Yojimbo y la caca

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Una imagen del Unko Museum. FOTO: TIME OUT.
Una imagen del Unko Museum. FOTO: TIME OUT.

Los japoneses son gente adorable. Hace mucho que pienso que lo demuestran en cada rincón de la casa y de la vida. Además, en contra de la estoicidad que se les presupone, son unos verdaderos cachondos. El manga de Akira Toriyama es buena muestra de ello. Hace tiempo pudimos leer que la princesita Leonor se entretenía de lo lindo con otro Akira. En este caso, era el cine de Kurosawa el que la hacía disfrutar como una loca y no las aventuras de Goku y los suyos.

No seré yo quien niegue el potencial de Rashômon para encandilar a una preadolescente española, pero, al menos a priori, creo que Bulma tiene más poder que Sanjurō (el mercenario de Yojimbo) como referente a esa tierna edad. Seguro que este verano, Leonorcita, como buena amante de lo nipón, le pedirá a sus papis que la lleven al Unko Museum; aunque de ello no podremos ver nunca fotos en el Hola. Y es que este particular espacio artístico no congenia demasiado con el estilo de la publicación del saludo. Creo que es por la temática, pues se trata de un museo dedicado a la caca. Lo han leído bien: a la caca. Los mojones ya tienen su propia galería de arte en la tierra del sol naciente. 

No es que en sus salas vayamos a encontrar excrementos reales —o eso imagino— pero sí podemos hacernos interminables selfies con las adorables caquitas de colores que ha popularizado el emoticono más célebre de nuestros sistemas de mensajería. Los rincones de este museo están adornados hasta la extenuación con zurullitos morados, azules, verdes, rosados y amarillos. Eso sí, no podemos encontrar caca marrón, pues cualquier parecido entre este lugar y la triste realidad es pura coincidencia.

El Unko unko es la palabra japonesa para caca— es el único lugar de la tierra donde podemos lamer a un unicornio, saborear la miel de la crin de un adorable dragón alado y cagar algodón de azúcar. Y fotografiarlo todo para la frágil posteridad del dios Instagram. 

Los visitantes también pueden contemplar inodoros que han sido especialmente diseñados para este curioso espacio y sentarse en ellos siempre que se encuentren cansados. No abundan los banquitos en este museo pero sí los váteres, como no podía ser de otro modo. Pasear por el Unko tiene además otro aliciente y es conocer a Unberuto, la mascota oficial del museo: un gran trozo de caca que camina sentado en su propio retrete. Precioso y místico a partes iguales. 

Si a lo largo de nuestra visita nos entrase hambre —improbable pero posible— podemos degustar un delicioso helado con forma de truño, y si no nos sienta del todo bien, nos encontraremos en el lugar más idóneo del mundo para dejar obrar a la naturaleza. Casi sería de mal gusto no hacerlo teniendo en cuenta el ambiente, parecería que no hemos logrado hacernos uno con el arte y eso siempre denota inferioridad intelectual. Todo parece pensado y medido con la meticulosidad propia de los orientales pero hay ciertas cuestiones que no consigo quitarme de la cabeza. Por ejemplo, en un museo de tales características ¿cómo saber cuándo está uno en el baño o en la sala C? ¿Cómo volver a una vida de marrones y grises después de haber pasado por el reino frugal de los mojones de fresa? Y sobre todo: ¿qué opinarían Leonor y Kurosawa de este garito? Yo personalmente digeriría mejor Trono de sangre si lo pintamos de colores, pero será que soy demasiado plebeya.  

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