Dentro de mi gira asiática entre El Calvario y Caulina, y siguiendo el consejo de Carlos Herrero, visité el otro día un gastrobar japonés que ha abierto sus puertas recientemente en la avenida Tío Pepe. Responde al nombre de Kampai Sushi.

La primera sorpresa agradable fue que nos diera la bienvenida un viejo compañero de clase, Juan Carlos Hurtado, hijo de Juan Hurtado, que fuera chef del Restaurante Gaitán. Le había perdido la pista hace unos años tras probar suerte frente al campus universitario con un pequeño restaurante étnico, Yemanyá, donde por cierto se comía francamente bien. Coincidir allí con él fue un buen comienzo, ya que le pedimos que eligiese por nosotros con intención de probar las especialidades de la casa.

Me quedo gratamente sorprendido con el sitio. Está casi todo lleno, pero no hay en el ambiente sensación de agobio. Las mesas están bien distribuidas, las luces indirectas aportan calidez y recogimiento y los grandes ventanales que dan a la avenida le dan amplitud al local.Como estábamos todavía con los días de frío me apetecía algo calentito. Así que para beber pedí un sake bien caliente para entrar en calor. Luego fui a tiro hecho y opté por la sopa de miso. Su fórmula es tan compleja (caldo dashi, alga wakame disecada, pasta de miso blanco y tofu blando) como sorprendente su resultado final. Hubiera repetido gustoso, pero había mucho que probar.

Le siguieron de entrante unas gyozas, unas empanadillas al vapor rellenas de carne y verdura. Parecidas al din sun, pero apuesto a que tenían un toque en la plancha que explicaban su aspecto más doradito. Con la soja iban estupendamente. Y con el sake caliente no digamos.

Un sushi variado de anguila asada, atún y foie y buey y huevos de codorniz me confirmó varias cosas. Por un lado, que el sushi tradicional japonés que se limitaba al sésamo, al salmón y a la trucha ha dado mucho de sí. Por otro, que Kampai Sushi trata de tener su sello propio con elaboraciones singulares.

Hablando de originalidad, tenían ese día fuera de carta unos ostiones de Cádiz en tempura que estaban deliciosos.

Me quedo también con el maki de aguacate, por su presencia, textura y sabor.

Tengo ganas de seguir probando platos, sobre todo las especialidades, pero tampoco es cuestión de comer por comer y lo dejo para otro día. Quedan pedientes el tataki de atún, el pato crujiente con ciruelas en emulsión de flor de sauco, el yakisoba (tallarines fritos con carne y verduras)…

La gira por Asia de la Frontera no parece tener fin.

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Eugenio Camacho

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