Poco a poco, que no queremos que se nos vaya esto de las manos".

El Bigote (plaza León XIII) abre los martes y domingos de 12 a 16 horas, de miércoles a viernes, de 12 a 16 y de 20 a medianoche y los sábados ininterrumpidamente de 12 horas a cierre.

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Jorge Miró

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