Doña Sofía debería ser la primera en saber en qué momentos prima su papel de abuela y en qué instantes va por delante su función como parte de la institución monárquica. 

El rifirrafe ocurrido entre doña Letizia y doña Sofía ha dado la vuelta al mundo. Antes de que sucediese el desencuentro en Palma de Mallorca ya eran muchos los que aseguraban que la mujer de Felipe VI tiene un fuerte carácter y que ha implantado en la Zarzuela sus propias normas. Estos comentarios han sonado con más fuerza después de que se hicieran públicas las imágenes del enfado con su suegra, una de las pocas con las que se suponía que se llevaba bien (aunque ahora se sabe que no tanto).

Que siempre se hable de la personalidad de la reina y que este hecho puntual se haya convertido en uno de los temas estrella de los últimos días, lleva a la conclusión de que nos gusta mucho un chismorreo. Monárquicos y no monárquicos opinamos sobre la relación de las reinas, y sobre la relación de suegra-nuera y abuela-nieta. Como si no hubiese aspectos más importantes que implican a la familia real, que los hay y pasan desapercibidos. Y desde las instituciones aprovechan que seamos cotillas. Por eso a mí, más allá de la disputa, el hecho de que las imágenes del desencuentro hayan visto la luz me lleva a la siguiente reflexión. Sin duda alguna la Casa Real es una de las instituciones que más controla lo que quiere que salga o no salga en los medios de comunicación. Entonces, ¿por qué han consentido que ahora se publique el video de un desencuentro que tira por tierra una imagen que llevan años intentando cuidar?

La misa tuvo lugar un domingo y las imágenes no se publicaron hasta el martes. Qué casualidad, fue el mismo día en el que la infanta Cristina acudió a una misa presidida por los reyes. ¿Querían silenciar el encuentro entre la mujer de Urdangarín con su hermano y su cuñada? ¿Pretenden hacer la crónica de una muerte anunciada (la de la monarquía) llevándose la situación a su terreno? Aunque por una parte la publicación de las imágenes haya tirado por tierra la imagen de la familia del rey, seguro que hay una intención detrás. Al final esto quedará en una anécdota. Ellos seguirán con su trabajo, con su vida y con sus aumentos de sueldo. Que por cierto, desde que sucedió esto no se ha vuelto a hablar de esa subida. Otra casualidad.

Inevitablemente, antes de ver más allá, he caído en la trampa de formarme una opinión sobre la imagen que se proyecta de las dos soberanas. La de doña Letizia es la que ha quedado más por los suelos. Públicamente ha dado muestra de su carácter y de lo aleccionadas que tiene a sus hijas. Mientras, la reina emérita ha quedado como la pobre abuela que nada más quería una fotografía con sus nietas. Y no es así. Doña Sofía debería ser la primera en saber en qué momentos prima su papel de abuela y en qué instantes va por delante su función como parte de la institución monárquica. Y aquí se equivocó. Si en el primer intento por hacerse la fotografía ve que algo no va bien, ¿por qué insiste? Lejos de dejarlo ahí la esposa de don Juan Carlos lo vuelve a intentar segundos más tarde, agravando aún más la situación.

Así es la pobre abuela, la pobre madre y la pobre esposa. Se queja de que ve poco a sus nietas pequeñas. Muestra su apoyo incondicional a la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín. Siempre ha estado al lado de don Juan Carlos a pesar de los supuestos escarceos del rey. No cesa en su intento de reunir a toda su familia aunque a ellos no les apetezca. Y así consigue el apoyo de famosos y no famosos en redes sociales. ¿Demasiado mártir o demasiado inteligente?

Sobre el autor:

jorge-miro

Jorge Miró

...saber más sobre el autor

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído