La reflexión de un profesor de la UGR sobre las clases: "Evidentemente, soy más aburrido que un vídeo de TikTok"

Daniel Arias-Aranda compara el nivel que había antes en las asignaturas universitarias con el de ahora y lamenta la pérdida de interés del alumnado

Una docente da clases en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Miles de sevillanos no pueden acceder al Máster en Profesorado.
Una docente da clases en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Miles de sevillanos no pueden acceder al Máster en Profesorado.

Un profesor de la Universidad de Granada ha querido expresar en su perfil de Linkedin lo que siente actualmente al dar clases en el sistema universitario. Daniel Arias-Aranda lleva 25 años dando clases y en los últimos cursos ha notado un deterioro del sistema y de los propios alumnos. "Por mis clases han pasado directivos de grandes empresas que tenían más o menos mi edad cuando les di clase y otros que, en sus generaciones respectivas, han ido ganándose un puesto en la sociedad gracias a su formación y a su esfuerzo", comienza diciendo.

Una de las grandes diferencias que nota es la afluencia a las clases. El primer año que impartió, "tenía matriculados 524 alumnos en cada grupo. Era imposible distinguir las caras de los que se sentaban atrás en aquellas gigantescas aulas del Pabellón de Tercer Curso de la UCM. Eso sí, las aulas estaban llenas. Algunos alumnos se tenían que sentar en las escaleras porque no cabían". Además, añade que "en las horas de tutoría, los alumnos hacían cola en la puerta de mi despacho. Responder todas las consultas, curiosidades, dudas… era tan agotador como satisfactorio".

Esto contrasta con el paisaje que hoy en día se encuentra cada mañana. "Hoy me dedico a engañar más que a enseñar, afirma de forma tajante. Y es que, a pesar de que los grupos actualmente son de 50 alumnos, según este profesor "raramente viene a clase más de un 30%". A lo mencionado hay que sumarle que "los que vienen, lo hacen en su mayoría con un portátil y/o un teléfono móvil que utilizan sin ningún resquemor durante las horas de clase. Las caras de los alumnos se esconden tras las pantallas. De hecho, me sé mejor las marcas de sus dispositivos que sus rasgos faciales".

Arias-Aranda lamenta que "es raro que alguien pregunte, por mucho que se les incite a hacerlo. Quince minutos antes de que acabe la clase ya están recogiendo sus cosas, deseosos de salir". Lo que provoca que cada vez se sienta "más como un profesor del instituto de una serie mediocre de los 80 que como un catedrático".

"Soy consciente que para vosotros, soy sólo un estímulo más que compite con las redes sociales y el vasto imperio de internet. Evidentemente, soy más aburrido que un video de influencers de TikTok", asume antes de explicar las consecuencias. Unas consecuencias que enumera como una bajada de nivel en las asignaturas, parciales para que apruebe más gente. "El nivel de los trabajos y presentaciones de los alumnos no pasaría, en su mayoría, los estándares del teatrillo de Navidad de primaria", llega a decir este profesor de la UGR.

Sobre el autor:

Emilio Cabrera.

E. C.

Periodista.

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