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Leyendas, melodías primitivas y bibliografía única en el mayor centro documental de arte jondo del mundo.

El flamenco, arte intrínseco y exclusivamente español, fue declarado por la Unesco en noviembre de 2010 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a iniciativa de las comunidades autónomas de Andalucía, Extremadura y Murcia. Además, es Patrimonio Cultural Inmaterial Etnológico Andaluz. Con el fin de reunir y conservar documentos, objetos y elementos relacionados con este arte -libros, reproducciones sonoras, fílmicas y literarias- para perpetuar la historia del arte jondo nace la Fundación Andaluza de Flamenco en 1987, previa rehabilitación e inauguración de la casa mudéjar de la plaza San Juan, el Palacio Pemartín, que más tarde se constituyó como el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco, en 1993, gestionado por la Junta.

En el último año, 4.000 mujeres y 2.580 hombres realizaron consultas, algo más valorado por sus responsables que las visitas. Estas ascendieron a un total de 16.032, un cifra nada desdeñable, más aún si se tiene en cuenta que hasta hace muy poco era el único centro especializado en lo jondo. Hasta su constitución solo existían colecciones parciales privadas, pero ninguna en el mundo que reuniese la ingente cantidad de documentación, catalogada para su consulta e investigación, de esta institución. El CAF no es un museo al uso. Resulta esencial para la compresión sensitiva del flamenco, que puede disfrutarse en los más variados espacios y escenarios, pero solo entre sus paredes se ahonda intelectualmente en los recovecos de este arte, de este complejo fenómeno musical. A continuación, lavozdelsur.es muestra objetos únicos, melodías ‘primitivas’, fantasmas y leyendas en torno a este patrimonio inmaterial de la humanidad protegidas en este sacro templo de lo jondo.

La cocaína en la copla

El Centro Andaluz de Documentación del Flamenco posee una gran colección de rollos de pianola, de papel con perforaciones que permiten reproducir música en los pianos mecánicos. La invención de este instrumento no se puede atribuir a una sola persona, ya que sus numerosos mecanismos fueron inventados a lo largo de un periodo prolongado, principalmente durante la segunda mitad del siglo XIX.

La colección, a la que no se le ha dado uso, fue adquirida a un anticuario. Está compuesta de los grandes best sellers de la época, que datan de los años 20 del siglo pasado, aproximadamente. Hay piezas de flamenco y zarzuela, así como de otros muchos géneros. Entre uno de los hits de la época que atesora se encuentra El Tango de la cocaína: “Soy una víctima del vicio fatal”, dice la copla de Juan Viladomat.

Escondidos en un lugar secreto o tirados en casa

En su época era un artículo de lujo, sin embargo en la actualidad hay muchas personas que lo tienen en casa y no saben lo que son, desconociendo por tanto su valor. Una de las responsables del centro explica que una mujer se deshizo de ellos porque su padre, ya fallecido, había sido veterinario y ella pensó que los cilindros eran medicinas.

Se trata de los cilindros de cera, el soporte musical de los fonógrafos, elaborados con cera de vela tratada por lo que son tremendamente quebradizos, se desgastan con el uso y si se cae se pueden partir en mil pedazos. Cada uno de ellos es único; no hay una matriz y luego se hacen copias. El tema musical debía interpretarse cada vez que se grababa uno de esos cilindros. Dada su fragilidad, estas piezas no se prestan ni se exponen fuera. Hoy día suenan perfectamente. Lo han comprobado a través de una empresa encargada de digitalizarlos y pasar el contenido a un cedé. Sus respectivas etiquetas no recogen fecha alguna; están envueltos por una pegatina genérica. Antes de iniciar la melodía, eso sí, una voz presentaba al intérprete de la canción, ni siquiera a los músicos o acompañantes.

En el CAF poseen más de treinta gramolas y siete fonógrafos. De los segundos, uno de los más valorados es del propio Thomas Alva Edison, quien patentó el invento en 1879 en Estados Unidos para comercializarlos más tarde. Según cuentan, el propio Edison había creado el artilugio para poder hablar y comunicarse con el más allá… sí, con su hijo fallecido.

La trilogía de cartón

Hay tres discos de cartón en el CADF, y que se sepa, muy pocos en el mundo. Uno de ellos pertenecía a la malagueña María Bejarano, mientras que los otros dos han sido adquiridos a anticuarios. Este es el soporte más primitivo que conservan. Inventado por el tejedor francés Joseph Marie Jacquard, en sus inicios utilizó para elaborarlos tarjetas de cartón perforado para producir patrones en los telares. Su descubrimiento se aplicó con éxito en la industria textil desde principios del siglo XIX. En 1875 los principios de este método se aplican a la creación de un sistema de codificación musical mediante perforaciones, que eran capaces de reproducir una melodía. La gran pena es que los instrumentos que reproducían estas “grabaciones” son unos organillos de manivela fabricados entre 1875 y 1900 pero el centro, por desgracia, no cuenta con ninguno de estos aparatos.

‘Aprende fácil’ a tocar las castañuelas

Las castañuelas, instrumento musical cuyos orígenes los estudiosos remontan a la prehistoria, ha transmitido su enseñanza a lo largo del tiempo de una manera práctica, oral, de maestro a pupilo, sin un método sistemático o una anotación musical que facilitase su aprendizaje.

Fernando Hace edita el primer manual para tocar este instrumento en 1920. Único método de castañuelas, en el que reza: “A reparar esta falta se encamina el presente trabajo; estas cuantas lecciones que he dispuesto de manera clara y concisa, servirán a toda persona, bailarina o bailarín ó ejecutante de orquesta, para aprender en corto tiempo todos los toques de Castañuelas”. Aunque la valoración sobre la validez y efectividad del método de Fernando Hace debe quedar en manos de los expertos, el autor se convierte en uno de los pioneros en otorgar a la castañuela española un lugar importante dentro del panorama musical y dancístico y en hacer un intento serio de sistematización en su estudio. El ejemplar del manual fue adquirido a un anticuario de Madrid. No obstante: “Las viudas y los sobrinos herederos son fuentes inagotables de fondos susceptibles de ser investigados y expuestos en el CAF”, asegura su personal.

El primer estudioso científico de lo jondo

Demófilo, el seudónimo de Antonio Machado y Álvarez, escritor, antropólogo y folclorista español -padre de Antonio y Manuel Machado-, es considerado el primer flamencólogo. Este santuario tiene en su poder un original de la primera obra sobre bibliografía específicamente flamenca, de gran valor económico e histórico: Colección de Cantes Flamencos, recogidos y anotados por Demófilo, publicada en Sevilla en 1881.

El libro consta de un prólogo sobre el origen de los diferentes cantes flamencos, y una recopilación de 772 letras de martinetes, deblas, tonás, livianas, seguiriyas, soleares, polos, cañas... Incluye una biografía de Silverio Franconetti (Sevilla, 1829-1889) y un repertorio de sus letras. Termina con una “lista de algunos notables cantadores de flamenco”. Para este trabajo, Demófilo contó con la ayuda de un cantaor que él llama Juanero de Jerez, que le proporcionó gran cantidad de información sobre los cantaores más importantes que habían existido hasta el momento y de los diferentes estilos de cante.

Lo calé también tiene hueco

La biblioteca del CADF no guarda en sus fondos obras referidas exclusivamente al flamenco. También protege otras de materias que están relacionadas con los gitanos, por ejemplo. Entre la bibliografía de la cultura gitana destaca una pequeña colección de diccionarios gitano-español. Los diccionarios de lengua gitana más conocidos, fundamentalmente del siglo XIX. Hay que tener en cuenta que en los siglos anteriores las diferentes pragmáticas y leyes contra los gitanos insistían en la necesidad de erradicar el uso de la lengua gitana, y no es hasta el siglo XIX con la llegada de los viajeros románticos y su gusto por los grupos sociales minoritarios y marginales, cuando se produce una corriente de simpatía hacia el mundo gitano y sus costumbres, sus expresiones artísticas y, como no, su particular lengua.

Destacan The Zincali; or an account of the gypsies of Spain with an original collection of their songs an poetry and a copious dictionary of their language, de George Borrow (1841) y Vocabulario del Dialecto Jitano. Sevilla: Imprenta del Conciliador, de Augusto Jiménez (1853), ejemplares que difícilmente se encuentran en los fondos de las bibliotecas.

Pliegos de cordel sin cordel

Entre los fondos documentales del CAF también se encuentran pliegos de cordel, ya sin cordel. Estos cuadernillos formados por pocas hojas, de cuatro a ocho generalmente, contienen relatos, romances, sucesos, milagros, hazañas, crímenes, etcétera.  Existieron desde el siglo XVI hasta bien entrado el siglo XX y se transmite mediante su recitado público en calles y plazas. La Corona otorgaba especialmente a los ciegos la autorización de difundirlos públicamente. Su nombre de “pliego de cordel” le viene dado por el hecho de que para su venta, se ofrecía estos pliegos colgados de una cuerda.

En el siglo XIX lo andaluz, o más bien la imagen estereotipada de lo andaluz creada en buena medida por autores extranjeros durante el romanticismo, se traslada a la música, al teatro y la pintura. Esta corriente se traslada también a la literatura de cordel donde la canciones andaluzas -polos, guajiras, tangos...- forman un corpus mayoritario. Algunos títulos de la colección de pliegos del CADF: Las Caleseras, Salinero Andaluz, El Contrabandista, El Curro Marinero y Los toros del Puerto.

Método de guitarra flamenco en ruso

El flamenco como todo arte, es un lenguaje universal que, sobre todo en la actualidad atrae la atención y despierta el interés fuera de las fronteras españolas. No es raro ver a orientales asistir a espectáculos, talleres o que investiguen sobre lo jondo. Pese a ser un arte intrínseca y exclusivamente español, ha tenido desde sus orígenes una enorme proyección internacional. De ahí que entre la bibliografía que ha ido generando a los largo de su historia figuren obras en muchos idiomas, pero entre las que el CAF conserva, destaca un Manual Guitarra Flamenca en ruso, escrito por un maestro guitarrista de la Orquesta de Odessa, Anatolio Schevchenco que lo entregó personalmente al centro para que figurara en sus fondos.

La bailaora fantasma

Los pasillos, los despachos, las salas del CAF, todas sus dependencias están repletas de obras –grabados, óleos, esculturas, postales fotografías…- relacionadas con el flamenco. Entre estás se encuentra la denominada Costumbres Andaluzas compuesta de veinticinco reproducciones litográficas, obra del dibujante Antonio Chamán fechadas entre 1852 y 1854. Representan escenas costumbristas de baile, de oficios tradicionales, de ferias, de toreros.

Entre las personas representadas hay una  con una historia peculiar. Se trata de Aurora la Cujiñí, una legendaria bailaora gitana de Triana de la que apenas hay más referencia que el dibujo de Chamán y la creencia de que tuvo una muerte prematura y trágica. Pero la fama de la obra dio pie a que años más tarde, en 1898, un viajero inglés, Cunninghame Graham, editara un relato de misterio llamado Aurora La Cujiñi, a Realitie Sketech in Seville. En su relato de finales del XIX, escrito con fina ironía, cuenta como en las tardes de fiesta en el Café del Burrero de Sevilla, cuando se recuerda el arte de Aurora bailando, ésta vuelve del más allá para ejecutar un baile “profundo, sensual y hechicero”, desapareciendo a continuación entre el entusiasmo del público. En el cuadro colgado en una de las paredes del CAF tiene colocado un código QR que te lleva directamente al relato original.

Trajes de vacaciones en Corea

Antonia Mercé la Argentina fue bailaora, bailarina y coreógrafa hispanoargentina de español Antonia Mercé y Luque (1890-1936). Su nombre artístico se debe a que nació en Buenos Aires (Argentina) durante una gira de sus padres -también artistas- por aquel país. El traje fue una donación de la Cátedra de Flamencología de Jerez al CAFD. Vestida con él, la bailaora recibió el 10 de diciembre de 1931 de manos de Manuel Azaña, el Lazo de Isabel la Católica, primera condecoración de la República a una artista española. En el mantoncillo se aprecian los agujeros del lazo que le fue colocado. El principal mérito de la bailaora fue sobre todo haber sabido aunar la tradición y los modos antiguos en el arte del baile, con la modernidad y la vanguardia. Su muerte a los 45 años coincidió, casualmente, con el 18 de julio de 1936.

A finales de 2015 ese traje blanco estuvo un mes en del Centro Nacional de Patrimonio Intangible de Corea, formando parte de una exposición sobre el fado y el flamenco hasta donde viajó tras ser solicitado por los coreanos después de que algunos de sus miembros visitasen en centro andaluz.

'Atrezzo' flamenco-histórico

La austeridad del edificio mudéjar queda originalmente roto en el hueco de la escalera con un rótulo José Ramírez. Perteneció a la antigua tienda del afamado luthier del mismo nombre y colgaba en la fachada de su tienda madrileña. El fundador de esta dinastía, José Ramírez de Galarreta y Planet, nació en Madrid el año 1858, y a la edad de 12 años, entró como aprendiz en el taller del que fue su maestro, Francisco González, en la Carrera de San Jerónimo de Madrid. Debió de ser entre 1880 y 1882 cuando José Ramírez I se independizó, estableciéndose en el Rastro madrileño como maestro luthier, y más adelante, en 1890, se trasladó a la calle Concepción Jerónima nº 2, donde continuaron sus descendientes hasta el año 1995. Paul Kliman lo encontró abandonado en la capital tras la reforma de la tienda. El propio Kliman lo trajo en su coche hasta el centro donde lo restauraron y luce como nuevo.

Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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