Es ya seguro que a partir del año que viene, internet en España sufrirá uno de los ataques mas feroces a la libertad de expresión, con la aprobación del llamado canon AEDE o tasa Google. En el texto de dicha ley se permite tal nivel de ambigüedad que va a permitir cobrar a diestro y siniestro, derechos de autor a quien enlace un contenido, una noticia, una imagen, u ofrezca información "significativa" sobre eso. Da igual si el autor, autora o autores/as quieran ejercer ese derecho. Una nueva agencia -de la que nadie sabe nada- cobrará esos derechos, o se tendrá que pagar con dinero público, pero sin saber a quién.

Tras la aparentemente legítima (pero discutida) intención de proteger los derechos de autor y acabar con las descargas ilegales, se esconde un nuevo avance de las LEYES MORDAZA que están imponiendo las fuerzas políticas poco interesadas en que la libertad de expresión sea un derecho pleno y constitucional. Poco importa a los legisladores y a su grupo de presión -especialmente la Asociación de Editores de Diarios Españoles AEDE)- las repercusiones que dicha ley puede tener, y que Alemania, por estos días, está sufriendo: al bloquear la agregación de contenidos de los diarios, éstos han sufrido una caída en picado de visitas e ingresos por publicidad, que se han visto obligados a renunciar a esta medida, claramente coercitiva. Se han pegado un tiro en el pie. El interés autoritario y mercantil de dichas entidades, trasladado a ley por sus políticos fieles, esconde una intención evidente: mantener desinformada a la ciudadanía de las maniobras y tejemanejes que construyen para ganar mucho más dinero, arrasando con todo aquello que se lo impida, especialmente la democracia.

Digo esto porque, a fuerza de oponerse a esta censura, organizaciones como Wikileaks, Filtra.la, Red Ciudadana del Partido X, ATTAC, etc… nos llegamos a enterar que los EEUU y la Unión Europea estaban negociado en secreto un Tratado de Libre Comercio (TTIP) que quiere implantar el próximo año. Los documentos que se van conociendo dan miedo. El TTIP permitirá que llegue a nuestros supermercados productos baratos y sin garantías sanitarias, que nos harán daño y acabará con el pequeño comercio. Permitirá que los grandes consorcios de inversión multinacional puedan comprar hospitales, escuelas, y todo tipo de servicios públicos. Y si alguna ley nacional se lo impide, obligarán a los gobiernos a cambiarlas. Permitirá que se implanten empresas que contraten a trabajadores sin garantías salariales, sin derechos, sin estabilidad, como los famosos contratos de cero horas que son muy populares el Inglaterra.

Permitirá que se fracture el suelo con productos químicos letales para el medio ambiente, para obtener petróleo y gas. Toda una andanada de ataques dirigidos a que los mismos ganen más y más, a costa de que todas y todos tengamos y seamos cada vez menos. Nos llevarán a la miseria, se cargarán la democracia, destrozarán el medio ambiente, el aire que respiramos, el agua que bebemos y nos envenenarán con hormonas y productos altamente nocivos para la salud. Y lo harán argumentando la consigna del crecimiento. Pero sólo los más ricos crecerán. Todos los demás perderemos. Ya las cosas nos están yendo mal de antes. Los ayuntamientos están asfixiados por las deudas, el control absoluto por parte del gobierno y la corrupción. La banca no da créditos, el gobierno no estimula la economía, y las empresas se retiran. Es más fácil gana dinero en la especulación financiera que fabricando productos. El gobierno sigue favoreciendo a los ricos y muchos políticos han venido a esto “para forrarse”. Difícil lo tiene quien aspire a cambiar las cosas, porque están bastante fastidiadas. ¿Y qué hacemos nosotros mientras tanto? Muchos, impotentes ante el panorama que vemos cada día, terminamos creyendo que ésa es la solución. Que lo poco que queda hay que cogerlo antes de que me lo quite el otro.

Miramos al de enfrente con desconfianza, porque puede ser nuestro competidor en el próximo contrato basura que salga, o en los futuros escaños de ayuntamiento, cámaras y parlamentos. Sálvese quien pueda, y el que venga, que arree. Posiblemente esto cambiaría si tomásemos conciencia de clase. Sí, bueno, a lo mejor a alguna gente no le gusta esta idea porque viene de los comunistas y todo su discurso está maldito.

Propongo entonces reconvertir la expresión conciencia de clase: ¿qué tal si nos diésemos cuenta que pertenecemos a la categoría de consumidores, permanentemente engañados por compañías de luz, agua, telefonía, Internet, alimentos dudosos o dañinos? ¿Qué tal si nos diésemos cuenta que pertenecemos a la categoría o clase de parados o asalariados -o sea, asalariados que no saben cuándo pueden volver a ser parados-? ¿Qué tal si nos diésemos cuenta que somos pequeños empresarios, dueños de un taller, un bar o una tienda, currantes como el que más, que nos deslomamos trabajando para que un día venga una franquicia o una gran empresa, nos quite los clientes a bajo coste y nos deje en la ruina? ¿Qué tal si aceptáramos el hecho de que pertenecemos a la clase social votante -entendiendo como tal aquella gente que sólo puede expresar su opción política una vez cada cuatro años y después tiene que sufrir las arremetidas de ésa o ése a quien aupó al poder- y no queremos que eso sea así?

Toda esta clase de personas somos el 99 %, frente al 1 % al que no le temblará la mano para meterla en nuestros bolsillos y quitarnos hasta el alma. El vecino de enfrente, el que está militando en Podemos, en IU, en Ecologistas en Acción, PAH, Ganemos, Facua, OCU, Asociación de Vecinos, etc… no es el enemigo, es tu aliado. A ver si maduramos.

José Antonio Herrero, miembro de Attac en Jerez

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