mollete_higado
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Manuel se jubila, como su cocina tan nuestra. Nos queda el consuelo de lo disfrutado y la oportunidad para los conocidos de poder contar de vez en cuando con sus guisos. Que te vaya bien, amigo.

Ha amanecido melancólico este domingo. En la esquina de la avenida Duque de Abrantes con Tomás García-Figueras, unas vallas delimitan el espacio reservado a los corredores de una maratón del resto de la calzada, bien custodiada por una pareja de agentes del 092 que soportan la llovizna con una naturalidad que parecieran ser de La Coruña.

Me dirijo, como muchas mañanas, hasta el número 2 de la avenida de los juzgados. Allí apura sus últimas horas en activo Manuel Pichaco.

Como cada día, ha abierto las puertas con la amanecida. Ya digo que el cielo está hoy plomizo, barruntando agua que no tardará en llegar. El bar tiene todas sus mesas ocupadas de clientes y feligreses, entre ellos una pareja de ginecólogos que acaban de terminar su guardia en el Hospital y que se entregan con avidez al mollete con café mientras se preguntan en voz alta qué va a ser de sus desayunos a partir del día siguiente. Alguna de las lámparas del techo parpadean. No hay cuidado, pronto se apagarán hasta Dios sabe cuándo. 

Tere, la mujer de Manuel, no para de sollozar. Es una mujer guapa, pero este domingo es especial y ha estado más rato de la cuenta acicalándose delante del espejo. Es para nada, el rímel ha cedido a los ojos humedecidos, pese a lo cuál su belleza no se ha alterado ni le impide atender las mesas con su habitual amabilidad.

El bar Pichaco abrió sus puertas en 2005. Semanas antes, Manuel Pichaco había salido de la cocina del Bar Juanito después de 23 años. Una mañana, tras dejar a sus hijos, Manuel y Beltrán, en el colegio de Las Josefinas, se dio una vuelta por el barrio y vio el cartel “Se traspasa” en la puerta del antiguo bar Los Extremeños. Lo consultó con su mujer y este año cumpliría 13 años abierto, pero por aquello de la superstición…
Sólo sabes lo que tienes cuando lo has perdido, y eso nos va a ocurrir a partir de ahora a los habituales del Pichaco. Al menos llegué a tiempo de hacerle un par de crónicas en #ABocaLlena, una dedicada a sus estupendas alcachofas, y otra a sus notables desayunos a base de buenos bollos y molletes rellenos de lo que quedara en la olla del día anterior.

Precisamente, como despedida, me ofrece uno de hígado de cerdo ibérico. Él manda. Mientras me dedico a tratar de sacar la miel solidificada en el interior del bote para endulzar el café, Manuel sale de su diminuta cocina con su penúltima ocurrencia. Un mollete inmaculado relleno de un hígado que está cortado en lonchitas muy finas y la salsa hecha manteca hace el resto. Una locura, oiga.

Este domingo, Manuel ha elegido un guiso netamente jerezano antes de echar el candado para siempre: riñones al jerez, que llenarán de un olor irresistible a los soportales de Tomás García-Figueras por última vez.

Manuel se jubila, como su cocina tan nuestra. Nos queda el consuelo de lo disfrutado y la oportunidad para los conocidos de poder contar de vez en cuando con sus guisos. Que te vaya bien, amigo.

SE TRASPASA BAR EN AVENIDA TOMÁS GARCÍA-FIGUERAS (Razón: Manuel Pichaco: 637 43 75 21).

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