El bocadillo es la comida universal y transversal. Vale para todo y para todos, en cualquier ocasión y estación. Versión hispánica de un alimento que se da en todo el planeta. Burrito, burguer, perrito, taco, kebab, el sandwich aquel del marqués vicioso y vago. Todos son primos hermanos.
Proteína combinada con grasas y envuelta en hidratos de carbono, alguna harina refinada de distinto grosor y tipo. Hasta la pizza, con las tripas abiertas, es la misma combinación.
En todos los casos es comida callejera y portátil, relativamente fácil y rápida de preparar y montar. Barata por lo común. Tiene todos los ingredientes para gustar a los que siempre tienen más prisa y menos perras, a los jóvenes.

Preguntarles, en cualquier lugar del mundo, dónde está lo mejor de este tipo de alimento es garantía. Lo que digan esos que tienen entre 14 años y poco más del doble contiene la verdad suprema. Son los que aún se pueden permitir comer lo que sea en la cantidad y con la frecuencia que quieran.
Cuando se les pregunta en Cádiz dónde están los mejores bocadillos, un porcentaje asombrosamente alto de consumidores repite un nombre desconocido para el resto: Los Patios.
Como complemento, ahora más esencial que circunstancial, resulta que en los buscadores en internet también son los mejor valorados.
A 15 de agosto de 2025, tiene 600 reseñas con una nota media y teóricamente democrática de 4,7 sobre una máxima calificación de 5. Lo presencial y lo digital coinciden, el boca-oreja y el clic a clic dicen lo mismo.
Manuel y Ana son la pareja que ha provocado este pequeño prodigio desde hace 20 años. "Antes, este local era la panadería Maruja. Estuvo un par de años cerrado cuando la señora lo dejó y decidimos empezar. La verdad es que nunca ha dejado de crecer el público y el reconocimiento desde entonces".

El éxito se produce a pesar de muchas condiciones que podrían parecer adversas, hipotéticos obstáculos que se quedan en nada frente al seguimiento popular. Para empezar, está en una calle de Cádiz que casi ningún gaditano sabe cómo se llama.
Es el tramo de prolongación entre la trasera del Gran Teatro Falla hasta el Parador Hotel Atlántico.
Nunca tuvo denominación clara el imaginario gadita. Se llamará Sacramento, como el resto de la extensa y delgada calle, piensa la mayoría. Pero se llama Benito Pérez Galdós (si alguien se anima a releerlo mientras come, lo agradecerá).
Para encontrar la bocatería hay que entrar en el número 84, cruzar más de 30 metros de portal, con forma de pasillo, y llegar a unos patios privados que le dan nombre. Una vez allí, al fondo, aparece un local pequeño y poco iluminado, sin neones ni mayores adornos externos.
Es todo cocina que huele a felicidad juvenil, con una amplia ventana para ofrecer la mercancía. El sistema y el tono recuerdan a los sitios de comida callejera en Asia pero sin bullicio alrededor. Aquí no existe la posibilidad de tomar nada en el local.
Es únicamente despacho, para recoger y llevar, nada más. Sólo hay un método: recoger el grueso cilindro de papel de aluminio, pagar y salir.
No hay mesas, ni sillas ni barra. Aún así, el trasiego es imponente. "Especialmente antes del almuerzo, aunque antes de la cena también".
Mientras se produce la breve conversación -no son ni las 13 horas- aparecen dos jóvenes, chica y chico, para llevarse uno de los espectaculares bocadillos. Una parece ir a la playa y es particular. El otro va vestido de motorista repartidor.
Entre muchos jóvenes de Cádiz existe un dicho que da idea del triunfo: "Si no has estado en La Caleta con un bocata de Los Patios no sabes lo que es un auténtico día de playa en Cádiz". La célebre playa viñera dista apenas 150 metros de Los Patios.

Manuel sabe que los jóvenes son la clave de su éxito: "Fueron ellos los que empezaron a venir y a comentárselo unos a otros. Vienen muchos a comprarlos para ir a la playa, también durante el curso, viene muchísimo universitario, en carnaval o fechas de fiesta, también. La gente joven es la base de nuestra clientela".
Tanto, que algunos bocadillos llevan el nombre de veinteañeros que pasaron por el local, sugirieron alguna receta o se enamoraron de otra. La consumieron tanto que ahora se llama como ellos, homenaje.
Es el caso del bocadillo Timo, "un nombre de pila muy común en Alemania" y Escandinavia. Es el del chaval que repitió hasta ponerle su marca. El mismo origen tienen otros tipos de emparedados como Luigi o Iker, Michael o Shabi. También hay un inevitable campero y un viñero.
Hablar de los todos los tipos bocadillos o sandwiches sería hasta indigesto porque la carta cuenta con 80 nombres y montajes distintos.
Las variantes mencionadas, nominativas, son de las más pedidas junto a todas los que llevan tortilla (de papas o no) en una veintena de combinaciones o filetes (empanados o no) de distintas carnes -en un número similar-, tipo serranito. También de pescado, en conserva o fritura.
Son los que más triunfan, siempre con mil complementos en el contenido, desde los tradicionales huevos, fiambres o quesos hasta verduras, salsas y condimentos muy diferentes. Incluso aparecen algunos con elementos que formarían parte de la pizza o la hamburguesa dentro del pan.
Grandes y asequibles
Si de comida juvenil y playera se habla, hay dos claves ineludibles: tamaño y precio. Los jóvenes comen mucho más, como media, que los niños, maduros y ancianos. También, eso dicen las últimas estadísticas de la gran estafa generacional que sufren, están extremadamente tiesos.
Para atender el apartado monetario basta comprobar que la carta empieza con el "bocadillo económico" de 1,40 euros. Es el socorrido y casero con un sólo elemento: embutido o tortilla francesa. Si se le añade lata de refresco aún se queda en 1,90. Bastante por debajo del coste del desayuno básico medio en cualquier bar de Cádiz.
A partir de ese mínimo, una variedad abrumadora que llega hasta los cinco euros de las opciones más elaboradas, con más ingredientes cocinados.
El tamaño es considerable. El ancho del bocadillo es el más del doble que una baguette, más bien manolete o barra, y el largo también dobla el de la pieza (viena o bollo) tradicional en Andalucía. La altura depende de la variante, de la contundencia del relleno.
Es un bocadillo imponente que podría aparecer en cualquier vídeo humorístico sobre vascos comilones o jóvenes tragones. Es un tamaño que los adolescentes y veinteañeros de Cádiz, universitarios o playeros, han convertido en una seña de identidad generacional.
Como decía el cuarteto del Morera, si no te has comido un bocadillo de Los Patios "tú no eres de Cadi". También puede ser que tengas más de 40 tacos o sigas en Primaria. Entre los restantes gaditanos, casi todos los han probado.


