La palabra pensión deriva del verbo latino pendere, “pesar”, en referencia a la ponderación del valor de una cosa en función de su peso. La pensión era el pago acordado al guerrero según el peso de los metales que obtuvo tras la batalla, era la indemnización por el trabajo realizado y los riesgos afrontados en beneficio de una comunidad. El concepto es básicamente el mismo en nuestros días, pero la perspectiva ha cambiado, al asociarse a una cuestión generacional (la jubilación), y la balanza que fija los pagos se ha vuelto muy poco fiable, interesadamente imprecisa.

Ayer, en cada ciudad española, miles de pensionistas encabezaron manifestaciones callejeras para recordar a los gobernantes que la jubilación no es un estado, sino el resultado de un proceso, de una trayectoria social y profesional. Entre sus reivindicaciones, primeramente estaba, por supuesto, la exigencia de un cálculo más justo del valor de “los metales” que aportaron durante su vida a las arcas del Estado. Pero, en segundo lugar, aunque no menos importante, estaba la reclamación del respeto por la autonomía de las personas mayores y el llamamiento a que los valores de la vejez se redefinan, para que surjan nuevas perspectivas a la hora de afrontar los desafíos de una sociedad de la longevidad.

El tema del nuevo rol que reclaman las personas mayores es muy significativo en la medida en que apunta a la vez a lo que tienen en común con los restantes grupos de edad y a las brechas que los separan. La pensión, en efecto, no es una cuestión de edad, sino de solidaridad intergeneracional. Como dijo Victor Hugo, "uno de los privilegios de la vejez es tener, además de mucha edad, todas las edades”. Es decir que los problemas de los pensionistas de hoy afectan a todas las generaciones.

Las generaciones se suceden unas tras otras, pero no se parecen entre sí. Consideramos a los ancianos según los mismos estereotipos que estaban vigentes a principios del siglo XX y, sin embargo, la vejez es hoy múltiple y vivida de muchas de formas. En las manifestaciones de ayer se hizo particularmente patente que los jubilados están integrados y participan activamente en la vida de la comunidad, a través de acciones directas por una mejora de las condiciones de vida en nuestro país. Con sus movilizaciones nos hicieron saber a todos que se trata de una lucha de clases y no de una lucha de edad.

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Jesús Conde

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