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No sé si he contado alguna vez en esta tribuna de opinión que yo, cuando era niño, me vestí -o mejor dicho, me vistieron- de nazareno.

Sintiéndolo mucho por todas las personas que padecen algún tipo de alergia, ya está aquí la primavera. El mundo renace de sus cenizas invernales en esta fecha, los días van creciendo, la naturaleza florece a nuestro alrededor y, como en aquella canción, todo es de color. Abril y mayo son meses perfectos para pasear tranquilamente y admirar toda la vida que nos envuelve y que, la mayoría de las veces, no sabemos apreciar como es debido. También es tiempo de fiestas y terrazas, y cómo no, de la tradicional Semana Santa.

No sé si he contado alguna vez en esta tribuna de opinión que yo, cuando era niño, me vestí -o mejor dicho, me vistieron- de nazareno. En Ronda, mi madre era devota de Padre Jesús, varios familiares míos también salían en esa procesión, así que me tomaron las medidas y me hicieron una túnica. Y allá iba, sin entender muy bien qué hacía yo en una fila con la cara tapada y con un cirio en la mano. Por cierto, ¿saben ustedes de dónde viene eso de ir de penitente en las procesiones? Pues al parecer, de la Santa Inquisición. Era una forma de humillación y castigo hacia los reos. Aquella túnica se llamaba ‘sambenito’ y también usaban capirote. Los penitentes (o penitenciados) eran personas que habían sido acusadas de blasfemia, brujería, o simplemente, que profesaran otra religión diferente.

Esas personas eran obligadas por el Santo Oficio a realizar penitencias, que consistían básicamente en que los reos, durante Semana Santa -Jueves Santo y Viernes Santo- fuesen delante de las imágenes religiosas, vestidos con capirote y hábito, normalmente descalzos e incluso había quienes iban dándose azotes en la espalda. ¿Les suena? En el museo Lara de Ronda hay una exposición muy curiosa sobre esto que les cuento. Si les interesa el tema y tienen la oportunidad, no dejen de visitarlo. Además de la sala de la Santa Inquisición, también hay otra sobre brujas que es muy curiosa. De todas estas cosas sabe mucho el antropólogo jerezano, y colaborador en este mismo medio, Eduardo Arboleda.

Tengo que decir que a mí antes la Semana Santa me resultaba indiferente, pero ahora, dejando al margen su sentido religioso, me interesa mucho su carácter artístico, incluso antropológico. Cuando uno ve alguna procesión atravesando las calles de los cascos antiguos de ciudades monumentales como Sevilla, Jerez, Ronda, Arcos... es como viajar por unos minutos al pasado, a un tiempo barroco en el que el sentido era diferente. Quizá esa perspectiva sólo la podamos disfrutar las personas ajenas a esa fe, las mismas que, posiblemente, en aquella época oscura, estaríamos paseando nuestro ‘sambenito’ delante de alguna procesión. Pero esa es otra historia, y yo de lo que quería hablarles hoy es de la explosión de vida y color que nos trae la primavera, y miren, al final me he quedado sin espacio.

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Miguel Ángel Rincón

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