Frente a la puerta de entrada hay un recorte de prensa con una visita de Richard Gere. Seguramente ocupa un lugar preferencial en el edificio, pero pasa desapercibido. El encanto es otro. En la barra sale una cerveza tras otra mientras que los camareros, que son varios, van y vienen de la cocina. El cuenco con las 'papas aliñás' disminuye considerablemente su volumen en cada minuto que pasa. Se sirven en platos de plástico. Pero aquí lo normal es ver gambas y chicharrones encima del papel de estraza y las cuentas en la barra con tiza. Las vajillas modernas son para otros lugares.
Cuando se hace este reportaje estamos en un día entre semana. No es suficiente para encontrar tranquilidad. Las mesas libres no abundan. Aunque aquí tampoco importa demasiado. Un hueco en la barra se disfruta igual o más. Lo curioso es que el acceso no es sencillo y, aun así, nunca falta gente. La Pañoleta está en obras y a la Bodega San Rafael eso no le afecta. Hablamos de un barrio que pertenece a Camas, pero que tiene vida propia.
Siendo sinceros, se puede decir que hablamos de una de las catedrales de los bares en la provincia de Sevilla. Tiene todo lo que se le puede pedir a un bar. En la pared hay barriles con distintos tipos de vinos y botellas de cerveza llenas de polvo. En la barra azulejos típicos andaluces. El suelo tiene grietas por la antigüedad y lo vuelve más auténtico. En otra pared alguna cabeza de toro, en otras, carteles taurinos de hace décadas.
Fuera del edificio los coches giran la rotonda de La Pañoleta. Las mesas y sillas de fuera también son las más típicas que existen. De madera, como en la feria. Es un viaje al pasado en un sitio que no pasa de moda. El edificio tiene casi 200 años, llegó a ser un convento. La familia que lo regente en la actualidad lleva desde el año 1947.
En sus inicios, como el propio nombre del bar indica, se dedicaba a la venta de vino y de la cerveza de sal muera. Muy cerca, otra familia vendía en una tienda chacina en papel de estraza. Ambas se complementaban, hasta que se integró en un único local. Lo que era la venta de chacinas se diversificó hasta que se creó la carta actual. Eso sí, lo que mas sale no tiene mucho misterio: 'papas aliñás', chicharrones y gambas. La santísima trinidad. De las 'papas' se venden más de 13 kilos diarios. Y, viendo las mesas, parece poco.
Víctor Recha es uno de sus camareros. El más joven. Aunque lleva allí desde 2011. No es la primera vez que habla para los medios de comunicación. Le preguntamos que cuál es el secreto y antes de acabar la frase interrumpe para decir que "aquí hay que venir", no como un cumplido, sino como una forma de señalar que la gente que llega lo hace por voluntad propia, no porque se encuentre la bodega paseando. "El éxito es mucho curro, muchas ganas y mucha empatía con el cliente", responde.
Aquí hay gente de todo tipo. Desde obreros que acaban de terminar su jornada, hasta gente de negocios. Tampoco falta el famoseo. Richard Gere es el ejemplo más claro, aunque la visita de estrellas de Hollywood no es lo habitual. Futbolistas y demás personajes públicos de Sevilla sí son más comunes.
El lugar tiene encanto, pero no se puede limitar todo a ello, "la calidad del producto es buena", dice Víctor, que, además señala la variedad de vinos. De todas formas, tampoco puede dejar pasar que muchas de las personas que se acercan lo hacen recordando que años atrás visitaban el mismo lugar con sus padres y abuelos. Parece imposible encontrar un único motivo que haya provocado la supervivencia durante tantos años.
Las botellas se limpian de vez en cuando y las paredes se pintan. Pero poco más. Allí no se toca nada de la estructura original. Hace una década, eso sí, hubo que hacer una obra "porque se caía". Y es que a los asiduos tampoco les gusta demasiado que haya cambios, "la gente viene por tradición, si algo cambia nos lo dicen". Víctor cuenta una anécdota para ejemplificar esto. Para llamar a la gente y que acudiera a recoger lo que había pedido se daba un grito, sin embargo, con el paso del tiempo se colocó megafonía en el exterior, lo que provocó reacciones de los clientes, "qué modernos estáis". Este tipo de respuestas también ocurren si se modifica la cocina. El simple hecho de incluir montaditos que vayan más allá de lo más clásico supone tener que escuchar cosas como que "esto ya no es lo que era".
Comer no es lo único. Algunos siguen yendo a comprar el vino que se trata allí mismo en botellas de uno, dos o cinco litros. Dulce, de pasas, Mistela, Manzanilla, Solera, Mosto, Vermut… casi más variedad que en la carta.
Da igual el día, la hora y el momento del año. Siempre está lleno. Con la calor que viene comienzan a invertirse las tornas, es más fácil encontrarlo lleno entre semana que los sábados y domingos, días en los sevillanos se marchan a las playas. No hay distinción entre los aljarafeños y los residentes en la capital. Van a partes iguales. También se ha convertido en una parada obligada para los extranjeros que echan un vistazo a todas las guías turísticas antes de viajar. La Bodega San Rafael aparece siempre. "Aquí hay que venir". Esta vez como cumplido.
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