Pasa algo insólito en la plaza Plateros, uno de los espacios de Jerez, sin duda, más codiciados por la hostelería. Si hablamos exclusivamente de la plaza hay nueve locales que, en un momento u otro, a lo largo de los años, han tenido uso hostelero –nunca todos a la vez, es cierto– y, en la actualidad, cosa curiosa, solo cinco de ellos están abiertos.
Eso sí, pronto va a haber novedades, ya que El Espartero, la mantequería que lleva varias semanas cerrada, tiene previsto volver a abrir sus puertas en julio... pero justo enfrente de donde ha estado todos estos años, en el local en el que históricamente estuvo la confitería de Plateros.
Sí... entre la Semana Santa y la Feria del Caballo, dicho local ha estado abierto como bar, pero ha sido eso, poco más de un mes. El Rincón de la Solera (o un nombre similar) no ha podido remontar el vuelo y ha echado definitivamente el cierre en el local de la confitería. A ese local es en el que se da por hecho que se trasladará en algo más de un mes El Espartero, después de haber estado aproximadamente una década junto a Gabriela.
La confitería cerró hace ya varios años, no porque fuera mal el negocio, sino porque se jubiló la señora que estaba al frente. Tras la reforma integral del edificio, que pertenece por completo a una misma familia, se buscó que se instalara en el local un negocio que, preferiblemente no fuera un bar, según se comenta entre los propios hosteleros de la plaza (alguno de ellos se habría interesado por coger el local), pero nunca llegó una oferta en ese sentido y al final se abrió de manera efímera el Rincón de la Solera. Ahora, las piezas encajan y El Espartero iniciará una nueva andadura justo al otro lado de la plaza, ni a cincuenta metros.
Cómo se va a amoldar El Espartero al local de la antigua confitería es algo que se va a ir viendo. Es cierto que El Espartero comenzó como una mantequería en la que también se podía consumir –entre otros productos, estupendas las anchoas del Cantábrico que se pedían por piezas o su anticipación con vinos de godello antes de que esta uva gallega se pusiera tan de moda–, pero el tiempo y la predilección del personal por las terrazas después de la pandemia, hicieron que más bien se convirtiera (por volumen) en una terraza en cuyo interior aún se podían comprar algunos artículos de calidad bien escogidos. De hecho, en la terraza últimamente ya se servía. Por ello y teniendo en cuenta que el local de la confitería ya ha albergado un bar, aunque haya sido por poco más de un mes, todo indica que el concepto va a cambiar poco y su funcionamiento sencillamente se va a adecuar al espacio y la infraestructura ya existente.
