Santo Tomás Apóstol, conocido tradicionalmente como ‘el incrédulo’, ha pasado a la historia por el episodio evangélico que narra su duda ante la resurrección de Cristo. Según el Evangelio de San Juan (20, 24-29), Tomás no se encontraba presente cuando Jesús resucitado se apareció a los demás discípulos, y declaró que no creería hasta no ver y tocar las heridas del Crucificado. Ocho días después, Jesús se le apareció y le ofreció exactamente esa prueba. Entonces, Tomás proclamó una de las más profundas confesiones de fe del Nuevo Testamento: “Señor mío y Dios mío”.
Tomás es también símbolo del discípulo que busca con honestidad y que, una vez convencido, se entrega sin reservas. Según la tradición, tras Pentecostés, llevó el Evangelio a regiones lejanas como Persia e India. En este último país se le atribuye la fundación de una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo, conocida como los cristianos de Santo Tomás, especialmente en la región de Kerala. Se cree que murió mártir cerca de Chennai (antigua Madrás), traspasado por una lanza.
Otros santos y beatos
San Heliodoro de Altino (s. IV). Obispo de Altino (actual Italia), fue discípulo de San Jerónimo. Destacado por su lucha contra el arrianismo, fue un pastor celoso, de gran celo apostólico y profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras.
San León II, Papa (†683). Papa entre 682 y 683. Aunque su pontificado fue breve, destacó por su impulso a la liturgia y por su papel en la confirmación del III Concilio de Constantinopla, que condenó la herejía monotelita. Es recordado también por su sencillez y por la reforma del canto litúrgico.
Beato Eugenio III, Papa (†1153). Monje cisterciense y discípulo de San Bernardo de Claraval, fue elegido Papa en tiempos difíciles para la Iglesia. Convocó la Segunda Cruzada y promovió la reforma de las costumbres eclesiásticas. Es uno de los pocos papas medievales beatificados oficialmente.
Beata Margarita Bays (†1879). Laica suiza, costurera de oficio, vivió toda su vida en un pequeño pueblo. Fue estigmatizada y se destacó por su intensa vida de oración, su amor por la Eucaristía y su compromiso con los pobres y enfermos. Canonizada por el Papa Francisco en 2019.


