San Fernando III, también conocido como Fernando el Santo, nació en torno al año 1198 o 1199, probablemente en el monasterio de Valparaíso (Zamora) o en Peleas de Arriba. Fue hijo de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, dos monarcas cuyas disputas dinásticas marcaron la política peninsular del siglo XIII.
En 1217, tras la renuncia de su madre Berenguela, fue proclamado rey de Castilla, y en 1230, a la muerte de su padre, logró unificar definitivamente los reinos de Castilla y León, consolidando la base territorial de la futura monarquía española.
Líder de la Reconquista
San Fernando fue un monarca profundamente piadoso, pero también un estratega y comandante militar excepcional. Durante su reinado, lideró numerosas campañas en el marco de la Reconquista, recuperando vastos territorios del sur peninsular que estaban en poder de los musulmanes. Algunas de las ciudades que reconquistó fueron Córdoba (1236), Jaén (1246) y Sevilla (1248), una de sus campañas más importantes.
Además de sus hazañas militares, Fernando III fue un gran protector de la Iglesia y la cultura. Favoreció la fundación de catedrales, hospitales y universidades. Apoyó a las órdenes religiosas como los franciscanos, dominicos y cistercienses, y alentó la traducción de textos clásicos y religiosos.
Entre sus obras más representativas está la Catedral de Burgos, cuya construcción comenzó bajo su patrocinio. También promovió la convivencia pacífica entre culturas y religiones en los territorios recién reconquistados, respetando los derechos de musulmanes y judíos que decidieran quedarse bajo dominio cristiano.
Fernando llevó una vida ejemplar como cristiano devoto. Mantenía una intensa vida de oración, asistía diariamente a misa, y mostraba un fuerte compromiso con la justicia social. Nunca tomaba decisiones importantes sin consultar con eclesiásticos y confesores.
Murió en Sevilla el 30 de mayo de 1252, en olor de santidad, arrodillado y rezando el salmo In te Domine speravi. Su cuerpo se conserva incorrupto en la Catedral de Sevilla, donde es venerado. Fue canonizado por el Papa Clemente X en 1671. Su festividad litúrgica se celebra el 30 de mayo. Es patrono de Sevilla y protector de los gobernantes
Otros santos y beatos
Santa Juana de Arco (1412–1431). Conocida como la Doncella de Orleans, lideró al ejército francés durante la Guerra de los Cien Años. Capturada y juzgada por herejía, fue quemada en la hoguera a los 19 años. Canonizada en 1920, es patrona de Francia.
San Anastasio de Pavía. Obispo del siglo VII en Pavía, Italia. Abandonó la herejía arriana y defendió firmemente la fe católica.
Santa Dinfna. Virgen y mártir del siglo VII, venerada como patrona de los enfermos mentales y emocionales. Su culto es especialmente fuerte en Geel, Bélgica.
Santa Emmelia. Madre de San Basilio el Grande y Santa Macrina, es recordada por su piedad y por criar una familia de santos en el siglo IV.
San Gabino de Porto Torres. Mártir del siglo IV en Cerdeña, Italia. Sufrió persecución por su fe cristiana.
San Huberto de Tongres. Obispo del siglo VIII en Bélgica, es conocido por su conversión tras una visión durante una cacería. Es patrón de los cazadores.
San Lucas Kirby. Sacerdote inglés del siglo XVI, fue martirizado durante las persecuciones religiosas en Inglaterra.
San Matías Kalemba. Catequista laico ugandés del siglo XIX, martirizado por su fe durante las persecuciones del rey Mwanga II.
San Palatino y San Sico. Mártires de los primeros siglos del cristianismo, sufrieron persecución por su fe.
San José Marello. Obispo italiano del siglo XIX y fundador de los Oblatos de San José, dedicó su vida al servicio pastoral y a la formación de sacerdotes.
Beato Otón Neururer. Sacerdote austriaco del siglo XX, fue el primer sacerdote asesinado en un campo de concentración nazi por oponerse al régimen.