45 voluntarios, dos médicos y seis enfermeros ofrecen servicio sanitario y de auxilio durante la fiesta. Síncopes, intoxicaciones etílicas y por drogas, traumatologías y golpes de calor, las atenciones más repetidas.

“No nos dio tiempo ni a pedir y ya estaba en el suelo desmayado”, cuenta una mujer mientras la voluntaria de Cruz Roja registra los datos de su marido. “Acabábamos de llegar al Real. Un golpe de calor es lo que le habrá dado”, continúa. Pero rápidamente salió al auxilio un Alfa, el nombre en código con el que Cruz Roja denomina a sus ambulancias. Son las cinco y media de la tarde y el calor es apabullante, incluso bajo los toldos rayados donde se ubica la organización sanitaria. La señora se abanica como puede y pide un vaso de agua. Después del susto está nerviosa, pero le tranquiliza que su marido se encuentre en una de las cuatro salas de cura. Más de 250 atenciones y 15 traslados al Hospital en lo que va de Feria —apenas tres jornadas—, “pero todavía queda la noche”, incide Dolores Soria, la médico encargada del servicio de Cruz Roja en la Feria del Caballo. “Síncopes, intoxicaciones etílicas, traumatologías leves y graves, golpes de calor, intoxicaciones por drogas…”, enumera sobre las atenciones más repetidas estos días de intenso trabajo. “Pero aquí atendemos de todo, desde un atropello hasta una tirita”, agrega.

Cruz Roja es un verdadero movimiento humanitario. No solo por prestar un servicio sanitario en festejos donde hay numerosas aglomeraciones. Sino porque es un surtidor de sonrisas. “¡Hola preciosa! ¿Cómo te llamas?”, pregunta la médico a una pequeña que acaba de llegar con sus padres. “Ella Paula. Yo Daniela”, interviene su hermana mayor, de solo cinco años. “Yo tengo tres”, señala Daniela con los dedos de su mano, mientras Paula da sus apellidos. “No me digas que tienes los mismos apellidos que tu hermana”, bromea la trabajadora de Cruz Roja. Las niñas enrojecen y asienten. “¿Y cómo se apellidan tus padres?”. “¡Ni idea!”, ríen. Es la jornada de los pequeños donde las atracciones de Feria están a mitad de precio. Por ello, se van acercando más y más familias para que la organización coloque sus famosas pulseras 'antiextravío' a los menores. Una idea que fue un rotundo éxito en la edición del año pasado y que continúa siéndolo, ya que es el segundo día que los padres de Paula y Daniela registran a sus hijas con el código de Cruz Roja. “Esto es una maravilla, una tranquilidad para los padres. Y en lo que va de día hemos puesto más de 500 pulseras”, comparte Dolores Soria.Paula y Daniela se van de la caseta de Cruz Roja riendo y dando saltos. “En cada momento te llevas una sonrisa. Eso siempre, sino no estaríamos en este trabajo”, murmura Juan García, voluntario desde enero de 2010 como conductor de ambulancia avanzada. Cuenta que llegó a la asociación porque un amigo le comentó si quería participar y porque “yo siempre he tenido el detallito de ayudar a los demás”. Le hubiera gustado apoyar a alguna ONG internacional, pero dice que si no tienes el título de médico o enfermero, te echan para atrás.

Sonia Barón tuvo un inicio bastante parecido al de Juan. “Me metí acompañando a una amiga y aquí sigo, pero mi amiga no”, comenta. Confiesa que se quedó sobre todo porque al final sus compañeros se convirtieron en una familia y por la respuesta de la gente. “Cada vez se agranda más el círculo, pero muchos siguen siendo los mismos y sobre todo aquí siempre te dan las gracias por la labor que hacemos”. Ella, que reside y trabaja en Rota, es voluntaria en Cruz Roja desde 2004 en el área de coordinación y comunicación. Un puesto esencial, ya que es quien recibe los avisos de emergencia sanitaria y quien dirige las salidas y entradas de las ambulancias. “Recibimos notificaciones del 112, 061, la Policía…”.

“Solicitan una asistencia en la caseta de Extremadura, un trauma en el brazo”, retransmite por walkie-talkie Cristina Villalba, encargada junto a Sonia en el CMC, el Centro Móvil de Coordinación, a Dolores Soria, quien al instante comunica el mensaje: “Alfa 02, pase por aquí antes de irse”. Así de rápido funciona el dispositivo sanitario en la Feria del Caballo. En las 24 horas del día Cruz Roja dispone de 45 voluntarios (socorristas, técnicos de emergencia sanitara, conductores…), dos médicos y seis enfermeros. Inés es socorrista y voluntaria en la asociación desde 2007, ingresó cuando tan solo tenía 16 años. Ahora mismo se encuentra registrando datos de padres e hijos en el stand de las pulseras y ofreciendo gasas y tiritas, pero en breve le toca rotar y desempeñar otra función. “Me gusta estar dentro ayudando, haciendo curas”, expresa. Pero fuera le reclaman.

“¿Me podéis dar una tirita?”, solicita una mujer con traje un traje de flamenca. “Llevo solo dos horas en la Feria, pero es que vengo con zapatos nuevos”, explica. La escena se repite al momento. Mujeres con altos tacones que acuden a parchear su dolor. “Algunas vienen con ampollas y el pie hecho polvo. Y a veces se le cura si está muy fastidiada”, apunta Inés. Esta joven voluntaria de Arcos tiene claro a qué desea dedicarse gracias a Cruz Roja. “Quiero estudiar enfermería”, afirma con una enorme sonrisa. Muchos de los voluntarios que cubren la Feria del Caballo tienen sus oficios particulares. Hay quien está estudiando, u otros, como Dolores, que se gana el sueldo trabajando en Cruz Roja. Ella, natural de El Puerto, trabajaba como médico de urgencias en el Hospital Puerta del Mar. Hasta que se fue por motivos personales en 2013. Desde entonces está con la organización y no se ha arrepentido. “Esto es más personal. Aquí hago más medicina, sobre todo por el contacto con la gente”, argumenta, al rato que bromea con sus compañeros. “La gente me pregunta que si yo me pierdo la Feria, que si estoy todo el día aquí. Hoy estoy de encargada, pero mañana me visto de gitana”, cuenta entre carcajadas. Ella, desde su puesto como responsable sanitaria, recomienda disfrutar con cabeza. “Todo, con moderación; hidratarse; cuidado con el rebujito; si hay una pelea, quitarse de en medio y mejor zapato cerrado que sandalias abiertas, que vienen muchas personas con cristales en los pies”. Sin duda el personal de Cruz Roja ayuda y se divierte lo que estos días de bulla le permite. Un oficio que gratifica y que consigue que año tras año sigan ahí las mismas personas, las mismas caras. “Aprendes y haces lo que te gusta”, resume Inés. 

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Claudia González Romero

Periodista.

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