Decir Carcha es trasladarte inmediatamente al barrio del Carmen. Y al contrario: a pesar de que haya más establecimientos, pensar en esa zona te lleva directamente a este bar de barrio que se localiza en una de las esquinas de la plaza del Carmen, justo arriba de la calle donde vivió Camarón de La Isla. Su rostro también tiene un hueco en las paredes de Carcha, repletas de latas, botellas de cervezas y tazas venidas de todas partes del mundo y que Manolo Chamorro guarda celosamente en vitrinas de cristal como auténticos trofeos."Me las traen mis clientes de todos sitios"..

Él es un histórico de la hostelería isleña en la que empezó a la edad de 16 años. Desde su Jerez natal se vino a San Fernando, y empezó a trabajar de todo. Ya como hostelero, antes de desembarcar en esta zona, Manolo abrió otros dos establecimientos señeros de la ciudad: el pub Mindanao y el mesón del Castillo San Romualdo. Pero en el año 1982, decidió embarcarse en una nueva aventura: abrir un bar en un barrio que estaba bastante alejado del centro. “Esto estaba muy lejos y al principio no había casi nada. El colegio Liceo Sagrado Corazón, eso sí, pero pocos edificios de viviendas”.

El 11 de febrero de aquel 82, el Carcha –como todo el mundo lo conoce- abrió sus puertas y empezó a hacerse un hueco en La Isla ofreciendo comida tradicional y una terraza en una plaza agradable. Y vinieron los mejores tiempos. “Ahora hay más gente joven en el barrio, más edificios pero antes no se tenía miedo a gastar”. La terraza de Carcha siempre estaba llena para tomarse una cerveza con una buena tapa de ensaladilla, pescaíto o langostinos. Hoy, Manolo mantiene estos productos más tradicionales junto con otra carta de hamburguesas y perritos. “Hoy la gente joven quiere este tipo de comidas”. Generaciones de jóvenes que ahora van con sus hijos han pasado por el bar, sobre todo, estudiantes del colegio. “Yo me acuerdo de casi todos”.

'Carcha' lleva abierto desde el año 1982 en la calle Real, en el barrio del Carmen.

Aquellos fueron buenos años pero, en 2008, vino la crisis. La mundial y la de la hostelería isleña con la obra más importante y transformadora de la ciudad: el tranvía. “Tuvimos toda la calle levantada casi dos años y durante ese tiempo no cerré ni un solo día”. Manolo sabía que “si cerraba por vacaciones, la gente iba a creer que el bar desaparecía y aguantamos abiertos todos los días”. En aquellos años de la interminable obra del tranvía, fueron muchos los negocios en San Fernando que pusieron fin a su aventura. Como recuerda Manolo, “el comentario era: otro que ya ha caído”.

Ahora que parece que el tranvía vaya a circular el año que viene y que la crisis ha dado alguna que otra pequeña tregua, el negocio resiste pero nunca como antes. “Antes, todo esto estaba lleno de aparcamientos, ahora la gente tiene que venir andando y no es lo mismo”. Además, “antes se salía todos los días; ahora, solo los fines de semana”. Manolo, que abre de lunes a lunes desde las ocho de la mañana, cuenta que antes cerraba a las doce de la noche. “Ya estamos hasta las once, es una tontería porque no hay nadie”. Y así durante todo el año menos dos días: “Solo cierro el 25 de diciembre y el 1 de enero. El 24 y 31 de diciembre, casi que invitamos a nuestros clientes de toda la vida a comer”.

Con este ritmo, casi que es difícil encontrar un sustituto. “En invierno, somos cuatro trabajando y claro, hay turnos, pero yo tengo que estar siempre pendiente. Esto es muy sacrificado y hay que echar muchas horas para que te deje algo”. Sus hijas no quieren dedicarse al negocio y ahí anda buscando a alguien. “Sí…a mí me gusta el trato con el público y la cocina pero tengo 66 años, ya me toca”.

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Vanessa Perondi

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