María José Besora fue coronada Miss España en 1998, un título que impulsó su carrera y la convirtió en uno de los grandes iconos de belleza del país. Sin embargo, lo que empezó como un sueño pronto se tornó en una pesadilla: críticas internas del concurso, cuestionamientos públicos y, años después, un bulo que marcaría su vida para siempre.
La situación dio un giro dramático en 2014, cuando Besora decidió presentar una denuncia en la comisaría de la Policía Nacional del barrio murciano de San Andrés. El motivo: injurias y calumnias derivadas de un falso rumor que circulaba por internet y que la vinculaba sentimentalmente con un alto cargo político de Murcia, asegurando que él era el padre de su hija.
Una década marcada por el dolor y el silencio
La historia era completamente falsa, pero tuvo consecuencias devastadoras. Aunque su pareja la apoyó desde el primer momento, el daño ya estaba hecho. Su imagen pública quedó tocada, y muchos comenzaron a cuestionar incluso su legitimidad como ganadora del certamen de belleza.
“Estoy harta de que se me juzgue y se me cuestione”, denunció recientemente la modelo en una emotiva entrevista. Asegura que este montaje afectó profundamente su carrera: las contrataciones disminuyeron, los comentarios malintencionados crecieron y su confianza se desmoronó. “Soy la única Miss España que tiene una sentencia judicial en la que el jurado dice que votó libremente”, recalcó.
Justicia lenta, heridas abiertas
Después de años de incertidumbre, por fin ha llegado una sentencia favorable, que reconoce el daño causado por el bulo y establece que Besora debe ser indemnizada económicamente. Pero ni siquiera eso ha traído alivio: aún no ha recibido el dinero, y confiesa que el proceso ha sido tan largo como doloroso. “Pensé que no saldría juicio ni nada. Que esta era mi cruz, la que me había tocado cargar”, lamentó.
Uno de los episodios más humillantes, relata, fue tener que presentar tres pruebas de paternidad para demostrar que el padre de su hija era su pareja de entonces. “Lo hice para mi abogado, para mí, y por si acaso”, dijo con una mezcla de rabia y tristeza. “Fue indignante, pero necesario para frenar la difamación”.
“No te puedes imaginar todo lo que he llegado a escuchar. Y mi familia también. Es injusto”, afirmó entre lágrimas. Reconoce que durante años vivió con miedo, cargando con una etiqueta impuesta por quienes “disfrutan haciendo daño”. Lo más doloroso para ella fue que el montaje incluyó a una menor: su hija.
Hoy, tras casi tres décadas de altibajos, María José Besora ha decidido hablar. Lejos de los focos, reparte su vida entre España y Emiratos Árabes, centrada en su hija y en su carrera profesional. Pero su mensaje es claro: la verdad siempre se abre camino, aunque tarde. “Después de 27 años, todavía cuesta creerme lo que me pasó. Fui una niña de pueblo, y me hicieron polvo”.
