Café artístico y 'poké bowls': el barista de El Puerto que dibuja “flores y atardeceres” en los capuchinos

Gustavo Adolfo Moreno abrió hace cinco años este establecimiento en Vistahermosa donde se trata con cariño a esta bebida y hay sitio para la comida hawaiana con aires japonesas, una oferta pionera en la zona

Gustavo Adolfo Moreno con un capuchino en la cafetería El barista en El Puerto.

El café es ese aliado mañanero que da un chute de energía a los soñolientos. El rey de las mesas una tarde de otoño y el acompañante por inercia de las tostadas. Unos los prefieren en vasos, otros en tazas y unos pocos lo presentan como si de una obra de arte se tratara. En un establecimiento de Vistahermosa se rinde culto a la segunda bebida más consumida del mundo- por debajo del agua. El Barista Coffee Shop lleva cinco años en marcha gracias a la iniciativa de Gustavo Adolfo Moreno Londoño, un colombiano de 38 años que quería montar “algo distinto, algo que no hubiese aquí”.

Desde que llegó a El Puerto en 2013, siempre ha estado vinculado a la hostelería en dos negocios junto a otros socios. Fue en la yogurtería-heladería donde empezó a sumergirse en el mundo cafetero, le cogió el gustillo y decidió dedicarse al barismo. Por su cuenta se embarcó en su primer emprendimiento en solitario al que pondría su toque como barista, término que identifica a los especialistas del café.

Gustavo durante la entrevista en el interior del local. MANU GARCÍA

“Tenía cierta formación y vi que no había apenas sitios donde tomar un buen café”, comenta sentado en el interior del local. Gustavo deseaba revolucionar la oferta cafetera pero, arrancar no fue tarea fácil. “Cuando llevaba una semana, entró el proveedor del café por la puerta y se agarró las manos a la cabeza:  -¿Por qué has abierto aquí? Y le dije, dame tiempo que cuando coja fuerza no vamos a parar”, recuerda el colombiano.

Con ilusión, no se rindió y comenzó a ofrecer desayunos y meriendas en las que el café era el “buque insignia”. De Costa Rica, de Etiopía, un café irlandés, un latte macchiato y una gran variedad a la que Gustavo trata con mucho mimo junto a su primo y una compañera- también baristas.

El barista preparando un café.  MANU GARCÍA
El colombiano vierte la leche en la taza. MANU GARCÍA

En la barra, se dispone a preparar un capuchino, pero no uno cualquiera, este lleva un atardecer pintado en la crema. El especialista se esmera en cada detalle, un paso que algunos descuidan con las prisas. Según cuenta a lavozdelsur.es, “le dedicamos tiempo al café, aunque haya mucha gente. Este no es el típico bar donde llegas, te pone un café en el vaso y sale corriendo”.

“Le dedicamos tiempo al café, aunque haya mucha gente”

Para él, medir las pautas y los tiempos son cruciales para que se note la diferencia en el resultado. Además, antes de llevarlo a las mesas le añade un toque artístico que agrada a la vista, no solo al gusto. “Le hacemos dibujos, mandalas, un atardecer, flores. Algo que sea interesante y bonito”, explica esparciendo canela y chocolate para el paisaje.

Concentrado en la obra, Gustavo explica los entresijos del café que reposa en la taza, ese que sorprende a muchas personas cuando lo prueban por un motivo. Son cafés 100% arábica que no dan cabida al torrefacto. “Es un grano que se tuesta con azúcar, está prohibido en toda Europa menos en España y es algo cancerígeno, muy dañino”, comenta el barista que asegura que en muchas cafeterías del país siguen teniendo esa mala costumbre.

Granos de café 100% arábica. MANU GARCÍA

En este establecimiento las tazas no arden ya que “la leche no la calentamos a más de 60 grados” y se ofrecen cafés con licores. Lejos de anclarse en los creps, tortitas o tartas, todo artesanal y “nada industrializado”, Gustavo optó por dar un paso más cuando la pandemia zarandeó a la hostelería.  A las meriendas con arte se sumaron los poké bowls y las ensaladas para el almuerzo, la cena o cualquier momento del día.

“Fue un descubrimiento, lo probé y dije, buenísimo”

El local iba viento en popa, pero veía que algo le faltaba para completar “las horas muertas” y, con tanto tiempo por delante, se decantó por investigar. El colombiano dio con un tipo de comida apenas extendida en la ciudad. “Fue un descubrimiento, lo probé y dije, buenísimo, y a parte es saludable”, comenta el regente que fue a Sevilla para intentar salirse del tiesto.

Dibujando un atardecer en un capuchino. MANU GARCÍA

Buscaba algo distinto, saludable y que estuviera rico. Todo un reto hasta que se topó con la comida hawaiana con influencias japonesas que ofrece en su local desde que reabrió tras el confinamiento. “Aquí salía a comer y siempre era igual, la tapita”, dice Gustavo que elaboró los menús, buscó todos los ingredientes y se lanzó.

La propuesta culinaria “rica, muy sabrosa y que te puedes llevar a cualquier sitio” tuvo una buena aceptación y, en unos meses, se asentó en el local donde los productos sanos son los protagonistas. En cada bol se pueden combinar distintos ingredientes con una base de arroz o quinoa, atún, pollo cocido, tofu y toppings como la zanahoria, el aguacate, el mango o la piña. Por último, se elige una salsa “para que quede más gustosito” y un par de especias.

Capuchino con arte en El barista de Vistahermosa. MANU GARCÍA

Una carta original que parece que ha embelesado a muchos clientes este verano. “Hay algunos que vienen hasta dos y tres veces por semana”, comenta satisfecho con el negocio que genera curiosidad. En los próximos meses, El barista tiene previsto aterrizar en otros puntos de la provincia gaditana como Rota o Jerez. Gustavo está encantado de contribuir a la cultura cafetera y llevar sus creaciones a todas partes. Nunca está de más una pequeña clase magistral para valorar cada sorbo.

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