Este ecosistema del deterioro no parece presagiar nada bueno. Cerrar los ojos ante él sería, como dijo Noël Mamère, lo mismo que practicar la política del avestruz.
La precariedad se ha instalado poco a poco en nuestra ciudad como una nueva forma de ecosistema urbano. Por donde quiera que se anda, las calles aparecen sucias, pero no totalmente cubiertas de basuras; el mobiliario está desgastado, pero no completamente roto; los jardines públicos lucen verdes, pero gracias a las lluvias y a cuidados paliativos; las aceras y carreteras presentan deformaciones y agujeros, pero sin impedir enteramente la circulación; la gente trabaja, pero la mayoría en empleos encubiertos, temporales, atípicos… En resumen, por todas partes vemos signos de lo que parece haberse convertido en una costumbre de lo precario.
Precario, derivado del latín prex, significa literalmente “obtenido preguntando o suplicando”, y por lo tanto lleva implícita la idea “dependiente de la voluntad de otro”. El sentido de “incierto” con el que entendemos hoy esta palabra es relativamente moderno (desde 1680).
Este ecosistema del deterioro no parece presagiar nada bueno. Cerrar los ojos ante él sería, como dijo Noël Mamère, lo mismo que practicar la política del avestruz.
Noël Mamère es un controvertido político francés, conocido por haber participado en numerosas actividades pacifistas en nombre de la desobediencia civil y del principio de precaución, por las que fue condenado a tres meses de prisión sin cumplimiento. Es autor de numerosos libros, entre otros: Mi república (Seuil 1999), Cambiemos el sistema, no el clima (Flammarion 2015) y Las palabras verdes (coescrito con Stéphanie Bonnefille, Éditions de l'Aube 2016).
Traigo aquí estas lecturas como ejemplos de discursos que nos animan a no asumir la precariedad actual como algo irreversible, a la vez que nos invitan a pensar que otros mundos son posibles y que podemos y debemos combatir el deterioro de nuestra ciudad y de nuestro entorno.
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