Existe un universo cinematográfico incomparable, a caballo entre la representación teatral, el monólogo y el clown. Un universo que tiene nombre y sello propio. José Luis Cuerda vuelve a hacer magia con el humor absurdo como telón de fondo. La nueva entrega del director castellano manchego, que en enero recibirá al Premio Feroz de Honor, podría ser una continuación de su aclamada obra Amanece que no es poco (1989), una de las películas más queridas de nuestro cine y que supuso un punto de inflexión en la forma de contar una historia filmada.

Tiempo después sitúa al espectador en un entorno futurista sin definir espacialmente, en el que una comunidad de supervivientes pasa la vida acogida a unas normas sociales inquebrantables. Por un lado, un asentamiento de parados, que pasan sus días sin más quehaceres que vivir con los alimentos y materiales que les ofrece el campo y disfrutando de costumbres de incuestionable arraigo como es el cante y el baile flamenco. Por otro, los afortunados dedicados a oficios de distinta naturaleza que desempeñan sus trabajos en un edificio dominado por un entorno capitalista, coartado por las leyes. No más de tres negocios de un mismo sector, vigilados por lobbies de poder como los cuerpos de seguridad, la Iglesia o el Rey.

Una lectura social que va mucho más allá de lo trascendental para dejar en el espectador, a través de la exageración y la sobreactuación de los personajes, la trama y el guion, un regusto crítico. El choque entre las clases sociales, los lazos de poder, el avance individual, las ideologías o, incluso, el feminismo, quedan retratados en una obra coral plagada de referencias culturales del siglo XX. Antonio Machado, Federico García Lorca o César Vallejo son algunos de los poetas que se nos presentan en los diálogos de personajes que en esencia no debieran ser eruditos en la materia y que, en contraposición, van saltando a lo largo de toda la película de reseña en reseña literaria.

Coincide con la estrenada en 1989 en las formas, ya que como en la primera los personajes se asemejan a grandes rasgos. Guiño especial a la Guardia Civil, a los miembros eclesiásticos, a la gente llana y a determinadas autoridades políticas como el alcalde, así como algún que otro guiño a la cultura yanqui. Lo nuestro contra lo ajeno. La capacidad de cambiar el orden natural de las cosas por una cuestión someramente matemática: una parte de la sociedad es muy superior a la otra.

Surrealismo o hiperrealismo, depende de cómo se mire, que como en la predecesora comparativa no dejará, como también fue el caso, indiferente a nadie.

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Setefilla R. Madrigal

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