La Parra del Veedor: 232 años abierto al barrio y a los poetas para celebrar la eterna juventud

Cristina y Natalia Bernárdez han convertido un local histórico en vigente punto de encuentro de vecinos, viajeros y bohemia con un puñado de exquisitas tapas tradicionales y una honesta programación cultural

Cristina y Natalia Bernárdez posan con una tapa de sus legendarias costillas guisadas en la Parra del Veedor.
Cristina y Natalia Bernárdez posan con una tapa de sus legendarias costillas guisadas en la Parra del Veedor. MANU GARCÍA

Tiene tanta historia que confunde. Para evitar que su enorme pasado ciegue a nadie habrá que sentar algunas premisas: también es uno de los bares más placenteros y verdaderos de Cádiz ahora, en el último tercio de 2023.

Y sus costillas de cerdo guisadas aspiran al título de tapa de la década en la galaxia toda según los sesudos análisis realizados por ningún experto internacional. Por aclarar. Es mucho el presente que para por esta sala a diario. Por más que conviva con una mole invisible de memoria.

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Cristina sirve una copa en la histórica barra ubicada en el corazón de Cádiz, a pocos metros de San Antonio.   MANU GARCÍA

La Antigua Parra del Veedor (vulgo, Las Niñas de Veedor) se considera el bar de Cádiz con más tiempo de apertura ininterrumpida. "Nos dicen que había otro, La Privadilla, que podía tener la misma fecha de comienzo, incluso algunos años más, pero cerró hace ya un tiempo", añade Natalia Bernárdez, la copropietaria y coalma del sitio.

Está la duda de la Taberna Nicanor, en la calle Rosario, con un túnel dieciochesco que la conectaba con la Santa Cueva para que algún sacerdote picaflor pudiera entrar y salir sin ser visto. Pero su apertura se fija a principios del siglo XVIII, en pleno fervor constitucional. Hay otros, pocos, en Cádiz que han sido bares o tabernas con etapas de cierre desde hace más de 150 años, Las Banderas, en La Viña, por ejemplo pero ninguno parece tan claramente demostrado y con tal continuidad.

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Un clásico espejo estampado preside el único salón, cuadrado, con la fecha de la apertura.   MANU GARCÍA

La Parra del Veedor tendría 232 años de actividad documentada. Para tener referencias, en aquel 1791 de la inauguración fallecía con sólo 35 años Wolfgang Amadeus Mozart. La Asamblea Nacional de Francia se reunía por primera vez y así echaba el cierre a la Revolución. Cuando el bar celebró una figurada inauguración en la calle que une San Antonio con Mentidero, la Constitución de Estados Unidos, aquel país entero, sólo tenía cuatro de existencia.

Cristina Bernárdez, coautora y corresponsable del brillante vigor del vetusto bar, atiende mientras su hermana saca recortes de prensa, legajos de archivos, que adornan la asombrosa trayectoria. En 1839 hay un requerimiento municipal, escrito con pluma de oca, que ordena mejoras en el establecimiento. En 1879, la prensa local da cuenta de un robo de madrugada. En 1930, el torero Joselito, altivo, presumido, se deja fotografiar acodado en la barra de La Parra.

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Algunos de los recortes y documentos que ilustran la llamativa longevidad del establecimiento.  MANU GARCÍA

Del contiguo callejón de Plata, mejor no hablar. Mejor leer. En la obra de Fernando Quiñones, y otros escritores, hay rastro del legendario prostíbulo para la nobleza y la burguesía, una finca entera, que dio fama a la calle. Estuvo activo durante muchas décadas, incluso cabalgó entre siglos.

Lo que podría ser un monumento a la historia hostelera de una ciudad adicta a su glorioso pasado es ahora, casi un cuarto del siglo XXI, un vibrante y sereno bar de barrio y bohemia, lleno de actividad cotidiana, de vida sin boato. Cristina y Natalia Bernárdez ejercen con orgullo humilde el relevo generacional que tantas veces se rompe en la hostelería. "Cuando mi padre enfermó, lo cogimos. Nos daba pena que se perdiera".

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Detalle de las costillas de cerdo guisadas.  MANU GARCÍA

Heredaron de forma abrupta por la muerte del progenitor, en 2003. Cumplen 20 años en esta etapa propia, con su emocionante negocio consolidado, firme. El padre se había hecho cargo del local en los años 60, cuando lo soltó un primo suyo.

Antes estuvieron otros emigrantes de A Estrada, pueblo pontevedrés del que proceden algunos creadores de otros locales señeros de Cádiz (como El Sardinero, en San Juan de Dios). A partir de ahí "se pierde un poco el rastro, la verdad, desde el siglo XIX hacia atrás no sabemos muy bien quién tenía el bar. Sólo sabemos que siempre estuvo abierto".

A ese patrimonio, Las Niñas le han dado lustre y vida nueva. Con un desempeño profesional que supera la amabilidad para entrar en la ternura, conocen a los clientes mayores por su nombre y les preguntan cada vez por la salud de sus familias, por la evolución de sus hijos o nietos. "Es un bar de barrio", dicen con satifacción templada, con una timidez que las ensalza. Unas pocas visitas sirven para comprobar que han combinado ese carácter cercano con otras facetas.

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Natalia, que dio relevo a su padre en 2003 junto a su hermana, detalla la actividad actual que tiene La Parra de Veedor.   MANU GARCÍA

La Antigua (y muy actual) Parra del Veedor es uno de los refugios de la bohemia gaditana. Si existe esa especie. Escenario diario de casuales tertulias informales sobre literatura, política, carnaval callejero, actualidad universitaria y hasta cine.

Más de una vez al mes, desde hace mucho, suele acoger presentaciones literarias, algún recital, entregas de premios, reuniones de jurados varios, exposiciones. La programación es honesta por subjetiva. Está basada en los vínculos de afecto mutuo con artistas y profesionales de distintos sectores.

En sus paredes, 232 años las contemplan, están dos de los primeros cuadros de Pepe Baena, uno de los pintores hiperrealistas más celebrados de la ciudad. También hay obras gráficas de Hannes Gstöttenmayr y de su hijo, que eligieron este lugar para presentar sus visiones de Cádiz.

Viajeros, no turistas

La relación de este local con el turismo es, como todo lo que tiene, particular, inusual y pura. "El turismo más visible de los últimos años, el más masivo, no se ha notado mucho aquí, no llega. Se queda más en la Catedral, plaza de Las Flores, San Francisco, en toda esa parte. Aquí paran más extranjeros que no están de paso, que se han venido a vivir a Cádiz, o que pasan temporadas largas".

Más que turistas, acoge viajeros. Como con los parroquianos de siempre, los más mayores, con esa gente de acentos distintos se establece una relación personal en este bar de amplia estructura cuadrada, azulejos de otros tiempos y ventanales a dos fachadas.

"Hemos llegado a tramitarles documentación que no sabían cómo arreglar. A ayudarles cuando han tenido algún problema. Y pasa mucho que vienen a organizarse aquí el día, a preguntarnos qué visitar, a qué pueblos o sitios ir", relata Natalia.

La Antigua Parra del Veedor abre a las nueve de la mañana y sirve desayunos. Luego acompaña el vermú, el aperitivo, la cerveza, hasta el almuerzo. "En teoría, cerramos a las cuatro que, al final, nunca son las cuatro". En el último tramo ofrece, sobre todo, las tapas y los platos. Esenciales. El surtido es modesto, apenas una decena de recetas pero aprobadas con devoción por la clientela.

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La rixada y la sangre en tomate, dos de las tapas más apreciadas, en el tapero que preside la barra del local.  MANU GARCÍA

A las mencionadas costillas suavemente adobadas y especiadas, alucinógenas y euforizantes, se suma la sangre en tomate, ya rara de ver; la carne mechada de autoría propia; la inevitable tortilla de papas, obviamente casera; salchichas al vino; boquerones en vinagre "si encontramos boquerones buenos ese día" y la famosa rixada. Esta receta es de una exquisita sencillez. Carne de cerdo cortada en finas tiras, dorada suavemente y sazonada con pimentón y cebolla. De un picante suave y memorable. "Es una receta gallega que heredamos de mi padre".

Todo es herencia. Todo es vigencia. Antes, aquí y ahora, los que busquen un bar que combine tres siglos de historia con la realidad cotidiana de una ciudad mitificada harían bien en buscarlo. Deslumbra esta verdad en tiempos de impostura. Los que acudan por primera vez, por favor, sin aglomeraciones de colorines. Sin exigencias catetas ni la horterada esa del estrés. Por favor. Aquí, no.

 

Sobre el autor:

Afot

José Landi

Nacido en Cádiz, en 1968. Inicia su trayectoria en 1990. Columnista, editorialista, redactor, colaborador, corresponsal o jefe de área en 'El Periódico de la Bahía de Cádiz', 'Cádiz Información', 'Marca', 'El Mundo' y 'La Voz de Cádiz'. Ha colaborado en magacines o integrado tertulias de Canal Sur Radio, Cadena SER, Canal Sur Televisión, Onda Cero y COPE. Premio Paco Navarro de la Asociación de la Prensa de Cádiz en 1997 y 2012 (a título colectivo). Premio Andalucía 2008 a la mejor labor en internet (colectivo). Ganador del I Premio de Relatos Café de Levante. Autor de la obra de autoficción ("no sabía que existiera ese género", dice) 'Ya vendrán tiempos peores' (Editorial Cazador, 2016). Puso en marcha el proyecto de periodismo gastronómico 'Gurmé Cádiz' y mantuvo durante diez años blog como 'El Obélix de San Félix' y 'L'Obeli'. Forma parte del equipo que realiza el 'podcast' de divagación cinematográfica 'A mitad de sala'.

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Comentarios (1)

Eneida Hace 5 meses
Desayuno aquí y alguna que otra vez he ido a celebrar algo, almorzar con mi esposa y también a ver sus inauguraciones de galería de arte, es un sitio acogedor y muy pintoresco! Natalia y Cristina se convierten en más allá de las niñas de la Parra en tus amigas, a diario te reciben con una sonrisa y un buenos días que tal? Son dos personas muy especiales y súper cultas! Sin duda fue todo un descubrimiento ! Probad cada platillo y no os arrepentiréis !
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